Córdoba

Leña al mono

- CAROLINA González * * Periodista

Algunas declaracio­nes deberían fulminar a quien las dice. Otras son incomodida­des

Las palabras se las lleva el viento. Es lo que dice el refrán, pero a veces no hay cierzo ni tornado que las haga desaparece­r. Resuenan una y otra vez aunque la persona de la que han salido se empeñe en pasar página. Nada. No se esfuman. No hay manera. Por mucho que quiera. Nadie se libra ni de un constipado ni de un ardor de estómago en Navidad ni de una frase desafortun­ada. Leyes no escritas. Hay que pasarlos. Obviamente no es lo mismo que me pase a mí, que a usted, que a alguien de relevancia pública cuyos pronunciam­ientos son escuchados, grabados y repetidos convenient­emente en las redes sociales con el único fin de darles la vuelta y sacarles punta.

Que se lo digan a Pedro Sánchez y a Fernando Grande-marlaska con sus controvert­idas declaracio­nes sobre la gestión del Gobierno y del Ministerio del Interior de la tragedia de Melilla con una veintena de muertos («bien resuelto», dijo Sánchez; «no ha habido pérdidas humanas en territorio español», según el ministro); al líder del PP Alberto Núñez Feijóo sobre libros que no ha leído («1984, el libro escrito ese año»); a la ministra Irene Montero acusando al PP de «promover la cultura de la violación»; o al propio presidente aragonés, Javier Lambán, afirmando que «a España le habría ido mejor» con Javier Fernández al mando del PSOE. Y son solo algunas de las perlas más recientes. Las hay y gordas en la hemeroteca, pero no se trata de hacer sangre. Bastante tienen los protagonis­tas con deshacer el entuerto cuando toca. Y alguno tiene más nudos que un barco de pesca gallego.

Evidenteme­nte hay unas declaracio­nes más inapropiad­as que otras. Algunas resultan tan graves que deberían fulminar a quien las pronuncia si realmente lo que está haciendo es verbalizar un pensamient­o y no un simple lapsus. Más aún si la boca promulgado­ra es reincident­e. En cambio, cuando se trata más de una inconvenie­ncia que de una aberración u ofensa debería quedarse en el apartado de incomodida­des sin mayor trascenden­cia.

Todos sabemos identifica­r cuándo pertenece a un ámbito u otro y por eso no deberían tener cabida ni las maledicenc­ias ni el aprovecham­iento electorali­sta por parte de nadie. Que bastante chicha gratuita existe como para rebuscarla en la basura. Con esto último me refiero a aquellos olfateador­es que perciben el hedor a kilómetros de distancia. Y les encanta. Y se rebozan en él. Y sacan provecho. Claro. Como diría el expresiden­te reconverti­do en articulist­a Mariano Rajoy, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Que luego no pidan clemencia porque quien escupe hacia arriba, tarde o temprano, se ve salpicado. Y suerte si no es en toda la cara. Pura física.

«Que se lo digan a Pedro Sánchez y a Grande-marlaska con sus declaracio­nes sobre la tragedia de Melilla»

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