Siempre nos quedará mañana
Paola Cortellesi, después de una larga carrera como actriz, ha conseguido en su país, Italia, un gran éxito comercial con este su debut como directora, superando en taquilla a grandes producciones como Barbie y Oppenheimer. Tiene mérito, ya que estamos ante una cinta fotografiada en excelente blanco y negro por Davide Leone, homenajeando aquellos títulos que conformaron el Neorrealismo italiano, un movimiento que se caracterizó, entre otras cosas, por el rodaje en escenarios naturales y con intérpretes naturales no profesionales (características que no se cumplen en la producción que hoy nos ocupa). Además, el filme no esconde ciertos aspectos de modernidad cuando aparece la banda sonora, que firma Lele Marticelli, trufada de bellas canciones de Lucio Dalla, Achille Togliani, Fiorella Bibi… sin preocupación alguna por los anacronismos.
El guion, escrito por la directora -también protagonistajunto a Furio Andreotti y Giulia Calenda, sitúa la historia en plena posguerra, cuando aún permanece por las calles algún destacamento de soldados norteamericanos. El tema que aborda, sumamente delicado (la violencia doméstica y un incierto futuro de libertad para la mujer) es tratado con bastante originalidad, arriesgando en la forma al optar por pasajes donde el humor y la música rompen el tono de este melodrama tan inusual, con influencias de la comedia del arte, donde las coreografías irrumpen para resolver con originalidad los momentos más duros. No olvidemos que este cuento triste comienza cada día con una mujer en la cama dando los buenos días al marido, que responde con una bofetada. Oprimida por la situación familiar que vive, solo consigue ilusionarse gracias a los encuentros con su amiga en el mercado, o cuando tropieza con su primer amor, frente a los insultos y la violencia física y psicológica de un monstruo con forma de marido. El posible futuro casamiento de la hija influirá en el relato de manera decisiva. En fin, un relato desgraciadamente actual.