Córdoba

El trabajo y el cuidado

Es la única ética válida para nuestros días: la del trabajo como interrelac­ión con la tierra y la del cuidado como forma responsabl­e y amorosa de hacerlo

- ANTONIO MIALDEA Antonio Mialdea es profesor de Filosofía

Hace algunos años afirmaba Leonardo Boff, uno de los padres de la Teología de la Liberación, que existen sólo dos formas de ser en el mundo: el trabajo y el cuidado. Formas de estar en el mundo hay muchas, demasiadas, basta con echar un vistazo a nuestro alrededor. No me pongo a enumerar porque no acabo y no trato ahora de esto, aunque lo haré en otro artículo. Formas de ser sólo estas dos: trabajar y cuidar. Ambas nos remiten a tiempos verdaderam­ente ancestrale­s del Universo. El cuidado, incluso, mucho más anciano que el trabajo. Os remito a la lectura de las fábulas de Hyginio, quien estuvo al servicio del emperador romano César Augusto y, por tanto, muy cercano en el tiempo a Jesús de Nazaret. El trabajo, como digo, es más joven. Prácticame­nte nos acompaña desde hace diez milenios mientras que el cuidado es radicalmen­te esencial al ser humano. Sin cuidado, es imposible que exista esto que llamamos ser humano. El trabajo nos permite interactua­r con la madre tierra, porque no somos otra cosa que tierra (hummus=tierra=hombre) y el cuidado nos permite preocuparn­os, mostrar interés, responsabi­lidad, afecto y amor hacia todo aquello con lo que interactua­mos.

Sé que es difícil hoy mostrar de manera analítica tanto el trabajo como relación del ser humano con el Universo cuanto el cuidado como forma especial de realizarlo. Nuestras sociedad son tan complejas actualment­e que la disección fenomenoló­gica no resulta una tarea fácil. En cualquier caso sí podemos constatar un dato evidente: a medida en que nos transforma­mos en seres cada vez más pendientes, incluso dependient­es, de la tecnología, se nos abre un universo cada vez más inmenso, más profundo, casi infinito que nos deja como dejó a Juan de la Cruz hace cinco centurias la contemplac­ión de la inmensidad de lo Real en sí mismo: con un no sé qué que quedan balbuciend­o. Aunque sea tarea ardua, no tenemos excusa para escabullir­nos o seguir demorando nuestra única misión en el Universo: trabajar y cuidar la madre tierra, a pesar de que seamos sólo y exclusivam­ente un puntito realmente minúsculo en el universo. Todas las institucio­nes humanas, políticas, religiosas, sociales, culturales, educativas deben poner sin demorar manos a la obra, no sólo para conciencia­r, sino para actuar en pro de este objetivo, de esta misión. Es la única ética válida para nuestros días: la del trabajo como interrelac­ión con la tierra y la del cuidado como forma responsabl­e y amorosa de hacerlo. Que cada uno aproveche según su caudal de espíritu, que también diría el místico carmelita. Es decir, que cada uno actúe desde su propio ámbito para que poco a poco seamos más consciente­s y proactivos en la única razón por la que somos en este vastísimo Universo. Precisamen­te la inmensidad de éste es la que proporcion­a al ser humano la utopía, la esperanza de dejar a nuestra descendenc­ia un mundo mejor del que tenemos en la actualidad. Pero atención, no olvidemos que el cuidado como preocupaci­ón, compromiso, responsabi­lidad y afecto es el que nos tiene que mover con urgencia a sentar las bases para que todos los seres humanos tengan, con la absoluta dignidad y derecho que poseen y merecen, su particular interrelac­ión con la madre tierra a través de su trabajo. Sin el acceso a un trabajo digno, no es posible cuidado alguno porque el ser humano-tierra cae en la desesperan­za, en el caos. Así que pongamos cada uno lo que esté en sus manos para que no estemos contando continuame­nte los días que nos quedan.

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Por Brenes

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