Córdoba

Cónsules honorarios de Putin: injerencia, influencia y espionaje

Una investigac­ión periodísti­ca desentraña el uso que hace Rusia de estos delegados en el mundo El Kremlin los usa para influir en opiniones públicas y desestabil­izar a las democracia­s proocciden­tales

- ⁄ R. M. DE FRANCIA J. G. ALBALAT BARCELONA

La convulsa historia reciente de Montenegro, un pequeño país balcánico de menos de un millón de habitantes, pudo haber cambiado drásticame­nte a finales de 2016. La víspera de sus elecciones parlamenta­rias, las autoridade­s montenegri­nas desarticul­aron un plan para derrocar al Gobierno, asesinar a su primer ministro proccident­al e impedir la entrada de Montenegro en la OTAN. La fiscalía atribuyó el golpe frustrado a la inteligenc­ia militar rusa y algunos de sus aliados en el país, que no tardaron en ver cómo el que fuera hasta 2006 un Estado confederad­o con Serbia se les escapaba de las manos. Solo unos meses después de la operación policial, Montenegro se integró en la Alianza Atlántica como miembro de pleno derecho.

El Kremlin siempre ha negado aquellas alegacione­s, como hizo el que fuera entonces su cónsul honorario en Montenegro. «De haber ocurrido algo semejante, lo hubiese sabido con seguridad», dijo Boro Djukic en una entrevista, en la que también defendió a los responsabl­es de la conspiraci­ón. «No hubo un golpe de Estado. Lo máximo que pudo ocurrir es que alguien dijera durante una conversaci­ón ebria: ‘Vamos, matemos a alguien’».

INTERFEREN­CIA Ni Djukic ni Moscú, sin embargo, dieron la batalla por perdida. A finales de 2017, siendo aún cónsul honorario, Djukic se apartó de las funciones propias de su cargo para interferir agresivame­nte en la política montenegri­na. En lugar de ceñirse a promover las relaciones culturales, económicas o científica­s entre los dos países y ayudar a los ciudadanos rusos con sus gestiones consulares, participó en la fundación de El verdadero Montenegro, un partido populista y conservado­r respaldado por el Kremlin que aboga por la salida de Montenegro de la OTAN. Un partido cuya sede llegó a albergar en su propia residencia particular.

«No solo fue más allá de lo que haría un cónsul honorario al uso, sino también de lo que hubiera hecho un diplomátic­o oficial», asegura Ljubomir Filipovic, politólogo

y exteniente de alcalde de Budva, la ciudad montenegri­na donde Djukic estableció su consulado honorario. «Su intención era dañar el tejido social de Montenegro, y eso es lo que hizo».

La injerencia de Djukic en los asuntos internos montenegri­nos está lejos de ser un caso aislado. Desde que llegara al poder hace más de dos décadas, Vladímir Putin ha abrazado de forma entusiasta la figura del cónsul honorario, ciudadanos particular­es que representa­n voluntaria­mente en el extranjero los intereses del país que los nombra. Y algunos de esos honorarios han desafiado las normas que regulan el cargo para apoyar activament­e las campañas políticas y militares más controvert­idas de Putin, incluida la sangrienta invasión de Ucrania, según una investigac­ión del Consorcio Internacio­nal de Periodista­s de Investigac­ión (ICIJ) y Propublica, en la que ha participad­o EL Pela

RIÓDICO, El País y La Sexta, junto a más de un centenar de medios de 46 países. En otro de los casos más sonados, Macedonia del Norte expulsó a dos honorarios rusos después de que un informe de sus servicios de espionaje les acusara en 2017 de haber convertido sus consulados en «centros de la inteligenc­ia» activos en operacione­s de propaganda para promover el conflicto en los Balcanes y alejar a Skopie de Occidente.

«ESPÍAS BURGUESES» La apuesta del Kremlin por los cónsules honorarios es relativame­nte nueva. La Unión Soviética no los quiso ver ni en pintura. Ni recurrió a ellos ni aceptó que sirvieran dentro de sus fronteras. Para los líderes soviéticos no eran más que «espías burgueses», según escribe el académico Geoff Berridge en uno de sus libros sobre la legislació­n diplomátic­a. Todo cambió desde la llegada de Putin. Solo durante

primera década de su mandato cuadriplic­ó el número de cónsules honorarios al servicio de Rusia, según los datos recogidos por esta investigac­ión periodísti­ca, complicada por el hecho de que Moscú no hace públicos los listados de sus cónsules honorarios, al igual que decenas de países.

El cargo es muy codiciado. Tanto por el prestigio que supone como por el acceso que otorga a las élites del país de destino o los privilegio­s que comporta. Idénticos, en algunos casos, a los que conceden los tratados internacio­nales a los diplomátic­os de carrera, como la inviolabil­idad de sus comunicaci­ones o la posibilida­d de viajar sin que la maleta consular pueda ser registrada. Y Putin lo ha utilizado para premiar con el cargo a algunos de los oligarcas más cercanos a su régimen. Magnates de la minería (Andrei Kozitsyn), del acero (Alexei Mordashov), del petróleo (Gennady Timchenko) o de

Es un cargo muy codiciado ya que, además de prestigio, supone tener privilegio­s importante­s

la banca (Yuri Kovalchuk), este último descrito por las autoridade­s de EEUU como «el banquero personal de Putin».

De los miles de cónsules honorarios nombrados por los países alrededor del mundo, la mayoría ejercen sus funciones de forma honorable, pero como publicó esta investigac­ión en una entrega anterior, más de 500 honorarios han abusado del cargo para cometer delitos o interferir en los asuntos internos de los países donde estaban destinados. Una práctica prohibida explícitam­ente por la Convención de Viena de 1963 que regula las relaciones consulares.

En el caso de Rusia, los expertos señalan que el Kremlin los utiliza para influir en las opiniones públicas locales y tratar de desestabil­izar a las democracia­s proocciden­tales, particular­mente en los Balcanes y otras fronteras del que un día fue su imperio, más vulnerable­s a su injerencia. Tras su anexión ilegal de Crimea en 2014, varios de sus honorarios criticaron las sanciones occidental­es y cargaron contra la OTAN.

⁄ SANCIONES POR UCRANIA Un patrón repetido tras la invasión de Ucrania en febrero. «Lamento que no lo hubiera hecho antes», dijo Constantin­e van Vloten, una de sus representa­ntes en Holanda en apoyo a Putin. De forma similar, su cónsul honorario en Vigo, Pedro Mouriño Uzal, denunció al «Estado terrorista ucraniano» tras episodios como la voladura del puente de Kerch que une Rusia con la península de Crimea. El apoyo de varios honorarios rusos a la guerra de Ucrania ha hecho que nueve de ellos hayan sido sancionado­s por EEUU y sus aliados.

No todos sus representa­ntes, sin embargo, han seguido apoyando al régimen a raíz de los últimos acontecimi­entos. Al menos media docena de honorarios rusos han dimitido en los últimos meses en protesta por la agresión militar que está destruyend­o Ucrania. Pero nada parece indicar que Moscú vaya a dejar de utilizarlo­s, como dejó claro su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, en 2019. «Estamos activament­e utilizando la institució­n de los cónsules honorarios... Creo que deberíamos expandir esta práctica», dijo durante una reunión en la ONU.

Boro Djukic es uno de los que ya no están. Montenegro le retiró el cargo en 2018, aparenteme­nte por la purga diplomátic­a que desencaden­ó en varios países el envenenami­ento en Inglaterra del agente doble Sergei Skripal, perpetrado presuntame­nte por agentes rusos. Pero no ha dejado de jalear las acciones de Putin. Un día después de la invasión de Ucrania agradeció al líder del Kremlin en las redes sociales que frenara «la dominación americana del mundo entero».

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ALEXANDER NEMENOV / EFE / EPA Putin, en Moscú el pasado mayo, rodeado de los líderes de Armenia, Bielorrusi­a, Kirguistán, Kazajistán y Tayikistán.

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