ALERTA: SÍNDROME DE SOLOMON. Afecta a las millennials que se sienten mal por pensar distinto.
¿TE SIENTES AISLADA? ¿TE ANGUSTIA QUE TE RECHACEN POR PENSAR DISTINTO? DESCUBRE SI SUFRES EL PROBLEMA QUE AFECTA A MUCHOS ‘MILLENNIALS’... ¡Y NO TE CALLES MÁS!
Seguro que alguna vez has sentido ese miedo a alzar la voz que termina en enmudecimiento, en un silencio total para no manifestar que opinas distinto, o que harías justo lo contrario a lo que te están planteando. Y es que ¿quién no ha preferido callar para no contrariar a alguien a quien admiramos, evitar problemas en un grupo al que deseamos pertenecer o agradar a quien nos gusta? El síndrome de Solomon tiene mucho que ver con esta experiencia tan común, pero surge cuando se lleva al extremo: en vez de un mecanismo ocasional que no tiene consecuencias, se convierte en un problema que trastoca nuestra vida y la relación con los demás. Nos impele a negarnos constantemente a nosotros mismos ante nuestro entorno laboral o nuestros amigos. ¿Crees que podrías estar afectada? Sigue leyendo.
¿OCULTAS TU VALÍA?
Para Vanesa Fernández, doctora en Psiquiatría, docente en la Universidad Complutense de Madrid y psicoterapeuta en el Centro de Psiquiatría Terapeutas Alcalá, el síndrome de Solomon se manifiesta cuando «el miedo a ser rechazado por el grupo te lleva a no querer destacar o
diferenciarte, hasta el punto de ocultar ciertas competencias o conocimientos y quedarte estancada en tu profesión o en los estudios». No se trata tanto de callarse cuando conviene, sino de cerrar la boca hasta el punto de convertirte en un fantasma de tu propia existencia. Ese silencio puede cobrarse una factura enorme. «Creer que tienes que comportarte como decide el grupo para que no te critiquen produce un intenso malestar», explica la doctora.
DESDE EL COLEGIO
Los expertos señalan el colegio y el instituto, además de las primeras experiencias laborales, como los momentos en los que es más fácil cruzar la línea: esa que separa la conformidad puntual que produce el deseo de integrarnos en el grupo e identifcarnos con nuestros iguales del síndrome en toda regla. Es entonces cuando damos credibilidad total y nos hacemos seguidores de personas a las que reconocemos como líderes (una amiga especialmente guapa e inteligente, un jefe carismático) y a las que, secretamente, podemos hasta envidiar. Peor aún: dejamos que tomen decisiones por nosotros o nos conviertan en cómplices de sus actos, porque callamos cuando atacan cruelmente a alguna compañera de clase o cometen alguna injusticia fagrante con un compañero de la ofcina. La biología no nos ayuda a detectar cuándo nos estamos dejando llevar excesivamente por la seguridad de los conformistas, ya que la inteligencia social que llevamos en los genes hace que nuestro cerebro nos mande una señal de error cuando nos desviamos de la opinión del grupo e incluso consigue afectar a nuestra percepción de la realidad. Así lo demuestran los experimentos de Gregory Berns, profesor de Ciencias del Comportamiento en la facultad de Medicina de la Universidad Emory de Atlanta y autor de Iconoclasta: un neurocientífco revela cómo pensar diferente, el libro donde explica sus descubrimientos. «Una de las razones que explican este fenómeno de la conformidad es que, en el largo plazo de la evolución humana, ir contra el grupo no benefcia a la supervivencia», explica Berns. «Existe una tremenda ventaja en el hecho de integrarse en una comunidad. Nuestro cerebro sintoniza muy claramente con lo que otras personas piensan sobre nosotros, de forma que podamos alinear nuestros juicios para encajar». Y, claro, es en la adolescencia y la primera juventud cuando somos más sensibles a las opiniones de los demás y, por tanto, más susceptibles a manifestar el síndrome. Por ejemplo, si en tu grupo de amigos existen líderes fuertes o con mucho ascendiente sobre los demás que glorifcan el machismo, el sexismo o el abuso de alcohol, puede que haya quien se obligue a imitar tales comportamientos aunque no esté de acuerdo, sólo por no poner en peligro su aceptación. La socióloga Alicia Aradilla, experta en neurolingüística y autora de Las palabras que nos habitan (Uno Editorial), señala que esas personas resultan carne de cañón para ser manipuladas. «Si al proceso natural de la adolescencia se le añade el síndrome de Solomon, el joven queda diluido entre los demás adolescentes, convirtiendo su posición en altamente vulnerable ante procesos como la experimentación con drogas o ante pandillas ideológicas de características y comportamientos sectarios (sin necesidad de que sea una secta), pudiendo llegar a asumir comportamientos y tipos de relaciones que un joven sin este síndrome no aceptaría», apunta la socióloga en el citado libro.
BAJA AUTOESTIMA
Según la psicóloga Vanesa Fernández, el perfl psicológico de las personas con síndrome de Solomon reúne ciertas características. Apunta: baja autoestima, alta sensibilidad a las críticas, necesidad excesiva de la aprobación de los demás y, sobre todo, dependencia
CUANDO NOS DESVIAMOS DE LA OPINIÓN DEL GRUPO, NUESTRO CEREBRO NOS MANDA UNA SEÑAL DE ERROR