Cosmopolitan España

TESTIMONIO:

Nuestra lectora no tiene novio desde hace diez años. Por eso hace algunos meses cogió las riendas de la situación y se puso en ‘ modo búsqueda’. Este es el periplo que siguió para encontrar a alguien de quien enamorarse. ¿ Te identifica­s?

- TEXTO: CRISTINA C. GARCÍA. FOTO: CHRIS CRAYMER.

«Estoy harta de ser una mujer soltera».

Hola, soy Cristina, tengo 28 años y estoy soltera desde los 18”. “¡Hola Cristinaaa­a!”. Esta es la coña que tengo con mis amigas cada vez que hablamos de mi soltería, algo que ocurre a menudo, porque, a medida que me acerco a los 30, lo que fue una decisión libre se ha ido convirtien­do en un tema de debate en mi entorno, y hasta mi propia familia la ha cuestionad­o. “¡A ver cuándo nos presentas a alguien, que ya va siendo hora!”, me dicen. Y yo, que detesto que la gente considere que el estado natural de una persona es la pareja, también pienso que a estas alturas de mi vida ha llegado el momento de estar abierta a un cambio. No tener novio ha sido mi elección vital todo este tiempo por diferentes razones, entre otras, que nadie me ha entusiasma­do los suficiente como para asentarme. Y no sé si ha sido por esa presión social de mi círculo o por qué, pero el verano pasado me harté de ser single. Decidí entonces estar más receptiva, pero como no funcionaba porque no conocía a nadie, busqué una ayuda que me orientara sobre mi futuro (literalmen­te). Fui a una vidente de mi pueblo.

ESCRITO EN EL DESTINO

Lo de acudir a una persona para que te eche las cartas puede parecer el argumento de una película de sobremesa del domingo, pero es que allí vive Juani, una mujer de 76 años que lleva décadas siendo el oráculo de todas las vecinas de mi abuela. El verano pasado –como cada vez que voy–, todas me preguntaro­n: “Qué, ¿ya tienes novio?”. Y como la verdad es que yo empezaba a hacerme la misma pregunta desde hacía un tiempo, cuando me encontré a Juani en la panadería, le rogué que predijera mi devenir con el tarot. Si el resultado era gracioso, por lo menos tendría algo que contar a mis amigas a la vuelta. Esa tarde, la adivina fue absolutame­nte implacable: “Querida, te has cerrado por miedo a ser vulnerable. Te quieres mucho, deja que otros compartan ese amor por ti. La clave está en alguien que conoce una amiga tuya”. ¿Yo, miedo? Para nada, me sentía totalmente preparada para el amor, ¡faltaría más!

MANOS A LA OBRA

No sé si fue la firmeza de sus palabras o mi deseo por saber quién era ese desconocid­o, pero hice un grupo de WhatsApp con todos mis contactos (chicas, claro): las del colegio, las de la universida­d y las de mi trabajo, y les conté lo que había ocurrido y concluí con una pregunta: “¿Alguien tiene un amigo para mí que encaje en esta locura?”. Todas rieron, no se creían mi urgencia repentina por encontrar a ese misterioso hombre que aparecía en las cartas de Juani. Pero mi amiga del instituto Marta me dijo que no me había presentado a Víctor, un chico dos años mayor que yo, que lo había dejado con su novia esa primavera. Así que le seguí en Instagram y empecé a darle a like a sus últimas publicacio­nes. Llamé su atención, porque me siguió y me dio conversaci­ón: “¡Hola!”. Lo siguiente que recuerdo es a mí misma quedando con él y pensando

« Una vidente de mi pueblo me dijo que encontrarí­a el amor en el amigo de una amiga »

« Enseguida supe que el ligoteo en el entorno digital no era para mí»

en que sería mi amante. Fue por eso por lo que cogí confianza enseguida con él y, después de tener una cita muy entretenid­a, nos acostamos. Pero los días siguientes me hizo ghosting.

¡Mi futuro novio no me contestaba los mensajes! Marta me dijo que yo le había gustado, pero que él no tenía intención de intimar con nadie ahora, porque lo de su ex estaba reciente. “Si es él, ya volverá”, pensé. Si Juani lo ha predicho… Mientras tanto, aprovechan­do que estamos en plena era digital, decidí abrirme por primera vez en mi vida una cuenta en Tinder. La verdad es que me daba vergüenza, porque debía usar fotos reales y me daba miedo que alguien me reconocier­a (menudos prejuicios más tontos, ¿no?). El caso es que, en cuanto me di de alta, empecé a analizar con lupa a todos los hombres que había allí. Y el panorama era todo un cuadro. Algunos tenían en su biografía imágenes borrosas u oscuras, otros ponían frases intensas en su descripció­n… Aun así, deslicé el dedo a la derecha en dos perfiles que me parecieron majos e hice match, pero cuál fue mi sorpresa cuando me saludaron. “Ola! k tal?”, me contestó uno, que parecía que vivía en el 2001. “Eh, guapísima, ¿me mandas más fotitos del cuerpo?”, respondió otro, que dejó claro que sólo le interesaba mi físico. ¡Menudo panorama tenía ante mí!

A FUEGO LENTO

No duré mucho en Tinder, tras un periodo exhausto de prueba y empeño, todo sea dicho, porque hablé con candidatos de lo más variopinto: desde uno que escribía con faltas de ortografía hasta otro que era médico de Urgencias y de lo único que le gustaba hablar era de su consulta. Querer dejar de estar soltera no es una situación fácil, sobre todo si es por razones como las mías, que aúnan las presiones de mi entorno y las ganas de encontrar a alguien después de tanto tiempo. Meses después sigo a la búsqueda, porque me encantaría sentir esas mariposas en el estómago de nuevo y, aunque tengo cierto nivel de impacienci­a, sí que es cierto que he comprendid­o algo fundamenta­l: si tiene que llegar una persona, llegará. Creo que la clave –a pesar de lo que diga Juani–, es no forzar las cosas. De todas formas, yo sigo atenta a los amigos de mis amigas, no vaya a ser que el tarot al final tenga razón…».

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