EL NOVIO ESTUPEFACTO. Vestido de marinerito.
Manos unidas, nubes… Así es la ‘foto fija’ del loco mundo de las bodas en miniatura. ¡‘Influencers’, todas a posar!
Mayo es sinónimo de comuniones. Y claro, A. y yo, que no nos perdemos un sarao, teníamos una, así que nos pusimos los mejores outfits que encontramos en Pinterest y fuimos dispuestos a ver cómo han cambiado… Yo la hice de milagro: en dos años de catequesis sólo acudí tres días y la monja se negaba a dejarme porque decía que no contaba con los conocimientos necesarios. Mi familia, que no sabía nada, ya tenía el restaurante y el traje de marinerito preparado. Sinceramente, temía más a mi madre y la bronca que me iba a echar que a la ira de Dios. Así que barrí la iglesia, recé un par de ave marías (cuando serás mía) y, en la repesca, la monja decidió que ya podía ser digno. A. no está ni bautizada y lo más cerca que ha estado de Dios fue cuando la rocié con agua bendita en Notre Dame. Para el día a día, oficialmente bautizada. Lo mejor del evento es analizar los modelitos de los invitados. La peripuesta con pamela, el que va con el pecho al aire, el de las zapatillas… y sobre todo disfrutamos con lo que A. llama los vestidos inflamables, esos que son como de baratillo, fabricados con más plástico que un Buzz Lightyear y que como te roces mucho salen ardiendo. No recomendados para el reguetón. De las comuniones, me fascina el álbum que les hacen a los niños. ¿Por qué no vuelves a repetir en tu vida esa postura con las manitas unidas rezando, cabeza ladeada y sonrisa angelical con un fondo de nubes sobre un azul cielo? Si queda bien en una estantería al lado de tus primos, queda bien en Instagram. ¡Influencers con las manitas así, ya! Ahora, a la salida de la iglesia, se hacen millones de fotos, un vídeo 4K, tres stories y un directo de Facebook. Yo tengo cuatro instantáneas de recuerdo, cu-a-tro: una con padres; otra, con abuelos; la tercera, con primos, y una más con amigos. En dos cerré los ojos y en otra me daba el sol en la cara y parece que he chupado un limón. Eso sí, hay una que salgo hecho un adonis. A. y yo estamos flipando, ahora las comuniones son bodas en pequeñito, la invitación, el banquete, los regalos… ¡Existen incluso los Communion Planners! Por favor, ¡si lo más organizado de mi primera comunión fue que viniera la tuna! Y cantaron Clavelitos mientras yo hacía que tocaba la bandurria y todos tan contentos. El menú es digno de Master Chef: sushi, una tabla de quesos, chuletón a la piedra… Que luego los niños son intolerantes a la lactosa pero el jamón ibérico se lo comen a dos carrillos, como las ardillas. A. también se puso ciega a sushi y otras delicias. En la mía hubo entremeses fríos y calientes y filete con patatas fritas. Con suerte, dos refrescos. ¿Y los regalos? Hoy son abrumadores, tablets, smartphones y hoverboards, pero nunca sabrán lo que se siente al cambiar de canal con tu reloj Casio de muñeca. ¡Bum!