EEUU sopesa sanciones al tribunal de La Haya por imponer límites a Israel
Indignación en Washington después de que el Tribunal Penal Internacional haya pedido por primera vez en la historia la imputación de los líderes electos de uno de sus férreos aliados
Binyamín Netanyahu podría sumarse pronto a la misma lista de fugitivos de la justicia internacional a la que pertenecen Vladímir Putin, Joseph Kony, Omar al-bashir o Saif al-islam Gadafi. La pelota está ahora en el tejado de los tres jueces del Tribunal Penal Internacional (TPI) encargados de decidir sobre las recomendaciones del fiscal Karim Khan, que el lunes solicitó el arresto del primer ministro israelí y su titular de Defensa por presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos en Gaza. Nunca antes Israel se había enfrentado a nada semejante. Décadas de impunidad en los Territorios Ocupados están ahora en entredicho. El golpe es mayúsculo, de ahí que la contraofensiva legal y política del Estado judío y sus aliados no haya hecho más que comenzar.
Khan no solo ha roto el tabú que protegía a los dirigentes israelís de rendir cuentas ante la justicia internacional. Por primera vez en la historia del TPI ha solicitado la imputación de los líderes electos de un férreo aliado de EEUU y de un país que se considera a sí mismo una democracia occidental. Un antes y un después para un tribunal que solo ha imputado hasta ahora a señores de la guerra del mundo pobre y el campo antioccidental. «Algunos líderes electos han hablado conmigo y han sido muy crudos. ‘Este tribunal se construyó para África y para matones como Putin’, me dijo uno de esos altos cargos», le contó ayer a la CNN el propio Khan, al que muchos habían tildado hasta ahora de proisraelí por sus reticencias a mover ficha frente a las denuncias presentadas ante el TPI por los palestinos desde que asumió el cargo en 2021. Khan también ha solicitado órdenes de arresto contra tres líderes de Hamás por la masacre del 7 de octubre.
Organizaciones como Amnistía Internacional han celebrado su decisión, vista como «una oportunidad para acabar con el ciclo de impunidad en Israel y los Territorios Ocupados Palestinos». Pero también ha puesto al TPI, del que forman parte más de 120 país, en colisión
directa con EEUU, que al igual que Israel, Rusia o China no reconoce su jurisdicción. En Washington la reacción ha sido furibunda. Biden afirmó que la decisión era «escandalosa», mientras el Congreso empezaba a mover ficha para castigar al tribunal por su osadía. Los republicanos han presentado un proyecto de ley en la Cámara de Representantes para sancionar a los jueces y fiscales del TPI que investiguen a ciudadanos estadounidenses o a sus aliados, según Axios.
Intimidación y amenazas
«El Congreso está evaluando todas las opciones, incluidas las sanciones, para castigar al TPI y garantizar que su liderazgo enfrenta consecuencias si sigue adelante», dijo ayer el presidente de la Cámara baja, el republicano Mike Johnson. Las amenazas contra el TPI llevaban semanas cocinándose. Tanto desde Israel como de EEUU, según denunciaron un grupo de expertos de Naciones Unidas el 10 de mayo. «Es alarmante ver cómo países que se consideran campeones del Estado de derecho tratan de intimidar a un
tribunal internacional independiente e imparcial para tratar de prevenir la rendición de cuentas», dijeron en un comunicado. Países como Francia y Bélgica han salido a defender la «independencia» del tribunal, mientras el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, recordaba que «los países que han ratificado el TPI están obligados a honrar sus decisiones», en un desafío a la postura estadounidense.
En Israel la preocupación es manifiesta. Los tradicionales diques de contención se están rompiendo. En la Corte Internacional de Justicia (el otro tribunal internacional) está siendo juzgado por genocidio. Universidades de todo el mundo han anunciado desinversiones de sus empresas. Países como Canadá, Bélgica o España han suspendido las exportaciones de armas. Y figuras como el expresidente Reuven Rivlin han advertido que el país «está a un paso del ostracismo internacional». Pero lejos de replantearse su devastadora ofensiva en Gaza, la maniobra del CPI solo ha logrado que la clase política israelí vuelva a cerrar filas en torno a su líder.