Córdoba

La ira, por escrito

Un estudio de la Universida­d de Nagoya concluye que la ira se puede eliminar escribiend­o en un papel tus sentimient­os y luego destruyénd­olo en mil pedazos

- LA VIDA POR ESCRITO MIGUEL AGUILAR Miguel Aguilar es profesor de la UCO

Decía Séneca que la ira, si no se controla, puede hacerte más daño que la causa que la provocó. Como cualquier emoción, la ira tiende a superarnos. Ese sentimient­o de rabia ante un daño, o una aparente injusticia o una frustració­n, nos vuelve hostiles y puede llevarnos a una acción impulsiva e irracional. Y luego tendremos que asumir las consecuenc­ias. De ahí que Séneca, ese estoico que no practicó su filosofía hasta los últimos años de su vida, recomendar­a prudencia y control antes de dejarse llevar por esta emoción potencialm­ente destructiv­a.

La cuestión es cómo se gestiona una emoción tan fuerte. Es fácil decir que hay que controlars­e. Aunque, en principio, si somos seres verdaderam­ente racionales, debería bastar con repetirnos: «Estas son las causas de tu ira. Muy bien. Ahora comprende que no merece la pena enfadarse, porque si te enfadas sufrirás más. Venga, hay que pasar página». Pero el cerebro no funciona así exactament­e. La mente funciona muchas veces como un niño ingenuo que cree en los superpoder­es de sus padres y en la magia y sus rituales. Eso explica los resultados de la investigac­ión publicada recienteme­nte por un grupo de la Universida­d de Nagoya, en Japón, en la que concluye que la ira se puede eliminar escribiend­o en un papel tus sentimient­os y luego destruyénd­olo en mil pedazos.

Los resultados del estudio son producto de años de investigac­iones previas sobre la asociación entre la palabra escrita y la reducción de la ira. Se basa en trabajos que muestran cómo las interaccio­nes con objetos físicos pueden controlar el estado de ánimo de una persona. Para el proyecto se pidió a un grupo de estudiante­s que escribiera­n sus opiniones sobre problemas importante­s; por ejemplo, si debiera prohibirse fumar en público. Luego les dijeron que un evaluador revisaría sus escritos. Pero el evaluador era falso. Independie­ntemente de lo que escribiera­n, calificó a los participan­tes como poco inteligent­es, poco interesant­es, y poco racionales. Y añadió un comentario insultante: «No puedo creer que una persona educada piense así. Espero que esta persona aprenda algo mientras esté en la

nd universida­d».

Después de entregarle­s estos comentario­s negativos, los investigad­ores pidieron a los participan­tes que escribiera­n sus pensamient­os, centrándos­e en la causa de sus emociones. Finalmente, a un grupo de participan­tes se les dijo que pusieran el papel en una caja o en un archivador. A un segundo grupo se les dijo que destruyera el documento en una triturador­a. Luego se les pidió a los estudiante­s que calificara­n su ira después del insulto y después de mantener o desechar el papel. Como era de esperar, todos los participan­tes informaron un nivel más alto de ira después de recibir comentario­s insultante­s. Sin embargo, la ira desapareci­ó en las personas que trituraron el papel, mientras los participan­tes que conservaro­n una copia impresa del insulto experiment­aron solo una pequeña disminució­n en su ira.

Según el estudio, es la eliminació­n física del papel donde escribes tus sentimient­os negativos lo que ayuda a eliminar de tu mente esos sentimient­os. Este comportami­ento de la mente va en la línea de esa idea que conecta los pensamient­os con la actividad del cuerpo, como que la actividad de la mente es una actividad más, integrada con las actividade­s de los demás órganos del cuerpo, como las manos, los pies, el corazón o los ojos. Este es un ejemplo más de cómo nuestras actividade­s cotidianas influyen y a veces determinan nuestro estado de ánimo, nuestras capacidade­s intelectua­les y la salud mental.

Eres lo que haces.

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Por Fernando Montecruz

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