Cosmopolitan España

PIÉRDETE EN EL BOSQUE

ANÍMATE A PRACTICAR EL ‘SHINRIN-YOKU’, O LO QUE ES LO MISMO, A PASEAR ENTRE ÁRBOLES CUAL CAPERUCITA ROJA, CON LA TRANQUILID­AD DE QUE NO VAS A ENCONTRAR AL LOBO FEROZ, SINO LA FELICIDAD.

- TEXTO: ANA M. JIMÉNEZ. FOTO: CHRIS CRAYMER.

Primero fue el hygge, que nos aseguraba que podíamos ser felices disfrutand­o de una simple taza de café. Después llegó el lagom, que apostaba por la simplicida­d en todos los aspectos de la vida. Y ahora le toca el turno al shinrin-yoku, una flosofía japonesa avalada por la ciencia que promete la dicha eterna a través del contacto con los árboles. La reciente publicació­n de varios libros, entre ellos El poder del bosque (ed. Roca), escrito por el creador de este concepto, el doctor Qing Li, ha convertido el tema en trending topic entre los amantes de la vida sana. Aunque, en realidad, los japoneses descubrier­on las bondades de los baños de bosque (que es lo que signifca, literalmen­te, shinrin-yoku) hace casi 40 años. En concreto, en 1982 se creó un programa de salud nacional que propiciaba el contacto con la naturaleza, e incluso se designó un lugar, el idílico bosque de Akazawa, en el centro del país, para practicarl­o. Sin embargo, fue a partir de 2004 cuando se potenciaro­n las investigac­iones que han demostrado su poder curativo.

¿QUÉ BENEFICIOS TIENE?

El primer estudio, a cargo del doctor Li, demostró que el forest bathing (como se conoce) reduce el estrés porque rebaja los niveles de cortisol y adrenalina (las hormonas responsabl­es de que vayamos siempre como una moto). También disminuye la tensión arterial, ralentiza las pulsacione­s y fortalece el sistema inmunológi­co –«incrementa el número de células anticancer­osas hasta en un 50%», explica el profesor–. Otro de sus efectos es que combate el insomnio: después de tres días, notarás que duermes mejor ¡y casi una hora más al día! ¿Más ventajas? Te ayudará a tener una memoria de elefante y no volverás a saber lo que es estar de bajón, enfadada a la mínima de cambio como si fueses el Pitufo Gruñón o muerta de cansancio. Así lo certifca un estudio de la Universida­d de Mie (Japón), que asegura que un paseo por el campo es más efectivo para potenciar el buen humor que un antidepres­ivo. Y ojo a este dato: los efectos positivos duran más que la alegría momentánea que aporta un aumento de sueldo o casarse (¡quién lo diría!), según un informe de la Universida­d de Exeter (Reino Unido). A estas alturas, te estarás preguntand­o qué es lo que tienen los árboles para generar tal cantidad de benefcios. El secreto está en las ftoncidas, que son los aceites naturales que desprenden y que quedan suspendido­s en el aire. Donde más abundan es en los pulmones de coníferas (cedros, pinos...), según cuenta el libro Shinrin-yoku (ed. Lince), de Annette Lavrijsen. «También hay una bacteria inocua en la tierra, que respiramos cuando vamos por el bosque y que aumenta las defensas», apunta Li.

CÉNTRATE EN TUS SENSACIONE­S

Para disfrutar plenamente de la experienci­a, es esencial que actives a fondo tus cinco sentidos. Está claro que uno de los elementos más potentes del shinrin-yoku es la fragancia de los árboles y el suelo. «Pero hay algo más en el aire que nos hace sentir bien y que no podemos oler: los iones negativos, que

RODEARSE DE ÁRBOLES COMBATE EL ESTRÉS Y EL MAL HUMOR

PARA SENTIR LOS EFECTOS, DA UN PASEO SEMANAL DE DOS HORAS

son revitaliza­ntes», manifesta el doctor en su libro. Para que te hagas una idea, cerca de una cascada el aire contiene hasta 100.000 iones negativos por centímetro cúbico, mientras que en tu ofcina, apenas hay unos cientos. Normal que hayas notado que te sientes más fresca que una lechuga después de un rato en el campo. ¿La consigna? Utiliza la respiració­n yóguica (inhalar y exhalar por la nariz) para potenciar los efectos. ¡Chsss! Libérate de los ruidos de la ciudad y pon orejas de ciervo (con las manos detrás de los pabellones auditivos) para oír mejor y escuchar el silencio de tu entorno; es decir, los sonidos típicos como los crujidos de las hojas cuando las pisas, el entrechoca­r de las ramas, el silbido del viento o el murmullo del agua del río. Todos ellos integran lo que se conoce como paisajes acústicos, y para los japoneses tienen un valor tan preciado que incluso han creado un proyecto para protegerlo­s. Cierra los ojos (y el pico, por favor) y tus oídos se abrirán sorprenden­temente. Dale además una tregua a tu vista para que descanse de la luz del móvil o el ordenador. Diversos estudios han demostrado que los tonos verdes y azules de la naturaleza son muy relajantes. Como también lo son los fractales. ¿Fracta… qué? Quizás te suene rara la palabra, pero cuando conozcas su signifcado, te darás cuenta de que estás rodeada de ellos. Se trata de patrones que se repiten una y otra vez y que ofrecen la misma imagen a cualquier escala. Puedes observarlo­s

en la distribuci­ón de las hojas de un helecho, los pétalos de una flor, un copo de nieve o las ondas del agua. Quedarte embobada mirándolos puede reducir tu estrés hasta en un 60%, según han comprobado en el Materials Science Institute de Oregón (Estados Unidos). Otra forma de conectar con el bosque es comer o beber de él. Al igual que los japoneses recolectan brotes de bambú en sus paseos, tú puedes salir a coger setas y tomar agua de los manantiale­s. Y no te olvides del sentido del tacto, que permitirá conectar físicament­e con el entorno que te rodea. Hunde las manos en un montón de hojas, coge una piedra de un arroyo mientras sientes la corriente o deja que la brisa acaricie tu cara. Si puedes, termina con un baño termal (los nipones lo hacen siempre porque dicen que ayuda a eliminar los bloqueos de energía).

ES HORA DE EMPEZAR

¿Deseosa ya de lanzarte a los brazos (o mejor dicho, a las ramas) de un árbol que te acoja en su seno? Antes debes saber cuál es la frecuencia óptima para sentir la magia de los que prometen ser tus nuevos amigos. Como explica Qing Li, «lo ideal sería dedicar un par de horas al día». ¿Te resulta imposible? El doctor afirma que lo mínimo sería dar un paseo a la semana, con una caminata de dos kilómetros y medio en dos horas o, si tienes tiempo, de cinco kilómetros en cuatro horas. «Si sólo puedes hacerlo una vez al mes, deberías quedarte a dormir al menos dos noches para que los beneficios del shinrin-yoku te duren hasta el mes siguiente», aconseja. Por supuesto, si eres novata, es imprescind­ible que camines despacio para impregnart­e de la calma. «Se trata de que cada uno vaya a su ritmo, ¡no es un maratón!», aclara Li. Otra buena noticia es que no es necesario madrugar para ponerte en marcha: la franja horaria más efectiva va de las diez de la mañana a las cuatro de la tarde. Y tampoco pasarás frío: la mejor época del año es la estival, cuando hay una mayor concentrac­ión de fitoncidas (alcanzan su nivel máximo a temperatur­as de unos 30º C), aunque según explica Qing Li, depende de cada país: «En Japón y en España, comienza en abril y se prolonga hasta noviembre». ¿Qué, te animas a cambiar este verano los baños de playa por los de bosque?

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