¿ERES UNA PAM?
Personas de Alto Mantenimento llenan los gimnasios. Descubre si formas parte del grupo.
Una cosa es que te pases por el gimnasio dos o tres veces por semana para sentirte bien y otra que aproveches cada minuto libre para hacer pesas porque quieres ser, simplemente, perfecta. Los expertos alertan de la aparición de una nueva especie en el gym: la Persona de Alto Mantenimiento o PAM. «Cada vez es más frecuente encontrar a gente que quiere proyectar perfección a través de signos externos y lucimiento físico. Esto se debe a la importancia que se da a la imagen (sea justa o no)», dice Marta Rosado, propietaria del centro de entrenamiento Personal by Marta Rosado (Madrid), además de coach deportiva.
El concepto de Persona de Alto Mantenimiento procede del término inglés high maintenance y se refiere a esas mujeres –y hombres– que son muy difíciles de contentar, ya que demandan la validación continuamente. Esta llamada de atención constante hace que los PAM se conviertan en seres insufribles para su entorno, porque viven entre el divismo y la ultraperfección. Además, necesitan estar siempre en forma para reforzar esa actitud de superioridad. A menudo, son tan difíciles de sobrellevar que los libros de autoayuda y los terapeutas los califican de tóxicos. Porque resultan extenuantes, excesivos, cansinos… ¡y pueden volverte loca! Por eso, a continuación te damos un manual con consejos para lidiar con ellos, que será tu herramienta básica para lograr la supervivencia.
Para empezar, piensa unos segundos: ¿tienes alguna compañera de gimnasio
que encaje con la definición de PAM? Seguro que te ha venido a la mente la imagen de esa chica que siempre lleva mallas flúor, a la que no le sobra ni un gramo de grasa y que habla a gritos para que te des cuenta de que está ahí y aguanta en la cinta de correr muchísimo más tiempo que tú. Y encima, en clase de zumba hay que poner la música que ella quiere, porque si no protesta. «En la medida que estas personas tienen éxito, es más difícil que cambien, porque sus excentricidades les parecen normales, aunque se hayan convertido en unas tiranas», afirma Ángel Peralbo, psicólogo del Centro Álava Reyes (Madrid).
ETERNAS INSATISFECHAS
Las PAM no sólo son exigentes con las personas a las que apenas conocen, sino también –y sobre todo– con las más cercanas, de modo que si la chica de mallas flúor que mencionábamos antes resulta ser tu mejor amiga tienes un problema... Con este tipo de personas hay que medir cada palabra, porque se ofenden a la primera de cambio. Por ejemplo, se sienten libres de recordarte cuánto has engordado, pero si alguien se atreviera –aunque fuera con tacto– a decírselo a ellas, dejarían de hablarle sin más. «La labor del monitor es que la PAM se acepte como es, fortaleciendo su autoestima. Lo más difícil es disuadirla de ideas preconcebidas que no le benefician. Basta como ejemplo la típica persona de mediana edad que quiere unos glúteos que están fuera de su constitución», explica Marta Rosado. Porque, aunque parezca lo contrario, si hay un rasgo que define a estas personas es que jamás se sienten satisfechas, ni en el gimnasio ni en lo que se refiere a su vida. También son auténticas chupópteras de tu atención y tu tiempo. Por eso, si trata de hacerte sentir culpable o de manipularte, no discutas: sólo hay que aprender a decirle «no» y ponerle límites. «Son cero empáticas porque siempre creen tener razón», apunta Peralbo. Y si intentas cambiarlas, lo más probable es que te enfrentes a un muro aunque, en ocasiones, se muestren vulnerables. «Algunas se moldean. Y en caso de generar rechazo, pueden cambiar de actitud porque necesitan que reconozcan su valía», afirma la psicóloga Irene Hernández. «Se trata de personas vanidosas y egoístas por miedo», añade Curro Cañete, autor de El poder de confiar en ti (ed. Planeta).