Hasta el fin del mundo
Viggo Mortensen, el actor que nos deslumbró en Promesas del Este y tantas otras producciones, escribe el guion, dirige, actúa y pone música a esta su segunda película -después de Falling- detrás de la cámara. Hombre polifacético, la creación artística es su vida, además de su conocida faceta cinematográfica es poeta, músico, fotógrafo y pintor. Y todo ello se ve reflejado en este western, una historia de época con bastantes ecos en lo contemporáneo. La cinta está situada temporalmente en los años en que América se debatía en una guerra civil; sin embargo, cuando el protagonista se alista como soldado, la cámara no irá con él, sino que permanecerá junto a la coprotagonista, la mujer que conoció en el puerto de San Francisco y viajó con él, abandonando una cómoda posición social, hasta un lugar fronterizo e inhóspito, enamorada, aunque sin entender la sorpresiva decisión de su pareja. La actriz que encarna a esta mujer, que acaba apoderándose de la pantalla, gracias a su saber estar ante la cámara transmitiendo sentimientos y poseedora de una mirada de lo más magnético, no es otra que Vicky Krieps (muy recordada por su participación en El hilo invisible, La isla de Bergman …) ; y, aunque no es la primera vez que se rompe el tópico del protagonista masculino en una película del Oeste, ahí está la emblemática Johnny Guitar, sin duda es una apuesta valiente y muy actual del director.
En este drama decimonónico, Mortensen demuestra un dominio total del oficio cinematográfico, metiéndose en el bolsillo al espectador, sin perder el pulso narrativo y sabiendo imprimir el tempo justo, en un ritmo tranquilo, que solo se dispara cuando lo pide la historia. La fotografía de Marcel Zyskind es tan efectiva en exteriores como cuando retrata en interiores a la protagonista, iluminando planos que parecen inspirados en la obra de Johannes Vermeer, mientras espera la vuelta del hombre que marchó a la guerra en una decisión poco madurada quizás y de la que puede que se arrepienta el resto de su vida.