TESTIMONIO. «Conocí a mi pareja en un speed dating».
'APPS' DE CONTACTOS, PAGINAS DE IY ENCUENTROS EXPRESI! LA FORMA DE LIGAR HA CAMBIADO. UNA LECTORA NOS CUENTA SU EXPERIENCIA CON LAS CITAS RAPIDAS UN SISTEMA QUE EN SU CASO FUNCIONO PORQUE LE PERMITIO CONOCER AL HOMBRE DE SU VIDA)
Jamás me hubiera imaginado que iba a conocer en un speed dating a la persona con la que comparto mi vida. Todavía hoy me cuesta creérmelo. Todo empezó hace un par de años cuando una amiga me propuso ir a uno. Decidí acompañarla sin darle mayor importancia, porque me parecía un plan divertido para una tarde de sábado, por hacer algo diferente y tener la oportunidad de hablar con gente nueva y salir de la rutina. Lo que en ningún momento se me pasó por la cabeza era que iba a encontrar al amor de mi vida. Pero así fue. De los diez chicos con los que hablé (siete minutos cronometrados con cada uno), no puedo decir en qué puesto apareció Vicente, pero su actitud fue lo primero que me llamó la atención. Como en este tipo de experiencias puedes ver a los candidatos cara a cara, igual que cuando te presentan a una persona, lo que más me atrajo fue observar su comportamiento. Vicente me resultó muy amable, alegre, en ningún momento cohibido y con una conversación realmente interesante, tanto que, cuando sonó el gong que avisa de que tu cita exprés se tiene que ir para dejar paso a la siguiente, me percaté de que me hubiera gustado seguir charlando con él. Así que el suyo fue uno de los dos nombres que puse en la tarjeta que tienes que entregar cuando acaba la sesión y especificar con quién querrías repetir. Ya por tu cuenta y sin límite de tiempo, claro. Me apetecía seguir escuchando sus explicaciones sobre las obras de teatro en las que participaba y compartir con él mi pasión por la pintura. Dos días después del speed dating, me llegó el email que me confirmaba que a Vicente también le había gustado yo. Pese al aviso, tardó una semana en escribirme (no sé si por hacerse de rogar). Y en esos siete días yo no hacía más que ver el correo una y otra vez para comprobar si tenía noticias suyas; así que cuando por fin me preguntó si quería salir con él, no me lo pensé ni un segundo. En la primera cita (igual que haría siempre después), vino a buscarme a la puerta de mi casa y me llevó a un restaurante precioso. Me gustó que me invitara a cenar porque es un gesto que demuestra que quiere conocerte y que le apetece seguir hablando contigo. En las siguientes ocasiones que quedamos, siguió el mismo plan: buscaba sitios bonitos, especiales y tranquilos que nos permitieran intimar a nuestro ritmo, sin prisas.
PRIMERA ESCAPADA
Me encantaba que fuera un hombre tan detallista y educado. Y es que, al contrario que cuando sales con una persona que te han presentado tus amigos o compañeros de trabajo, al no conocerle absolutamente de nada en estas primeras quedadas lo único que queríamos era estar solos y contarnos nuestra vida. Fue como si el orden se
«CUANDO SONÓ EL GONG QUE ANUNCIABA AL SIGUIENTE CANDIDATO, SUPE QUE ME GUSTABA Y QUE QUERÍA ESTAR CON ÉL»
invirtiera: primero íbamos solos y, luego, cuando llegó el momento, le introduje en mi círculo familiar y de amistades. La verdad es que todo fue surgiendo de manera muy natural. Después vino el siguiente paso. Un fin de semana nos fuimos a una casa rural en Rascafría, un pueblo precioso muy cerca de Madrid. Allí fue la primera vez que compartimos dos días (y dos noches) juntos, en los que no salimos de la casa. Llevamos todo lo que pensamos que nos iba a hacer falta, desde el cepillo de dientes hasta la comida, y fue como jugar a que vivíamos juntos. Disfrutamos tanto que al mes volvimos y decidimos plantearnos nuestro futuro como pareja.
UN PASO MçS
Tan sólo habían pasado cuatro meses desde aquellos siete primeros minutos. Pero ambos lo teníamos clarísimo: nos habíamos enamorado locamente y no queríamos perder el tiempo. Yo vivía con mi hija y él con su madre y fue quizá esa situación, el hecho de que no pudiéramos tener intimidad y que para estar juntos tuviéramos que estar buscando un hotel como si fuéramos adolescentes, lo que hizo que nos lanzáramos a iniciar una vida en común. Pero todavía pasaron dos meses más hasta que conseguimos hacer realidad nuestro sueño. Dos meses en los que todo nuestro tiempo lo invertíamos en ir a comprar, entre risas y complicidad, cosas para la casa. Era tal la ilusión que hasta nuestros amigos y familiares nos animaban a que diéramos el paso.
A mí no me hacía falta. Nunca pensé que fuera una locura. Si hubiera tenido la
más mínima duda, miedo o preocupación, no me habría atrevido. Ya llevamos dos años viviendo juntos y estamos igual de felices que los primeros días que quedábamos para cenar.
ADIÓS PREJUICIOS
«SÓLO CUATRO MESES DESPUÉS DE COMPARTIR AQUELLOS SIETE MINUTOS DECIDIMOS IRNOS A VIVIR JUNTOS»
Me considero una gran afortunada: sólo he ido una vez a un speed dating y tuve la suerte de conocer a una persona maravillosa. Por eso, recomiendo a todas las chicas que lo prueben. Pero que no vayan con ideas preconcebidas. La clave es pensar que vas a tener la oportunidad de conocer a gente normal, como tú y como yo. Y que quizá algún día una de esas personas pueda convertirse en algo más... o en un buen amigo.