Leña al mono
Algunas declaraciones deberían fulminar a quien las dice. Otras son incomodidades
Las palabras se las lleva el viento. Es lo que dice el refrán, pero a veces no hay cierzo ni tornado que las haga desaparecer. Resuenan una y otra vez aunque la persona de la que han salido se empeñe en pasar página. Nada. No se esfuman. No hay manera. Por mucho que quiera. Nadie se libra ni de un constipado ni de un ardor de estómago en Navidad ni de una frase desafortunada. Leyes no escritas. Hay que pasarlos. Obviamente no es lo mismo que me pase a mí, que a usted, que a alguien de relevancia pública cuyos pronunciamientos son escuchados, grabados y repetidos convenientemente en las redes sociales con el único fin de darles la vuelta y sacarles punta.
Que se lo digan a Pedro Sánchez y a Fernando Grande-marlaska con sus controvertidas declaraciones sobre la gestión del Gobierno y del Ministerio del Interior de la tragedia de Melilla con una veintena de muertos («bien resuelto», dijo Sánchez; «no ha habido pérdidas humanas en territorio español», según el ministro); al líder del PP Alberto Núñez Feijóo sobre libros que no ha leído («1984, el libro escrito ese año»); a la ministra Irene Montero acusando al PP de «promover la cultura de la violación»; o al propio presidente aragonés, Javier Lambán, afirmando que «a España le habría ido mejor» con Javier Fernández al mando del PSOE. Y son solo algunas de las perlas más recientes. Las hay y gordas en la hemeroteca, pero no se trata de hacer sangre. Bastante tienen los protagonistas con deshacer el entuerto cuando toca. Y alguno tiene más nudos que un barco de pesca gallego.
Evidentemente hay unas declaraciones más inapropiadas que otras. Algunas resultan tan graves que deberían fulminar a quien las pronuncia si realmente lo que está haciendo es verbalizar un pensamiento y no un simple lapsus. Más aún si la boca promulgadora es reincidente. En cambio, cuando se trata más de una inconveniencia que de una aberración u ofensa debería quedarse en el apartado de incomodidades sin mayor trascendencia.
Todos sabemos identificar cuándo pertenece a un ámbito u otro y por eso no deberían tener cabida ni las maledicencias ni el aprovechamiento electoralista por parte de nadie. Que bastante chicha gratuita existe como para rebuscarla en la basura. Con esto último me refiero a aquellos olfateadores que perciben el hedor a kilómetros de distancia. Y les encanta. Y se rebozan en él. Y sacan provecho. Claro. Como diría el expresidente reconvertido en articulista Mariano Rajoy, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Que luego no pidan clemencia porque quien escupe hacia arriba, tarde o temprano, se ve salpicado. Y suerte si no es en toda la cara. Pura física.
«Que se lo digan a Pedro Sánchez y a Grande-marlaska con sus declaraciones sobre la tragedia de Melilla»