¿Quién duda de la ascendencia cordobesa de Cervantes?
Hasta inicios del siglo XX no comenzó a hablarse de la procedencia cordobesa de la familia de Cervantes. En 1914, Rodríguez Jurado vinculó la cuna del autor de ‘El Quijote’ con Córdoba, siendo cuestionado entonces como ahora lo ha sido José de Contreras y
La incertidumbre ha rodeado desde hace décadas al lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, sobre todo porque el reconocimiento era una marca que honorificaba al municipio que pudiera demostrarlo. Por eso, el debate reabierto ahora tras la intervención del investigador José de Contreras y Saro en el Ateneo de Sevilla al asegurar que Cervantes era natural de Córdoba rápidamente se ha convertido en objeto enfrentamiento intelectual. Y la polémica no es nueva, ni tampoco el documento que se catalogó en 2016 en los fondos de la Universidad de Sevilla y que había permanecido olvidado desde que fuera descubierto en 1914 por el académico Adolfo Rodríguez Jurado. Sin embargo, como entonces, las reacciones valorando y cuestionando la noticia no han tardado en llegar, aunque también las valoraciones de lo que puede suponer para Córdoba ser la cuna de Cervantes en una ciudad que ha permanecido demasiado ajena, como reconocen historiadores e investigadores, a una figura que, y eso sí está constatado, tiene sus raíces familiares en Córdoba. Curiosamente, el mismo año en el que Rodríguez Jurado dio a conocer el documento que unía el nacimiento de Cervantes a
Córdoba, un reconocido cervantista, académico de la Real Academia Española y director de la Biblioteca Nacional, Francisco Rodríguez Marín, resultó premiado en los Juegos Florales celebrados en Córdoba a finales de mayo de 1914. Tanto el ‘Diario de Córdoba’ como el ‘El Defensor de Córdoba’ informaron en sus ediciones del 1 de junio de 1914 del premio concedido a Rodríguez Marín. Incluso, el ‘Diario de Córdoba’ publicó una síntesis entre el 6 y el 10 de junio.
El texto íntegro, que fue publicado en Madrid, remarcaba el lugar principal de Córdoba en la biografía cervantina: «Quede Alcalá de Henares, como es de justicia, en quieta y pacífica posesión de su legítimo título de madre del escritor incomparable que llena el mundo con su gloriosa fama; pero sépase desde hoy que si el gran Cervantes fue castellano y alcalaíno por el hecho fortuito y momentáneo del nacer, por toda su ascendencia paterna no fue sino andaluza y cordobesa la sangre que regó aquel nobilísimo corazón y dio robusta vida e ideas luminosas a aquel portentoso cerebro...». En esta publicación, Rodríguez
Marín hablaba del debate abierto, como ha sucedido ahora, al publicarse el discurso de Adolfo Rodríguez Jurado en el que daba a conocer el pleito en el que Miguel de Cervantes declaraba dos veces como testigo y decía ser natural de Córdoba. Precisamente, reconocía lo habitual que era el apellido Cervantes en Córdoba, aunque los «historiógrafos y eruditos de Córdoba no pensasen en relacionarlo con el autor del ‘Quijote’». Así, Rodríguez Marín remarcará que la «primera sospecha» de que Cervantes fuera oriundo de Córdoba
no puede remontarse más allá del año 1899, cuando el propio Rodríguez Marín lo sugirió en un texto publicado en ‘El Noticiero Sevillano’ en octubre de 1899, ahondando después en unas pruebas de Juan de Cárdenas, que era de Córdoba, en las que, el 9 de octubre de 1555, Juan de Cervantes decía que era vecino de Córdoba y de la colación de Santo Domingo. Incluso, Ramírez de Arellano, en 1904, localizó en el Archivo de Protocolos de Córdoba una escritura firmada por el «licenciado Cervantes» en 1511. Los orígenes de la familia Cervantes se pueden vincular, al menos, con los bisabuelos del escritor, Rodrigo de Cervantes y Catalina de Córdoba, vecinos de las ciudad, siendo su hijo, Juan de Cervantes, abuelo paterno del autor de ‘El Quijote’, nacido en Córdoba, mientras que su abuela, Leonor de Torreblanca, era natural de Baena. Y no hay que olvidar que el licenciado Juan de Cervantes fue alcalde de Baena, Cabra e Iznájar. Rodríguez Marín seguiría ahondando en los orígenes cordobeses de Cervantes hasta que, tres meses antes del trabajo premiado en los Juegos Florales de Córdoba de 1914, el cervantista Adolfo Rodríguez Jurado dio a conocer el ahora recuperado documento del proceso contra Tomás Gutiérrez. Rodríguez Jurado recogerá esa declaración de Cervantes en la que indicó ser «vesino de la villa de madrid y natural de la ciudad de cordova».
El olvido
Alejados del debate histórico, lo cierto es que Córdoba, como reconocen historiadores e investigadores en su obra, tiene una deuda con el autor de ‘El Quijote’ por la enorme vinculación con la ciudad y con la provincia, no solo por su ascendencia o posible nascencia, sino también por los años en los que residió en la ciudad siendo niño o después en la edad adulta. El profesor Diego Martínez Torrón, que publicó en 2020 una edición de ‘El Quijote’, advierte de que cada «poco tiempo» surgen debates sobre el nacimiento de Cervantes. De lo que no tiene duda es de la «clara» vinculación de la familia del escritor con Córdoba. «Creo que deben destacarse los textos sobre el tema que escribió ese gran cervantista que fue Francisco Rodríguez Marín, tan injustamente atacado luego por filólogos de rango muy inferior, y cuyo valor no me canso de defender. Rodríguez Marín ha documentado muy bien la relación de Cervantes con nuestra ciudad, y también con Sevilla», explica. Martínez Torrón resalta el «olvido» de Córdoba con Cervantes. «Me parece que haría falta seguir la pista de la genealogía, documentos y trayectoria vital completa del presumible Miguel de Cervantes cordobés, teniendo en cuenta que era un apellido no tan raro en la época. Es todo un problema de documentación y de archivo. Y luego de demostrar y fundamentar las teorías al respecto», señala.
El profesor y autor de la novela histórica ‘El hidalgo don Rodrigo de Cervantes’ (Dauro, 2024), Francisco del Valle, considera que la ciudad «no ha sabido reconocer su relación con Cervantes». «Se ha olvidado en Córdoba la figura de Cervantes», indica. Quizás, reabierto el debate, sea el momento de que Córdoba vuelva su mirada hacia el creador de la novela moderna.
Las reacciones cuestionando la noticia no han tardado en llegar como en 1914
Martínez Torón: «Haría falta seguir la pista de la genealogía, documentos y trayectoria vital»
Otro toro de nombre Bastonito, como el famoso y fiero ejemplar que lidió un heroico César Rincón en el San Isidro de 1994 y marcado con el mismo hierro de Baltasar Ibán, hizo vibrar ayer con su bravura a la afición madrileña, como excepción de un festejo espeso.
El bravo ejemplar le correspondió en suerte, buena o mala, a Francisco de Manuel en quinto lugar, justo cuando la corrida, con dilatadas y deslucidas lidias, había caído en una sima de tedio que parecía ahondarse aún más hacia su final.
Pero salió ese negro salpicado, el de más cuajo y seriedad del sexteto, y el panorama iba cambiando radicalmente
a cada embestida entregada y descolgada que pegó a los capotes antes de protagonizar un espectacular tercio de varas, arrancándose de largo y empleándose de verdad ante el excelente y domado caballo que Luis Alberto Parrón movió con maestría.
Parte de la afición pidió a la presidencia que se le pusiera para un tercer puyazo, mientras que la cuadrilla pasaba unos inexplicables apuros para dejar las banderillas. Lució el toro De Manuel, que fue muy generoso con él, pero a medida que avanzaba la faena, la calidad de Bastonito, que hacía «el avión» en cada embestida, iba sobresaliendo más y más al tiempo que el torero no lograba concretar .
Acabó así un tanto aburrido el de Ibán, saliéndose algo distraído de las suertes, como perdiendo el interés, pero no tanto como para que a su muerte gran parte del público solicitara a voces que se le diera la vuelta al ruedo en el arrastre.
Hasta entonces, la corrida transcurría con una espesa lentitud, por culpa básicamente de la falta de casta de cuatro toros terciados que apenas tuvieron unas pocas y cortas arrancadas sin celo.
El mexicano Ernesto Tapia Calita solventó la papeleta con un seguro y bien desarrollado oficio, lo mismo para imponerse al peligro sordo del primero que para destacarse con valiente entrega frente a los cortos arreones del cuarto, que nunca bajó sus aparatosos pitones por debajo del palillo de la muleta.
También estuvo solvente De Manuel con el primero de su lote, intentando prolongar con temple y a media altura el nulo celo que le quedó al terciado ejemplar, mientras que Álvaro Alarcón le puso paciencia, sin exigirle apenas, a un tercero con hechuras de raza navarra que siempre amagó con rajarse, para luego alargarse sin mucha claridad de ideas con el también descastado ibán que salió tras ese que ya será otro célebre