Cervantes y Córdoba
El gigante de las letras españolas es de todos
Cervantes es de Córdoba y esto lo explica todo. La fiebre y el delirio, la potencia poética y la espuma rutilante de amaneceres ásperos y rugientes escribiendo Córdoba. No teníamos bastante con Séneca y Lucano, Averroes y Maimónides, Góngora, el Duque de Rivas y Cántico: ahora sabemos que también Miguel de Cervantes Saavedra puede ser cordobés. Lo ha contado muy bien Alfredo Valenzuela y lo ha descubierto el investigador José Contreras y Saro, en una conferencia este mismo jueves en el Ateneo de Sevilla, durante un homenaje a Adolfo Rodríguez Jurado. Resulta que este mismo Rodríguez Jurado presentó en 1914, ante Alfonso XIII, un documento en el que Miguel de Cervantes Saavedra afirma ser «natural de Córdoba». Según se prueba ahí, Cervantes interviene como testigo en un proceso judicial incoado en 1593. En ese documento, al parecer ya conocido por los cervantistas, aparece dos veces la firma de Cervantes y detalla que es vecino de Madrid y «natural de Córdoba». Tiene 46 años y está en Sevilla escribiendo Rinconete y Cortadillo. Al intervenir en el proceso a favor de un tal Tomás Gutiérrez, va a dejar una pista que 431 años después servirá a José de Contreras para descubrirnos que Miguel de Cervantes no ha nacido en Alcalá de Henares, sino en Córdoba. Tras hacerlo público Adolfo Rodríguez Jurado en 1914, en pleno regeneracionismo y justo en el albor de la Gran Guerra, el papel se pierde misteriosamente. José de Contreras lo ha encontrado entre los legajos de Luis Montoto, cuyos herederos entregaron a la Universidad de Sevilla.
Pero no todo es alegría cervantina en Córdoba. En un digital, Enrique Soria, catedrático de Historia Moderna y responsable del Laboratorio de Estudios Judeoconversos de la Universidad de Córdoba, sacude la ilusión de un plumazo: «Lamentablemente para los que hayan creído esta «fake news» histórica (…), la cuna de Miguel de Cervantes no es otra que la villa de Alcalá de Henares, como asume casi toda la historiografía científica dominante. La compuesta por especialistas, claro está, y no por aficionados». No desmiente la afirmación, ni la firma de Cervantes, sino que critica el carácter «aficionado» del investigador. Sigue: «Lo que Cervantes quiso decir, seguramente, en la declaración testifical que se ha sacado a la palestra, es que se sentía cordobés». Es fantástico que Enrique Soria nos asegure lo que Cervantes quiso decir; pero, por ahora, me quedo con lo que dejó escrito. Cervantes cordobés, andaluz, universal. Ahora lo veo más hondo caminando por la plaza del Potro. El gigante es de todos, pero resulta enternecedor ver cómo algunos salen a defender el chiringuito antes de interesarse en descubrir la verdad.