EL NOVIO ESTUPEFACTO.
El calor de la lumbre, el olor a café, los conejitos saltando… La vida en el campo parece idílica, pero no siempre lo es.
Granjeros de fn de semana.
Aunque los polvorones ya han abandonado nuestro torrente sanguíneo, los propósitos para 2019 todavía están vivos y, entre ellos, este año hemos decidido que ayudaremos a los demás en todo lo que podamos. Así que ir a echar una mano a mi tío con su granja nos pareció una buenísima idea. En cuanto llegamos, y como seres urbanitas que somos, renegamos de la ciudad y dijimos frases tipo taza de Mr. Wonderful como «qué aire más puro» o «si pudiera, viviría aquí, mira qué PAZ». Esas afirmaciones y un conjunto Kalenji son el starter pack básico para pasar unos días lejos del centro. Nos hicimos unas fotos para nuestras redes con los hashtags #nofilter #slowlife #desconexión y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, nos asignaron una tarea a cada uno, cosas sencillas: yo cargaría un montón de tierra en un camión y A. se ocuparía de las gallinas. Llegué a mi montaña de arena muy motivado, pensando que lo haría en unos diez minutos, quince como máximo. Pero llevaba 40 minutos dando paladas y el montón seguía intacto, riéndose en mi cara. Yo sólo pensaba en mis manitas, delicadas y acostumbradas a los teclados y las pantallas táctiles. Me gritaban que eso no era para ellas. Por su parte, A. afrontó su objetivo con firmeza para que las gallinas supieran quién mandaba. Y empezó a recoger los huevos. Los primeros fueron bien, pero en cuanto las aves vieron que era una novata montaron un motín. No sé qué pasó ahí dentro, pero A. salió con malos pelos, arañazos y como si hubiera estado rellenando cojines de plumón. Nunca más se ha hablado del tema. Para cenar teníamos un asado que olía a la fragancia de la que están hechos los sueños. Antes, yo pensaba que en nuestra casa tomábamos ensalada para mantenernos en forma, pero eso era porque aún no había descubierto la pala. Mi tío es una mezcla perfecta de Mario Casas, Chris Hemsworth, Hugh Jackman y Antonio Álcantara. ¡Qué porte! Y cada noche se mete un costillar entero. Vete tú a decirle que se tome un smoothie detox... Nos despertaron el crepitar de las llamas y el olor a café recién hecho. Todo era maravilloso. Yo estaba de subidón, optimista, pensando que el campo era mi gimnasio… hasta que entró en escena el hacha. Mi tío es un leñador de catálogo y partía los troncos de un solo golpe. Pero en esto los genes no influyen y a mí me tuvo que dar el modelo para niños, porque vio que iba a cortarme. Era la situación perfecta, como cuando lo pides en AliExpress y luego te llega. A. pudo cumplir su sueño de ser pastora y se encargó de arrear a las ovejas. Las controlaba con pericia hasta que se descuidó para hacer un
story y los animalitos acabaron en la plaza, enfrente del ayuntamiento… Su historia de Instagram ha quedado ya en el imaginario del pueblo. «La loca de las ovejas», creo que la llaman. Y volvimos a la ciudad, oliendo a lumbre y totalmente renovados, pero con muchas ganas de sofá, pizza y Netflix, que eso también es #slowlife.