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PONTE ‘FIT’ PARA GOZAR

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La práctica de esta pose requiere bastante fortaleza en las piernas. Para mejorar tu resistenci­a puedes hacer sentadilla­s. Sitúate de pie, con la espalda recta y los pies a la altura de las caderas. Flexiona las rodillas hasta que los glúteos lleguen a las pantorrill­as (sin tocarlas). Haz tres series de 15 repeticion­es. También conviene que toni ques las caderas y los glúteos. Para ello, túmbate de espaldas con las rodillas dobladas y los talones en el suelo cerca del culo. Levanta las caderas y aguanta tres segundos mientras contraes los glúteos. Repite 15 veces en series de cuatro. 1 Aumenta la excitación

La primera ventaja viene dada por la gravedad que ejerce tu cuerpo sobre el de tu pareja, que facilita una penetració­n más profunda. También se estimula el punto G –un pequeño abultamien­to en la cara anterior de la vagina–, lo que incrementa la intensidad de las sensacione­s, según cuenta Juliet Allen en Ecstatic Sex & Deep Intimacy (Sexo eufórico e intimidad real). Para ver cómo te gusta más, colócate a horcajadas sobre tu chico con una pierna a cada lado y juega con tus rodillas: júntalas si quieres que los movimiento­s sean suaves o sepáralas si preferes que sean más fuertes.

2 Tú tienes el control

Esta es la postura del poder femenino por razones obvias: tú decides la velocidad, el movimiento y hasta dónde deseas llegar. Puedes parar, retomarlo, inclinarte, echarte para atrás… «Serás la jefa absoluta», afrma Megan Stubbs. Para lograr un ritmo que te conduzca al séptimo cielo, imagínate que vas conduciend­o un coche: comienza lentamente y roza con delicadeza (o presiona) tu clítoris contra tu chico. Después, ve acelerando poco a poco según vayas notando que a tu amante se le acelera el pulso… Incluso, si te apetece, siéntete libre de juguetear y bajar de marcha para retrasar el momento cumbre. No olvides que, después de todo, cuando estás arriba eres tú la que mandas.

3 Todo está a tu alcance

Enseguida comprobará­s que no hace falta demasiada práctica para ser una experta amazona y que tienes las manos libres y dispuestas para acariciar. Recorre su torso y disfruta del viaje, deteniéndo­te en los pezones, un importante centro erógeno tanto para hombres como para mujeres. Luego, lleva las manos de tu compañero a tus senos mientras estimulas tu clítoris con un minivibrad­or. Para ejercer mayor presión en esa zona, haz que él baje ligerament­e sus caderas.

4 Potencia la unión

Estar sobre tu pareja te permite mantener un contacto visual continuo durante la relación sexual (¿hay algo más bonito que intercambi­ar miradas?). Esto sirve para consolidar el vínculo afectivo y, además, contemplar tan de cerca cómo disfruta, te ayudará a ponerte a tono. Sin embargo, si no puedes evitar mirarle sin preocupart­e de lo que está pensando sobre ti, debes saber que, en ese momento, él no está fjándose en el tamaño de tus pechos ni en el michelín que te tiene amargada. Lo más probable es que por su cabeza sólo ronde una cosa: «No creo que aguante mucho más…».

5 Nunca te aburrirás

Tienes mil opciones y todas valen porque, siempre que tú te sientas bien, no existen reglas a la hora de colocarse. Puedes hacerlo a horcajadas, con las rodillas apoyadas en la cama; darte la vuelta y mirar a sus pies (la posición de la vaquera a la inversa); estirar las piernas delante de tu compañero mientras él también despliega las suyas frente a ti, utilizando los brazos para moverte…

Y si quieres más acción, hazlo en una silla, el suelo, la escalera… Inventa una historia de película y personaliz­a la pose sólo para ti. O mejor, para los dos. «La customizac­ión es la clave para hacer atractiva y novedosa esta postura tan clásica y efectiva», afrma Megan Stubbs.

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