TESTIMONIO. «Vivo un amor separado por miles de kilómetros».
¿CUÁNTAS VECES HEMOS OÍDO QUE LAS RELACIONES SEPARADAS POR KILÓMETROS NO FUNCIONAN? PONER TIERRA DE POR MEDIO NO TIENE POR QUÉ SER ALGO NEGATIVO. A VECES, COMO EN ESTE TESTIMONIO, TE ENSEÑA A MANTENER TU INDEPENDENCIA Y A SOÑAR CON MOMENTOS ‘FACE TO FACE’
Ese día no podía parar de llorar, era totalmente ajena al barullo del transporte público y ni siquiera escuché la megafonía del tren: “Próxima estación: Nuevos Ministerios”. Cuando levanté la vista, noté que un par de pasajeros me estaban mirando. Al instante, vino a mi pensamiento un capítulo de Cómo conocí a vuestra madre en el que la pandilla le dice a Robin (de origen canadiense) que no será una auténtica neoyorquina hasta que no haga cosas como quitarle el taxi a otra persona o llorar en el metro sin que le importe la gente. Minutos antes, en el aeropuerto, era él quien se ahogaba en un mar de lágrimas mientras yo intentaba hacerme la fuerte. Con él me refiero a Oswal, mi novio desde hace dos años, con quien mantengo una relación a distancia desde hace seis meses.
ADIÓS CON EL CORAZÓN
Recuerdo que ese día, el de la despedida, bromeé sobre lo que odiaba a mi yo comprensivo que dijo “tienes que irte, no puedes rechazar esta oportunidad”, cuando le ofrecieron un trabajo en el extranjero. Le pregunté si era demasiado tarde para arrepentirme. No hablaba en serio, aunque reconozco que una parte de mí tenía un 1% de esperanza de que en el último minuto saliera del avión corriendo, mientras una mujer gritaba: “¡Ve a por ella, baby!”. Y al encontrarme, me abrazase y me dijese que no podía vivir sin mí. Cuánto daño nos ha hecho Hollywood… Como os podéis imaginar, eso no ocurrió. Cuando despegó (ya perdida toda esperanza) me fui a casa destrozada deseando que nadie me preguntase adónde se había ido, porque, para colmo, aún no sabía cómo narices se pronunciaba su ciudad de destino. Como aquí sólo tengo que escribirlo, os lo puedo contar. Oswal es chef y se ha ido a Hangzhou, cerca de Shanghái, porque le ofrecieron dirigir un restaurante español allí durante un mínimo de un año. Sí, está en China (no había un país más cerca).
INTERFERENCIAS
Cuando aceptó el desafío (no sin antes consultarme), no me sorprendió. Oswal y yo tenemos formas diferentes de ver la vida. Él, en cuanto lleva mucho tiempo en una ciudad, empieza a sentirse incómodo, acomodado. Su ilusión es recorrer el mundo
«CUANDO NOS DESPEDIMOS, SENTÍ QUE ODIABA A MI ‘YO COMPRENSIVO’, ESE QUE LE ANIMÓ A ACEPTAR EL TRABAJO»
probando mil sabores que el día de mañana pueda trasladar a la cocina de su propio restaurante. A mí, sin embargo, mi profesión (y pasión) de periodista me permite viajar, lo que me encanta, siempre que vuelva a mi lugar de origen. No
«DURANTE EL FIN DE SEMANA NOS CONECTAMOS A TRAVÉS DE SKYPE Y ASÍ PODEMOS COMER ‘JUNTOS’, ÉL EN CHINA Y YO EN MADRID»
me gusta pasar demasiado tiempo separada de mi familia y amigos. Más que los kilómetros, esa es la verdadera distancia entre Oswal y yo. Al principio, teníamos un montón de discusiones absurdas por eso, hasta que entendimos que es mejor no pensar tanto en un futuro que nadie conoce. Nos gustamos un montón y tenemos una química increíble en todos los aspectos, lo que nos empuja a seguir adelante, él en China y yo en Madrid.
EL DÍA A DÍA
La verdad es que, superado el drama de la despedida, todo es más fácil de lo que parece. Claro que hay momentos de bajón, como cuando te metes en la cama. No sólo por lo sexual (que sí, es MUY difícil), sino por los abrazos que, por mucho que hayan avanzado las tecnologías, no puedes sentir. Pero la realidad es que estamos tan comprometidos con nuestros proyectos personales que, aunque suene frío, casi no tenemos tiempo para echarnos de menos. En Hangzhou son siete horas más que en Madrid, por lo que es complicado coincidir. Hablamos por teléfono diez minutos al día, el tiempo exacto que me lleva caminar desde el metro a mi lugar de trabajo. Después, nos enviamos notas de voz y fotos, que el otro escucha, ve y responde cuando buenamente puede. Durante el fin de semana, aprovechamos para hacer Skype y la situación es la siguiente: comemos juntos, vemos vídeos a la vez, nos despedimos dando besos a la cámara... Vaya, que tiene que ser patético vernos desde fuera.
APOSTAR POR TI
Lo mejor es que, gracias a él, voy a conocer China. Dentro de un mes iré a visitarlo y ya nos morimos de ganas de vernos. Todo sigue viento en popa y la razón no es más que una: estamos cumpliendo nuestros sueños. Creemos que lo importante, antes que luchar por una relación, es pelear por uno mismo, crecer por separado para ser fuertes juntos. Aunque, en realidad, a mí lo que me consuela es saber que, si algún día se me vuelven a escapar las lágrimas en el metro, podré decir que eso es muy neoyorquino».