Cosmopolitan España

TESTIMONIO:

«Sólo quedo con un chico si supera mi videoconfe­rencia».

- TEXTO: GABI CONTI.

Cuando Tinder me emparejó con Mikel, no me lo podía creer. Era igualito al príncipe de La sirenita y sólo nos separaban ocho kilómetros. Le di a aceptar, claro. Pero, desde la primera cita, supe que nada haría que saltasen chispas entre nosotros. Después, recibí una notificaci­ón de la app Bumble sobre una nueva herramient­a: la videollama­da. Pensé que no era mala idea. El 78% de los solteros y solteras saben cinco minutos después de conocer a alguien si van a conectar o no. Así que pensé que, si este contacto con ligues potenciale­s me podía ahorrar unos encuentros aburridísi­mos, ¿por qué no ponerlo en práctica?

Cita virtual nº 1 VÍCTOR, EL PERFECTO

Mi debut fue con un actor brasileño al que añadí a mis contactos. Intercambi­amos unos cuantos mensajes y le propuse una videollama­da. ¡Aceptó! Me puse una camiseta mona y brillo en los labios (eso sí, nada de rímel) y me senté en mi habitación a esperar que se conectara. Los dos minutos iniciales fueron más incómodos que cuando le das por error a me gusta a una foto de tu ex mientras cotilleas su Instagram. No se me ocurría nada y le solté que no llevaba maquillaje, obligando al pobre de Víctor a contestarm­e que estaba muy guapa. Vamos, que empecé fatal, pero en cuanto conseguí sobreponer­me, la conversaci­ón fue bastante bien. Hablamos 19 minutos y 52 segundos, para ser exactos, sobre su peinado (que no tenía nada que envidiar al de Shawn Mendes) y nuestras experienci­as horribles en citas (¡qué mejor manera de intimar!). Quedamos ese mismo fin de semana. Reconozco que cuando llegó el día, en cuanto nos vimos,

« Hablamos 19 minutos y 52 segundos y decidimos vernos ese mismo ‘ finde’»

en el bar, me di cuenta de que la química que habíamos sentido seguía ahí. Parecía nuestra segunda vez. Y pasamos de cumplidos y frases estúpidas porque nos sentíamos cómodos. Resultó que el reto de la videollama­da con Víctor fue como ver el tráiler de una buena película (de esas que acaban con un beso de escándalo).

Cita virtual nº 2 DAVID, EL BLUF

Era un director de cine británico y ya había intercambi­ado mensajes con él cuando le propuse probar. Le pareció buena idea. Me coloqué de cara a la ventana, segura de mí misma. Después de lo de Víctor, me veía como una pro. Y David adoraba la cámara. Además, pude ver las vistazas que tenía desde su terraza. Nos costó, pero al final intimamos hablando de cómo los dos nos habíamos mudado por amor. Normalment­e, no doy detalles íntimos tan rápido, pero ¿qué iba a hacer? Cada vez que me decía sigŸe con ese acento inglés sexy que me vuelve loca, pensaba que me estaba suplicando que le contase mis secretos. Quedamos en una cafetería para tomar algo. Pero sólo

hablamos de proyectos profesiona­les. En el caso de David, la conexión se esfumó en cuanto le tuve enfrente.

Cita virtual nº 3 CARLOS, EL PESADO

En su perfil decía que no buscaba nada serio, pero le di mi número porque ¡menuda tableta de chocolate tenía!

Me llamó. Yo me estaba tomando una copa de vino en la cocina de casa después de una cena con amigos. En cuanto descolgué, supe que no compartíam­os modo. Yo estaba animada, con ganas de reírme y charlar, y él, listo para irse a dormir y muerto de cansancio. En los doce minutos que duró la llamada, mientras me contaba que estaba pensando en mudarse a EE. UU., tuve la impresión de que nuestro sentido del humor tampoco casaba. Además, me dio una especie de charla TED sobre la increíble carrera que tenía. Yo, mientras tanto, intentaba de esconder una espinilla que me acababa de salir. No sé si se daría cuenta. La conversaci­ón fue un rollo, hasta el punto que supe que, si me pedía vernos, diría que no».

« Nos citamos para tomar café, pero en cuanto le vi, se esfumó la conexión »

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