EL NOVIO ESTUPEFACTO.
Cena con la familia en casa esta Nochevieja.
Organizar la Nochevieja en tu casa tiene muchas ventajas: tu madre (aunque se queje) agradecerá el relevo y tú, el menú ligero y la ‘play list’.
Las Navidades son momentos de amor y buenas obras, así que A. y yo optamos por liarnos la manta a la cabeza y organizar la cena de Nochebuena. No sabemos si tomamos esta decisión drogados por el spray de nieve para pintar las ventanas o en un momento de enajenación mental transitoria, pero el motivo pasó a un segundo plano cuando vimos las reacciones apoteósicas de nuestras familias. Primero llegó el melodrama materno de mano en el pecho y pausas dramáticas –«¿Qué queréis, darnos un disgusto? Porque esto a una madre no se le hace (pausa).
No hay necesidad»– y después la descalificación gastronómica: «Yo no es por meterme, que nunca lo hago, pero seguro que hacéis un menú con cuatro pijadas y cosas modernas que os gustan a vosotros, porque no me vayas a comparar un sushi con un buen plato de jamón ibérico. Que lo sacáis en COSMO y queda muy mono, pero no hay color. ¿Y los postres? Porque sois capaces de poner una tarta de esas de polvos ». Así que después de esta declaración de intenciones, tuvimos que olvidarnos de Pinterest y seguir (acatar) órdenes de dos madres que se han apuntado a la escuela online de Masterchef «porque dan consejos y porque el jovencito, Jordi, está bien bueno». Quedé con mi padre para comprar el vino, el cava y los dulces. En el momento de los turrones, tajante y con talante serio, me dijo: «No nos liemos con zarandajas de praliné con naranja o whisky con fresas que no se comen y acaban por ahí dando vueltas todo el año. Dos tabletas del duro y el blando y punto, que los clásicos no fallan nunca».
Yo le prohibí (exclusivamente por imponer mi criterio en algo) que cogiera peladillas, que sólo toma él, pero ni eso logré: me despisté y me coló dos bolsitas y una caja de frutas escarchadas. A. se encargó con su padre de preparar la selección musical en Spotify. Verlos era como presenciar un partido de tenis. A. sugería una canción y él le devolvía otra: All I Want for Christmas Is You frente a Feliz Navidad –«Anda, anda, que no hay comparación entre Mariah Carey y José Feliciano», le oí decir a mi suegro convencido– y Mistletoe contra El tamborilero –«Por favor, ¿vas a poner al mismo nivel al niñato del Bieber que a la mejor voz de nuestro país? Si es escuchar a Raphael y se me van los pies», sentenció–. Al final, la lista era como si José Luis Moreno y Los Javis, borrachísimos los tres, pincharan en nuestra cena. De la decoración se encargaron hermanos y cuñados, que al parecer no tuvieron ninguna comunicación y compraron todo por duplicado, así que teníamos dos árboles de Navidad, dos belenes con sus niños Jesuses, sus Marías y sus Joseses. Mucho espumillón y a tope de brillo. Había tantas bombillitas que podríamos haber ayudado a aterrizar aviones en Barajas. Al final, todo fue un éxito, las madres rebañaban «la pijada del hummus de aguacate»; sorprendí al padre de A. cantando « pa’ mala yo» y mi padre asumió que el turrón de Lacasitos estaba casi casi tan bueno como los de toda la vida. Feliz Año. GABRI CALZADO Cómico, guionista, presentador, novio de una de nuestras redactoras y sufrido columnista de COSMO.