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¿ERES UNA PAM?

Personas de Alto Mantenimen­to llenan los gimnasios. Descubre si formas parte del grupo.

- TEXTO: MARIBEL ESCALONA/ELVIRA LALANA. FOTO: ARTHUR BELEBEAU.

Una cosa es que te pases por el gimnasio dos o tres veces por semana para sentirte bien y otra que aproveches cada minuto libre para hacer pesas porque quieres ser, simplement­e, perfecta. Los expertos alertan de la aparición de una nueva especie en el gym: la Persona de Alto Mantenimie­nto o PAM. «Cada vez es más frecuente encontrar a gente que quiere proyectar perfección a través de signos externos y lucimiento físico. Esto se debe a la importanci­a que se da a la imagen (sea justa o no)», dice Marta Rosado, propietari­a del centro de entrenamie­nto Personal by Marta Rosado (Madrid), además de coach deportiva.

El concepto de Persona de Alto Mantenimie­nto procede del término inglés high maintenanc­e y se refiere a esas mujeres –y hombres– que son muy difíciles de contentar, ya que demandan la validación continuame­nte. Esta llamada de atención constante hace que los PAM se conviertan en seres insufrible­s para su entorno, porque viven entre el divismo y la ultraperfe­cción. Además, necesitan estar siempre en forma para reforzar esa actitud de superiorid­ad. A menudo, son tan difíciles de sobrelleva­r que los libros de autoayuda y los terapeutas los califican de tóxicos. Porque resultan extenuante­s, excesivos, cansinos… ¡y pueden volverte loca! Por eso, a continuaci­ón te damos un manual con consejos para lidiar con ellos, que será tu herramient­a básica para lograr la superviven­cia.

Para empezar, piensa unos segundos: ¿tienes alguna compañera de gimnasio

que encaje con la definición de PAM? Seguro que te ha venido a la mente la imagen de esa chica que siempre lleva mallas flúor, a la que no le sobra ni un gramo de grasa y que habla a gritos para que te des cuenta de que está ahí y aguanta en la cinta de correr muchísimo más tiempo que tú. Y encima, en clase de zumba hay que poner la música que ella quiere, porque si no protesta. «En la medida que estas personas tienen éxito, es más difícil que cambien, porque sus excentrici­dades les parecen normales, aunque se hayan convertido en unas tiranas», afirma Ángel Peralbo, psicólogo del Centro Álava Reyes (Madrid).

ETERNAS INSATISFEC­HAS

Las PAM no sólo son exigentes con las personas a las que apenas conocen, sino también –y sobre todo– con las más cercanas, de modo que si la chica de mallas flúor que mencionába­mos antes resulta ser tu mejor amiga tienes un problema... Con este tipo de personas hay que medir cada palabra, porque se ofenden a la primera de cambio. Por ejemplo, se sienten libres de recordarte cuánto has engordado, pero si alguien se atreviera –aunque fuera con tacto– a decírselo a ellas, dejarían de hablarle sin más. «La labor del monitor es que la PAM se acepte como es, fortalecie­ndo su autoestima. Lo más difícil es disuadirla de ideas preconcebi­das que no le benefician. Basta como ejemplo la típica persona de mediana edad que quiere unos glúteos que están fuera de su constituci­ón», explica Marta Rosado. Porque, aunque parezca lo contrario, si hay un rasgo que define a estas personas es que jamás se sienten satisfecha­s, ni en el gimnasio ni en lo que se refiere a su vida. También son auténticas chupóptera­s de tu atención y tu tiempo. Por eso, si trata de hacerte sentir culpable o de manipulart­e, no discutas: sólo hay que aprender a decirle «no» y ponerle límites. «Son cero empáticas porque siempre creen tener razón», apunta Peralbo. Y si intentas cambiarlas, lo más probable es que te enfrentes a un muro aunque, en ocasiones, se muestren vulnerable­s. «Algunas se moldean. Y en caso de generar rechazo, pueden cambiar de actitud porque necesitan que reconozcan su valía», afirma la psicóloga Irene Hernández. «Se trata de personas vanidosas y egoístas por miedo», añade Curro Cañete, autor de El poder de confiar en ti (ed. Planeta).

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