Córdoba

Emilio de Justo y El Cid se lucen

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La ganadería de La Quinta, que echó un encierro variado, bien presentado y muy en el tipo de su encaste Buendía-santacolom­a, marcó el verdadero hilo argumental de una corrida en la que Emilio de Justo cortó una oreja de cada uno de sus enemigos y El Cid se llevó un trofeo del excelente primero, Dorado.

Fue un festejo que se vivió muy pendiente del juego de los toros de una de las vacadas que había despertado más interés dentro del elenco ganadero de la Feria de Abril. En el cuadro de honor del ciclo hay que inscribir ya el juego de ese Dorado que fue muy bien picado por Manuel Espartaco después de que El Cid se templara a la verónica.

Pero el toro, que ya se había descolgado con importanci­a en la brega, iba a cantar su excelencia en la primera ronda de muletazos rebosándos­e en los embroques con ese puntito de quererse ir sin irse que otorga el tranco de más. En la faena del diestro de Salteras hubo dos partes claramente diferencia­das: una primera fase correcta, sin romperse del todo, y una definitiva explosión, con la muleta en la diestra, en la que hubo reunión y acople.

La cosa había roto definitiva­mente en un trincheraz­o que cosió a una tanda de redondos, muy vertical la planta, que amarró con un gran pase de pecho. El animal seguía mostrando su boyantía y la faena mantuvo ese buen nivel hasta los ayudados finales antes de que una fea estocada descompusi­era en parte su desenlace. Manuel paseó una

oreja y Dorado recibió los honores de una vuelta al ruedo póstuma.

El saltereño se las iba a ver en segundo lugar con un ejemplar de embestida muy en Saltillo al que sólo se podía torear abriéndole los caminos y empujándol­e siempre hacia delante. Manuel se comprometi­ó en una labor de colocación cruzada mientras el animal se orientaba, acometiend­o al paso y sabiendo lo que se dejaba atrás.

En cualquier caso, el triunfador numérico del festejo iba a ser Emilio de Justo por dos faenas de muy distinta factura y trascenden­cia. La primera se la instrument­ó a un interesant­e tercero al que toreó a veces un punto mecánico, retirándol­e la muleta de la cara hasta el punto de acrecentar su tendencia a distraerse. Hubo un buen principio, sobre el pitón derecho, y un trepidante final que sumado a la estocada rinconera y fulminante validó el trofeo.

Pero el diestro de Cáceres iba a

dar otra dimensión con el sexto, segurament­e el ejemplar más duro y problemáti­co del variado envío de Fuenlahigu­era, la finca palmeña en la que pastan estos buendías de la familia Martínezco­nradi. Fue un animal brusco, bruto y violento con el que dio la barba de verdad en una valerosa labor que acabó metiendo al bicho en la canasta. La estocada alentó la petición de la oreja, la tercera que ha paseado en esta Feria.

En medio de ambos salió Daniel Luque que toreó con precisión de reloj suizo al peor lote del envío. Fueron dos toros que, con sus matices, compartier­on idénticas pautas de comportami­ento. El segundo era soso y sin alma y el quinto, pajuno y sin raza pero con guasa sorda. A ambos los toreó perfecto en la colocación, los cites, las alturas, los toques, las distancias… Fue una auténtica lección de superiorid­ad profesiona­l, de magisterio absoluto.

 ?? Joaquin Corchero / Europa Press ?? El diestro Emilio de Justo cortó ayer dos orejas en Sevilla.
Joaquin Corchero / Europa Press El diestro Emilio de Justo cortó ayer dos orejas en Sevilla.

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