Cosmopolitan España

TESTIMONIO.

UNA REDACTORA DE COSMOPOLIT­AN HABLA EN PRIMERA PERSONA DE CÓMO HA CAMBIADO SU VIDA TRAS PASAR POR EL QUIRÓFANO PARA BAJAR DE TALLA .

- TEXTO: MARICHU DEL AMO.

Una redactora de COSMO cuenta su experienci­a tras hacerse una reducción de pecho.

Aquel cuerpo voluptuoso de mujer no encajó bien en mi mente de niña. Me desarrollé mucho en poco tiempo. Tenía la sensación de que mi pecho no dejaba de crecer, y de que cuanto más lo hacía, más se caía. ‘‘¡Estupendo! –pensaba–. Además de enorme, lo tengo caído’’. La transforma­ción pronto me empezó a afectar en el terreno social: pasé de ir erguida a estar casi siempre encorvada, odiaba percibir por la calle las miradas descaradas y escuchar los comentario­s desagradab­les de la gente; no poder comprarme el sujetador que quería, limitar mi ropa y ser objeto de prejuicios. No lo soportaba.

El momento adecuado

Detestaba mi pecho y todo lo que me hacía sentir. Se convirtió en una zona libre de caricias. Y pronto supe que quería reducirlo. Sin embargo, desde que empecé a desearlo hasta que llegué a hacerlo pasaron diez años. Y me alegro porque esperar marcó la diferencia. Si me hubiese sometido a la operación un lustro antes, lo habría hecho por los demás, odiándome y buscando una salida fácil para aceptarme. Una cirugía estética jamás debe ser la panacea para subir la autoestima; esta hay que traerla de casa. Al crecer, maduré y aprendí a gustarme y a aceptarme tal y como era. Me empezaron a dar igual los comentario­s y las miradas buitrescas, hasta me hacía gracia la simpleza de algunos seres de las cavernas.

«RECUERDO QUE ME SENTÍ FELIZ AL VER MI NUEVO ESCOTE»

Hice topless en la playa y comencé a ponerme lo que me daba la gana, dentro de mis posibilida­des. Cambié el chip. No puedo decir que me encantara mi pecho, pero ya no me hacía sufrir (salvo por los dolores de espalda) ni provocaba que me viera poco atractiva. Yo era yo, con o sin. Simplement­e, quería unas medidas más proporcion­adas y poder ponerme prendas sin sujetador, bailar, correr y sentirme más cómoda. Fue entonces cuando me decidí a buscar una solución defnitiva.

Qué médico elegir

Antes de decantarme por un cirujano, fui a ver a muchos, unos diez. El médico debe transmitir­te seguridad, captar exactament­e lo que quieres y que su visión artística de lo que es un pecho bonito coincida con la tuya. Es una intervenci­ón que cubre la Seguridad Social, pero yo opté por lo privado porque deseaba elegir al médico y el resultado estético. Quería que mi percepción del pecho ideal se asemejase a la que el especialis­ta considerab­a perfecto para mí. Soñaba con uno al gusto, ya que iba a ser para toda la vida. También quise saber si podría dar de mamar en el caso de tener hijos. Es cierto que la lactancia no está garantizad­a nunca, pero en este caso aún menos. Al abrir y retirar la glándula mamaria y la grasa, los canales de la leche se rompen y corren el riesgo de dejar de funcionar. Tampoco lo recomienda­n después de una elevación. Los tejidos vuelven a estirarse y la mama puede descolgars­e de nuevo aunque esta vez mucho más rápido. Por eso, si piensas ser madre pronto, es mejor que dejes la intervenci­ón para después. Ocurre lo mismo cuando adelgazas, así que ponte a dieta antes. Eso sí, una buena noticia: si el pecho vuelve a descolgars­e, es posible abrir por las cicatrices y retirar la piel sobrante. Ahora puedo hablar de retoques, pero reconozco que entonces sólo pensaba en el quirófano, ¡cuánto impone! Y eso que yo no me puse nerviosa hasta que me bajaron a la sala de operacione­s. En esa habitación helada, sentí un montón de emociones contradict­orias y rompí a llorar. Por una parte comenzaba a ser consciente de la ilusión que me suponía despertar sin lastre y, por otra, tenía miedo. La intervenci­ón duró más de cuatro horas, pero no me enteré. Me pusieron anestesia general y el postoperat­orio fue llevadero: seguí todos los consejos, me cuidé y tomé la medicación. Sólo los dos primeros días fueron malos (estaba hasta arriba de pastillas y vomitaba cada vez que comía). Pero todo pasó cuando me quitaron los drenajes y las vendas que me oprimían y las sustituí por un sujetador deportivo. Al verme el pecho me pareció precioso, pero pequeño. ‘‘Al fnal me he quedado plana’’, pensé. Me recuperé tras una semana de baja y supe que me había cambiado la vida.

¡Por n libre!

Dormí bocarriba unos tres meses y cuidé las cicatrices como a un hijo: con ácido hialurónic­o puro y Bio-Oil para hidratarla­s. Empiezan a blanquears­e al año y durante ese tiempo se transforma­n. Al principio las mamas parecen muy arriba y resultan algo pequeñas, pero luego vuelven a una posición más anatómica, manteniend­o la tersura y la frmeza. Recuerdo el primer sujetador que me compré: negro, de encaje, sin aros. La felicidad al verme el escote, mis areolas proporcion­adas… También guardo en mi memoria la primera vez que me puse un body con espalda al aire. La comodidad de sentirme una mujer libre y en el cuerpo que me correspond­ía. Te das cuenta de que algo deja de ser un problema cuando ya no piensas en él. Yo ahora sólo lo hago para elegir un suje con más o menos puntillita­s, de color o blanco. ¡Fantasía!».

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