La virtud y la ética
El desasosiego por ambas partes se mantuvo y aumentó hasta que tuvo fin la tanda de penalties. La angustia colectiva en ambas ciudades fue creciendo desde el minuto 76 en el que empató el equipo inglés. La ansiedad colectiva ebulle no sólo en el estadio sino ante las pantallas de televisión. Era la típica ansiedad hipermoderna porque los minutos se hacían interminables para el Madrid y escasos para el objetivo del City.silencio sepulcral en el lanzamiento fatídico del penalti. El espectador no era notario del encuentro ni de la capacidad de resistencia del Madrid. Solamente era un observador que cerraba los ojos. Notarios fueron los entrenadores de ambos equipos. Sobre todo, el árbitro quien da fe de que el balón del último lanzamiento no entró en la red.
La identidad del Real Madrid se basa en la de su oponente que estaba en su casa, animado por sus miles de seguidores. Su resistencia fue su identidad. Y su acierto final, a la hora fatídica, le permitió triunfar.
La resistencia fue virtud y la ética de los jugadores fue elemento esencial para alcanzar la felicidad. El otro siempre presente en continuado ataque. Atacar y resistir fue la naturaleza del juego. Obrar bien y triunfar es igual que ser feliz.
El Madrid siempre tuvo presente la fortaleza del City. Al vencer, la felicidad se trasladó a sus seguidores. En ese momento el bien del equipo se transforma en una felicidad superior a la del entrenador. Hubo comunión entre los jugadores de cada club. Esa comunión constituyó la mentalidad e identidad de los dos en contienda.
Los del Madrid se sacrificaron hasta el minuto final y acertaron. Eran distintos, los dos equipos, pero se trataron como iguales en dignidad. Ninguno y en ningún momento perdió su dignidad. La elegancia reinó en el escenario cuando los dos entrenadores se saludaron y despidieron.