Cosmopolitan España

TESTIMONIO.

«Me lié con un monitor de mi hotel ».

- TEXTO: AÍDA GARCÍA. FOTO: ANNE MENKE.

Recuerdo muy bien los veranos de la década de los noventa. Para mí, que soy de la meseta, los periodos estivales están asociados a la playa. Mis padres son profesores y, por aquel entonces, íbamos los tres (soy hija única) a un pueblo perdido de Mallorca dos meses enteros, a una casa que alquilaban. Me encantaba estar cerca del mar, pero con el tiempo (sobre todo durante mi adolescenc­ia) ese sentimient­o fue cambiando. Con 17 años me aburrí hasta tal punto que decidí no volver. Y, desde que cumplí la mayoría de edad y empecé a trabajar, mantuve mi veto. Hasta hace dos, cuando cumplí los 27. Todos mis amigos habían encontrado pareja y tenían planes y yo, que estaba soltera porque las relaciones me agobian (no lo puedo evitar), no cuadré fechas con nadie. Por eso, cuando mis padres me propusiero­n retomar

nuestro vínculo invitándom­e unos días a un hotel de la colonia de Sant Jordi, en Mallorca, respondí que sí.

NO SIN MI MAQUINITA

Ni mi madre ni mi padre son especialme­nte divertidos, pero me pareció buena idea irme con ellos para descansar y recordar lo feliz que fue mi infancia y, en esa línea, busqué por todas partes mi Game Boy Color para llevármela. Di con ella (¡y funcionaba!), así que la metí en la maleta con mi juego preferido: Wario Land 3. Mis expectativ­as eran limitadas: ir a la playa y dividir el tiempo entre tomar el sol y ayudar a Wario (a luchar contra el demonio Rudy). Todo muy normal. El hotel tenía una piscina enorme con unas vistas preciosas y acceso directo al mar, lo cual me animó bastante, porque podría establecer mi zona de confort en ese perímetro. Y así lo hice. Al llegar, celebramos el comienzo de nuestra escapada familiar tomando un plato típico mallorquín, tumbet, y me fui a hacer la digestión debajo de una sombrilla con mi maquinita. El sonido que hizo al encenderla me trajo muchos recuerdos, y me enfrasqué en la pantalla como si tuviera 12 años.

COMIENZA EL JUEGO

No sé cómo, pero me quedé profundame­nte dormida. Me despertaro­n las risas de un grupo de personas de la tercera edad que hacían aquagym dirigidas por un monitor guapísimo. Era tan mono que me quedé embobada mirándole e imaginándo­me su vida en ese pueblecito de Mallorca mientras me desperezab­a. Así estaba yo, fantaseand­o, cuando descubrí horrorizad­a mi Game Boy olvidada al sol. Tras intentar encenderla –no hubo manera–, no pude evitar dar un grito de desconsuel­o: “¡Nooo!”. Mi planazo para esos días se había fundido, literalmen­te. Mi tono de voz hizo que los diez señores y el profe se me quedaran mirando fijamente. Entonces, el chico me dijo: “¿Te encuentras bien?”.

«EL CHICO QUE DABA LA CLASE DE ‘AQUAGYM’ ERA TAN MONO QUE ME QUEDÉ EMBOBADA MIRÁNDOLE»

En realidad, no lo estaba, pero respondí que sí con el deseo de que me olvidaran y volvieran a lo suyo. Decidí recoger todas mis cosas y volver a mi habitación (mis padres estaban en otra) y, cuando me estaba yendo, el chico se me acercó y me preguntó: “Perdona, ¿eso que tenías antes era una Game Boy?”. Así conocí a Guillem.

AMOR POR CASUALIDAD

Quién me iba a decir que daría con un maravillos­o amor de verano gracias a una Game Boy Color de 1999. Él era un friki de los videojuego­s, conocía una tienda en el centro de Palma donde arreglaban maquinitas antiguas y se ofreció a llevarme en su día libre para que examinaran la mía. Cuando les expliqué lo sucedido, me dijeron que volviera en un par de horas y, como estábamos lejos del hotel, decidimos dar una vuelta por la ciudad. Y así, hablando, supe que no había acertado en nada de lo que había imaginado. Guillem tenía 29 años, había estudiado ADE y su sueño era dirigir un hotel. Aparentaba menos edad, pero hablaba como un hombre maduro, y eso me encandiló por completo. Cuando volvimos a por mi reliquia noventera, nos comunicaro­n que no había posibilida­d de reparación: se habían derretido un par de piezas que eran muy difíciles de encontrar. Me puse muy triste.

PRIMERA NOCHE JUNTOS

Esa noche no pude evitar dejarme llevar por la serendipia absurda que estaba viviendo y dormí con él. Desde ese día, no nos despegamos. ¡Pobres mis padres! Aunque me dejaron a mi aire. Yo sabía que no tenía ningún sentido que me enamorara, pero él era muy agradable, y convirtió mi estancia veraniega en una de las mejores que vivía desde hacía mucho tiempo. Cuando llegó el momento de irme (drama), a mí no me apetecía continuar hablando con él porque tenía miedo de pasarlo mal, pero me animó a seguir en contacto y me hizo un regalo con una nota: “Yo seguiré aquí por si quieres jugar”. ¡Era una Game Boy! Este es el tercer verano que vuelvo con mis padres a Mallorca y me encuentro con Guillem. Ahora es jefe de personal en el hotel y nuestra relación es muy casual. Acordamos ciertas reglas para mantener la distancia pero seguir estando cerca a través de las redes sociales y WhatsApp.

No nos vemos mucho durante el año, cuando más coincidimo­s durante el verano. Pero me gusta así, es nuestro juego ».

«SUPIMOS QUE NO DEBÍAMOS ENAMORARNO­S, Y ESO AYUDÓ A ESTABLECER LAS REGLAS PARA CONSEGUIR QUE FUNCIONARA»

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain