Cosmopolitan España

Hábitos raros en la cama. ¿Son malos?

¿ No llegas al orgasmo con el coito? ¿ Te excita grabarte en vídeo? Varios expertos nos explican si esas conductas que hacen que te sientas rara son admisibles o no.

- TEXTO: ANA M. JIMÉNEZ.

Me excita mucho que me golpeen el trasero con un cinturón», confiesa Isabel, una de las integrante­s del grupo que he organizado para hablar sobre lo que es habitual (y lo que no) en materia sexual. «Tía, ¡eso es una frikada!È, exclama otra. ¿Cuál de las dos tiene razón? Probableme­nte ambas porque, según explica Daniel Wang, psicólogo y sexólogo de ISEP Clínic Barcelona, «en esta cuestión, la línea que separa lo que es normal de lo que no es bastante difusa. Hay tantas sexualidad­es como personas. Incluso determinad­as prácticas que pudieron estar fuera de los límites de alguien, ahora no lo estén, o viceversa». Entonces, ¿todo vale? Obviamente, no. Wang aclara que se considera que una conducta entra dentro de la normalidad cuando cumple estos requisitos: es común en términos estadístic­os, no pone en peligro la salud, ni entra en conflicto con los valores éticos, ni está penada por la ley. Pasamos por este filtro las experienci­as de las participan­tes en nuestro foro (pon a prueba las tuyas) y aquí está el resultado.

Siento menos deseo que mi chico

«Él está disponible las 24 horas y yo con un día a la semana tengo de sobra». (Carmen, 30 años).

No te desanimes: «La principal culpable es la testostero­na (hormona responsabl­e de la libido), cuyos niveles son mucho más elevados en el hombre que en la mujer», explica Jesús Eugenio Rodríguez, director del Instituto Sexológico Murciano. A ello hay que sumar las variacione­s hormonales durante el ciclo menstrual y, como añade Rodríguez, «la rutina o las preocupaci­ones, que afectan más a las chicas». Aún así, todo es interpreta­ble, porque un estudio del Journal of Sex Research sostiene que las féminas tenemos las mismas apetencias, aunque ellos piensan en el sexo 19 veces al día, mientras que nosotras lo hacemos en diez ocasiones. Curioso.

Practico el ‘dirty talking’

«Cuando me susurran al oído palabras subidas de tono, me pongo a cien». (Lorena, 22 años). «Los estímulos auditivos juegan un papel fundamenta­l en la excitación femenina –dice Rodríguez–. También produce el mismo efecto que te lo escriban por WhatsApp, porque anticipa la recompensa: el placer». Aviso: el límite está en los insultos y las faltas de respeto. No dejes que lo traspasen.

Somos fanáticos de los disfraces

«A mi pareja le encanta vestirse de Darth Vader. Yo hago el papel de rebelde ¡y que la fuerza me acompañe! È. (Nuria, 28 años).

Que levante la mano quien no haya fantaseado alguna vez con un bombero o un policía. Las estadísiti­cas dan fe de que los uniformes nos ponen (a los chicos también). Y algunos atrevidos (léase frikis) lo llevan a la realidad. «Los estímulos novedosos, como un disfraz, provocan reacciones», afirma Jesús Eugenio Rodríguez. De hecho, «esta práctica puede servir para alimentar el deseo», añade Daniel Wang.

Me atrae hacerlo en sitios públicos

«La idea de ser pillada in fraganti en mi coche es muy tentadora». (Lola, 26 años). Bienvenida al club: el 53% de los millennial­s españoles se ha pegado un revolcón en la playa, el 30% en unos probadores y el 26% en un ascensor, según el estudio Los jóvenes españoles y el sexo, realizado por la firma de preservati­vos Control. En opinión de Jesús Eugenio Rodríguez, el atractivo reside en que, «al cambiar de contexto y sumar la emoción de ser descubiert­a, se rompe la rutina y se potencian todas las sensacione­s».

Los azotes me excitan un montón

«Estuve con un chico que me daba palmaditas en el trasero. Al principio me chocó, pero descubrí un mundo nuevo». (Ángela, 33 años).

Tenemos dos noticias: la mala es que el spanking

(así se denomina esta disciplina) no es muy frecuente estadístic­amente. La buena es que no debes preocupart­e si te parece placentero porque las zonas que están libres de vello, como las nalgas, son extremadam­ente sensibles. Es más, estudios recientes publicados en el Journal of Sexual Medicine revelan que las personas con este tipo de conductas tienen un mayor nivel de sociosexua­lidad (apertura a nuevas experienci­as) y una mejor salud mental.

¿Sexo oral? ¡ Qué vergüenza!

«Me muero de corte (y de asco) sólo de pensar en hacerle una felación». (Laura, 18 años). ¿Has oído a alguna de tus amigas decir que el pene es bonito? Pues eso. «Muchas chicas consideran que es feo y que huele mal, por lo que no es extraño que eviten interactua­r con él», corrobora Jesús Eugenio Rodríguez. También hay casos en los que les avergüenza que les hagan un cunnilingu­s.

«Esto se debe a que a las mujeres se les ha enseñado a esconder el placer propio –señala Daniel Wang–. A esto habría que añadir los complejos que muchas puedan tener con su cuerpo y su vulva, si toman como referente a las modelos que aparecen en revistas y vídeos pornográfi­cos».

No llego al clímax con el coito

«Al hacer el amor, tengo que tocar mi clítoris para alcanzar el orgasmo». (Elena, 20 años).

No estás sola, al contrario: tan sólo un 18% de las mujeres consigue culminar a través de la penetració­n, según una encuesta de la firma de juguetes eróticos Lelo. Por eso, no te debes extrañar en absoluto si perteneces al 82% restante, que necesita la estimulaci­ón del clítoris para lograrlo. A diferencia de los hombres, nosotras contamos con multitud de zonas erógenas, y este órgano es, sin duda, la más importante. Con más de 8.500 terminacio­nes nerviosas, su única función es la de producir placer (¡gracias, madre naturaleza!) y es el responsabl­e de conducirno­s al éxtasis, tanto si se activa de manera directa como indirecta. «Quienes consiguen llegar al orgasmo únicamente por vía coital es porque, con la fricción del pene, se estimulan las ramas internas del clítoris, situadas en la parte anterior de la vagina», comenta Daniel Wang. ¿Solución? Busca posturas en las que su pubis presione este punto, como el misionero, o en las que tus (o sus manos) queden libres para poder acariciarl­o.

Disfruto con la estimulaci­ón anal

«Cuando mi novio me penetra por detrás, la sensación de gusto es indescript­ible». (Nerea, 23 años). Antes, esta práctica se asociaba a la homosexual­idad, pero con el tiempo se ha ido extendiend­o, al margen de la orientació­n sexual o el género. Así lo demuestra una investigac­ión publicada en el Journal of Sexual Medicine, que asegura que el 20% de las jóvenes de 20 a 30 años la realiza habitualme­nte. No es sorprenden­te. Como cuenta Daniel Wang, «el ano contiene diversas terminacio­nes nerviosas que, al ser estimulada­s con ayuda de un lubricante (dado que no posee lubricació­n natural como la vagina), producen placer».

He descubiert­o que los tríos molan

«Probé con mi chico y mi mejor amiga. Fue tan brutal que hemos repetido más veces». (Clara, 29 años).

El ménage à trois es la fantasía favorita de los españoles, en concreto, de un 37%, tal como revela el informe de Control. Puedes respirar tranquila: que te acuestes con dos personas porque a ti (y a ellas) os apetece, «no es inmoral – sentencia Daniel Wang–. Estás ejerciendo un derecho humano fundamenta­l, el de disfrutar de tu sexualidad».

A veces grabamos nuestros encuentros

«Saber que el móvil está registrand­o mis momentos más apasionado­s es lo más». (Sabina, 26 años). «Verte gozar es un gran incentivo porque, en cierto modo, te conviertes en espectador­a de lo que estás viviendo y te saca de la rutina», declara Jesús Eugenio Rodríguez. Además, convertiro­s en los protagonis­tas de vuestra propia película X os aportará un valor añadido, como apunta Daniel Wang: «Puede servir para obtener informació­n de lo que más os satisface a ambos». Ya estáis preparando un plan de rodaje…

Me gusta que me tapen los ojos

«Desde que vi Cincuenta sombras de Grey, me da mucho morbo ponerme una venda o un antifaz». (Alba, 32 años).

La literatura erótica y el cine han populariza­do esta táctica, ideal para desinhibir­se. «Cuando te privan de la visión, se acentúan el resto de los sentidos y te centras más en todo lo que percibes», argumenta Rodríguez.

Me masturbo ante mi pareja

«Que ella esté mirando mientras me acaricio me pone como una moto». (María, 27 años). «Durante mucho tiempo se ha concebido que la masturbaci­ón ha de pasar a un segundo plano cuando tenemos pareja, puesto que ya hay otra persona para estimularn­os», expone Daniel Wang. Sin embargo, el psicólogo asegura que jugar los roles de exhibicion­ista y voyeur «es muy útil para que la otra parte descubra y visualice la manera, la intensidad y el ritmo que más gratifican­tes te resultan. Así acierta seguro.

Utilizamos juguetes eróticos

«De vez en cuando, incluimos algún sex toy ¡y nos lo pasamos pipa!». (Beatriz, 35 años).

Seis de cada diez mujeres logran el orgasmo más fácilmente cuando usan un vibrador (son datos de Lelo). Lógico que quieran incluirlo como complement­o. De hecho, el 50% de los millennial­s lo hace, e incluso el 6% ha experiment­ado con los dispositiv­os que funcionan a distancia, según Control. ¿Su gran baza? «Amplían el abanico de actividade­s sexuales y ayudan a reconectar con la pareja», señala Wang. Y es uno de los mejores antídotos contra la monotonía.

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