LA REVOLUCIÓN ROJA.
Ha llegado la hora de que la regla deje de ser tabú. ¿Te unes a la corriente?
HA LLEGADO LA HORA DE PONER FIN A LOS TABÚS RELACIONADOS CON EL PERIODO. UNA FUERTE MAREA DE MUJERES ABOGA POR NORMALIZAR SU EXISTENCIA Y ALZA LA VOZ PARA QUE TAMPONES Y COMPRESAS DEJEN DE GRAVARSE COMO ARTÍCULOS DE LUJO.
Agustín, Beatriz ya es mujer!».
Así le comunicaba Carmen a su marido, en la serie Verano azul, que a la niña le acababa de venir la regla. Ya en el siguiente plano, aparecía el padre ensimismado, y de fondo, una música melancólica, aunque hubiese sido más apropiado el hit de aquel año (1981), De niña a mujer, de Julio Iglesias. Mientras, la joven protagonista, reflexiva, permanecía en una silla leyendo un libro a la orilla del mar, vestida con falda negra y camisa –en lugar de bikini– porque, claro, ya tenía el período. Con el mando a distancia damos a la tecla de avance rápido y nos plantamos en 2018. ¿Qué ha cambiado? Pasan 37 años y el flujo menstrual sigue siendo «un fenómeno misterioso, rodeado de leyendas, supersticiones, sobreentendidos y tópicos asombrosamente persistentes. Ya procedan de la mitología, de la religión o de la medicina, continúan impregnando las mentalidades, hasta el punto de afectar a la salud y el bienestar de las mujeres en todo el mundo», escribe la periodista francesa Élise Thiébaut en su libro Esta es mi sangre (ed. Hoja de lata). Y otra cosa que se mantiene es la necesidad de productos de higiene íntima (compresas, tampones…) que, si bien han mejorado en comodidad o absorción, aún hoy son tratados como artículos de lujo y, en nuestro país, gravados con un 10% de IVA (igual que el caviar, mientras que a los productos de primera necesidad se les aplica el 4%). En un año marcado por las reivindicaciones feministas, la revolución roja contra la tasa rosa es imparable.
TODO UN TABÚ
Según Unicef y WaterAid, el 70% de las madres en India cree que el período es algo sucio, lo que en este país perpetúa el estigma. Pero no es el único. Como apunta Josep Perelló, ginecólogo del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona, «muchas mujeres piensan que la función de la regla es depurar su cuerpo de las toxinas que va generando. Un falso mito que tiene su origen en la Antigua Grecia, cuando Hipócrates defendía que era un proceso de desecho de fluidos corporales femeninos superfluos». En Nepal, durante los días de menstruación ellas no pueden utilizar los baños, rezar ni visitar los templos. Tampoco bañarse o consumir lácteos e, incluso, en algunas regiones, todavía persiste una tradición que las obliga a retirarse al chaupadi (una choza fuera de la vivienda) para así no contaminar a los otros miembros de la familia con su flujo. «Se mantiene el tabú. Todavía decimos “estoy mala” en vez de “tengo la regla”. Nos invitan a ocultarla, incluso con las palabras, porque la sangre produce rechazo», explica la matrona valenciana Elena Pajuelo. Coincide con ella Laura Cámara, enfermera de ginecología y obstetricia y experta en salud sexual y reproductiva: «Éste es un tema que no se ve con suficiente naturalidad. Hay cantidad de adolescentes y adultas que desconocen su cuerpo y sienten mucho asco. Una niña que se comprende, desde la normalidad y no desde el tabú, es capaz de valorarse. Y si te valoras, te cuidas». Por eso para ella es importante trabajar este tema desde edades tempranas; de hecho, Cámara imparte talleres sobre el ciclo menstrual y el conocimiento del cuerpo a escolares de los dos sexos de quinto y sexto de Primaria (entre 10 y 12 años) en la provincia de Granada.
LA MINISTRA DE HACIENDA, MARÍA JESÚS MONTERO, VA A ESTUDIAR LA REBAJA FISCAL DE LOS PRODUCTOS DE HIGIENE ÍNTIMA
DE INDIA A INGLATERRA
Ahora mismo, mientras lees estas líneas, habrá más de 288 millones de mujeres menstruando en todo el mundo y lo harán alrededor de 3.000 días a lo largo de su vida, lo que equivale a tener unas 450 reglas aproximadamente. Y para muchas no es sólo un tabú, sino también un problema sanitario y educativo. Unicef estima que una de cada diez chicas en África deja de asistir al colegio por este motivo, lo que supone perder de media cuatro días de clase cada cuatro semanas. ¿Por qué? Por un lado, se debe al estrés y la vergüenza que les provoca la posibilidad de «manchar en público» (no disponen de acceso a productos de higiene íntima); por otro, a la triste realidad de que en las escuelas no hay baños para ellas ni agua corriente. En India, el obstáculo no está en la disponibilidad, sino en el acceso. Allí no se atreven a comprar compresas en las tiendas, porque en la mayoría son atendidas por hombres. Así que utilizan periódicos y trapos viejos, que tampoco pueden lavar en público con agua caliente y jabón (sólo un 2,3% lo hace) por el estigma que rodea al tema y, así, por falta de higiene, sufren graves infecciones urinarias y de la vagina. Y, atención, porque este es un problema global. Sí, incluso en la próspera Inglaterra del siglo XXI, donde se ha acuñado el término period poverty para referirse a una situación en la que algunas no pueden costearse estos artículos femeninos. En 2016, una escena de la película Yo, Daniel Blake, de Ken Loach, en la que se veía a una madre robando compresas, sacó a la luz un problema que se vivía desde hacía tiempo en la clandestinidad. En marzo de ese mismo año, los periódicos publicaban cómo en Leeds muchas niñas faltaban a clase por la vergüenza que les producía usar papel higiénico y calcetines porque no tenían dinero para tampones y compresas. No era un caso aislado. Una encuesta llevada a cabo por Plan International UK (una ONG que trabaja los derechos de la infancia) en 2017 comprobó que el 10% de las niñas en Reino Unido no podía permitirse estos productos y que un 48% de ellas, entre 14 y 21 años, se avergonzaba de tener la regla. Desde entonces, campañas de denuncia como #Freeperiods presionan al Gobierno británico para que distribuya de manera gratuita estos productos entre todas las menores de edad, porque como reconocen muchos activistas menstruales, la regla debería ser considerada un derecho de la salud.
SER MUJER SALE CARO
En Inglaterra, los productos de higiene íntima están gravados al 5%; en Francia, al 5,5%; en Alemania, al 17% (el caviar allí soporta un IVA del 7%), y en Hungría, al 27%. Mientras, en nueve estados de Estados Unidos, Irlanda y Canadá están exentos. ¿Y en España? Aquí, como no son considerados un bien de primera necesidad, las compresas, tampones, salvaslips y copas menstruales tienen el mismo IVA, un 10%, aunque en Canarias, desde enero, no pagan IGIC (el impuesto que se aplica en el archipiélago). En las elecciones generales de 2016, la periodista Celia Blanco arrancó la campaña #tamponesal4, en la plataforma change.org, para bajar el IVA de estos productos al 4%. «A pesar de estar encantada por ser mujer, no lo elegí, y sólo por haber nacido con la pareja de cromosomas XX voy a estar menstruando 35 años de mi vida más o menos, me guste o no. Va a dar igual si tengo dinero o no. Voy a necesitarlos», dice esta locutora, quien invitó a todos los partidos políticos a su
programa de radio ( Contigo dentro, de la Ser). «Sólo me contestaron desde IU, dijeron que tenían incluida esta propuesta en su programa electoral desde 2011. Aunque tampoco vinieron a charlar del tema. Les asusta una barbaridad hablar de la regla», puntualiza. Ese mismo año, en abril, en Manresa (Barcelona), la CUP llevó el debate al pleno del ayuntamiento defendiendo que desde el servicio de información y atención a las mujeres (SIAD) se debía ofrecer métodos alternativos –como las copas, compresas de tela y esponjas marinas– y valorar la posibilidad de enseñar técnicas como el control de la regla mediante el cierre consciente del suelo pélvico. También proponían la organización de talleres disgregados por sexos en los institutos para los alumnos de la ESO, en los que se explicase el ciclo menstrual pero no sólo desde la perspectiva biológica. La concejala Gemma Tomàs Vives explica cuál fue la reacción: «No dejamos de escuchar que el pleno estaba para hablar de cosas serias, no de la menstruación». Y, ¿qué pasó? Pues (de nuevo) nada. Mucho ruido y pocas nueces. Por esa misma época, la agencia de publicidad La despensa puso en marcha una campaña de guerrilla 2.0 que bautizó como #TamponsfromCanada. «Este país norteamericano había eliminado el IVA de los productos de higiene femenina y comprobamos que sus tampones eran más baratos. Nos planteamos organizar un pedido masivo y colaborativo, para así concienciar y reivindicar que el IVA del 10% en España era abusivo», explica Auxi Barea, Head of Social Media de la empresa. A la campaña se unieron más de 1.000 personas y consiguieron el compromiso del entonces líder del PSOE –hoy, presidente– Pedro Sánchez. En octubre de 2016, el debate llegó al Congreso: el Grupo Socialista presentó una proposición no de ley para rebajar el IVA de productos de higiene íntima femenina del 10% al 5% (incluía también pañales infantiles y para adultos y preservativos). Pero el PP votó en contra y Ciudadanos se abstuvo. «Nuestro objetivo no era formalizar el pedido (aunque nos lo planteamos), sino ante todo provocar una gran movilización en la sociedad para tomar conciencia de un impuesto totalmente injusto y sexista», señala Auxi. Ahora, hay una nueva oportunidad de llevar el debate a la Cámara Baja, porque el pasado 20 de junio, la nueva ministra de Hacienda, María Jesús Montero, anunció que en la hoja de ruta del nuevo Gobierno está reducir el gravamen de tampones, compresas y otros artículos femeninos del 10% al 4%, «fundamentalmente por razones de discriminación hacia la mujer».
HACER VISIBLE LO INVISIBLE
Dice Gloria Steinem, periodista y activista de los derechos de la mujer –considerada un icono del feminismo en Estados Unidos– que, si los hombres tuviesen la regla, entonces «la menstruación se convertiría en un acontecimiento masculino envidiable y digno de orgullo. Presumirían de su duración e incluso de su caudal». De momento, ni la naturaleza ni la ciencia han hecho esto posible, pero sí podemos saber qué opinan ellos sobre el tema. Un estudio realizado en 12 países europeos (España, entre ellos) apunta que al 71% de los varones les gustaría que los días de sangrado de sus parejas estuviesen más espaciados (un 60% de ellas también lo preferiría) y aunque los datos sugieren que sí hablan sobre este tema con sus novias o esposas, su conocimiento sobre los métodos anticonceptivos aún necesita mejorar. Mientras, hay quien lucha para derribar el estigma haciendo la menstruación visible, como la artista y escritora cántabra Sara Morante, cuya exposición Elle nÕŽtait pas jolie, elle Žtait pire (No era guapa, era peor) se compone de un conjunto de dibujos sobre la mujer, desde lo anatómico, lo social y lo emocional. Ella lo explica así: «Retraté el erotismo, la menstruación y el parto. No hubo una intención activista al incluir la menstruación, porque para mí es algo muy natural, que forma parte de nuestra sexualidad y anatomía. La tenemos todas las mujeres y tampoco debería avergonzar a mi interlocutor». En 2015, la pedagoga Erika Irusta creó Soy1Soy4.com, la primera red social menstrual, que también cuenta con escuela online (19,99 €/mes). «Con esta comunidad buscaba facilitar un espacio seguro, de confianza, donde entre todas pudiésemos acompañarnos en el proceso de aprender. Además, analizo necesidades y, en base a estas, investigo y busco materiales para el aprendizaje personalizados que nos permitan comprender nuestro cuerpo y las áreas de la experiencia en torno a la regla. Somos una comunidad educativa porque todas las partes estamos comprometidas para implementar cambios sociales a través de la educación, en este caso, menstrual». ¿ Coaching? Sí, y es una de las especialidades de Irene Aterido, socióloga y terapeuta sexual. «Se trata de un proceso de acompañamiento psicoemocional de todo lo que impide disfrutar con plenitud de este ciclo que tenemos todas las mujeres», tal y como lo define Irene, y está dirigido a aquellas que sufren trastornos, o los sospechan, y también a las que ni siquiera tienen la regla (por toma de píldoras anovulatorias, problemas de ovarios, etc). «Todas desean retomar las riendas de su salud integral y armonizarse con estos períodos y la fase vital en la que estén ( jóvenes, buscando embarazo…)», remarca la experta. Porque también con este tema, cuando las mujeres sean oídas, estaremos un poco más cerca de la igualdad. ¿Te sumas a la revolución?
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