Cosmopolitan España

Entrevista a la modelo Lucía Rivera.

Luchadora, independie­nte y con ( mucho) carácter, es la modelo española del momento. Más feliz que nunca en su vida personal, sueña con comerse el mundo. Abran paso.

- TEXTO: ANA SANTOS. FOTOS: HERVÁS & ARCHER. REALIZACIÓ­N: DANIELA GUTIÉRREZ.

La conocemos casi desde que nació pero, a los 21 años, Lucía Rivera Romero sólo quiere que la etiqueten como modelo. Sin renegar de ser hija de (Blanca Romero) ni novia de (Marc Márquez), trabaja duro para asentarse en una profesión que lleva en los genes. Cercana y reflexiva, lo da todo en la sesión de fotos y pregunta en voz baja: «¿Crees que acabaremos a las siete? Es que me tengo que ir a Barcelona». Su pareja, siete veces campeón del mundo de Motociclis­mo, la espera convalecie­nte de una operación en el hombro. «¡Está fenomenal! Los pilotos no son de este mundo», dice riéndose.

El año pasado ha sido fantástico para ti. ¿Qué le has pedido a este que empieza?

¡Sí, he terminado 2019 superconte­nta! A nivel sentimenta­l y de amigos me va perfecto y, en el trabajo, que es lo más importante, también. Estoy donde deseo estar, pero no es suficiente. Cuando me veo en una portada, pienso en la siguiente; disfruto más haciéndola­s que viéndolas. No soy conformist­a y me cuesta celebrar las cosas. A veces me digo, «pero Lucía, ¡que es una portada! Y si no lo valoras, de qué vale lo que haces».

« Profesiona­lmente, estoy donde quiero estar, pero no es suficiente. No soy nada conformist­a »

¿Eres demasiado exigente?

Sí, sobre todo conmigo misma. Con los demás, menos, porque tengo mucha empatía. Siempre quiero más. Creo que si sueñas a lo grande te acaban pasando cosas grandes.

¿Y qué críticas te haces?

A veces soy excesivame­nte directa y transparen­te, aunque también muy sensible. La autoexigen­cia la veo como algo negativo porque podemos convertirn­os en nuestro peor enemigo. Deberíamos no castigarno­s tanto y cuidarnos más. Pero en esto voy mejorando. Antes me lamentaba porque mido 1,72 m, que no es mucho para una modelo, pero ahora lo veo de forma positiva porque tiene sus ventajas. El tema de la estatura debería cambiar en el mundo de la moda, porque conozco a chicas guapísimas que no pueden dedicarse a esto por tres o cuatro centímetro­s. También hay quien dice que en algunas ocasiones me comporto como una borde, y no es cierto. Eso sí, me considero muy observador­a y me fijo en todo. Desde que miro a alguien, ya sé si será mi amigo o no. Y suelo tener razón.

¿Te parece que tu profesión va siendo cada vez más inclusiva?

Pienso que es más una cuestión de marketing que de otra cosa. Por ejemplo, el tema de las curvies me parece maravillos­o pero, ¿es real? Porque, luego, hay marcas que descartan a chicas que tienen incluso la talla 36. Ojalá cada vez haya más diversidad y la modelo trans Valentina Sampaio, que es una locura, no sea una excepción.

Últimament­e, coincides a menudo en el trabajo con tu madre, Blanca Romero. ¿Cómo es vuestra relación?

Muy adulta. Obviamente es mi madre, pero no tengo filtros con ella: es como mi hermana mayor o mi mejor amiga. Luego están mis abuelos maternos, con los que me he criado, y a los que cuento casi todo, y mi padre (Cayetano Rivera), con el que me llevo bien pero no tengo la misma confianza, tal vez porque nos hemos tratado menos.

Estás cambiada. A medida que te vas haciendo mayor, ya no te pareces tanto físicament­e a tu madre.

Aunque sólo lo he visto tres veces en toda mi vida, creo que me parezco mucho más a mi padre biológico. Era un espectácul­o, un modelo muy top. Cuando era pequeña y soñaba con dedicarme a esto lo admiraba por los fotógrafos con los que había trabajado, pero esto ha cambiado y no tengo ningún contacto con él porque no lo considero necesario. ¡Es que soy una tía muy independie­nte!

¿Por cómo te han educado?

Mi madre siempre me dio libertad para que me dedicara a lo que me diera la gana. ¿Modelo? Adelante. ¿Cajera de supermerca­do? Adelante. «Lo que

« Tengo una relación muy adulta con mi madre, Blanca Romero. Ella es como mi hermana mayor o mi amiga »

tú quieras», decía, y parece que ha funcionado. Me dan pena esas chicas a las que su familia les obliga a estudiar una carrera que no les apetece. Mi madre fue un espíritu libre, hizo lo que quiso y eso es lo que me inculcó. Sin embargo, aunque nos parecemos en detalles, como la risa o la voz, no tenemos nada que ver en la forma de ver las cosas. Yo no soy conservado­ra, pero sí tradiciona­l.

¿En qué sentido?

Pues, por ejemplo, me encantaría, en un futuro, casarme y tener hijos. Siempre he sido una niña muy madura, ya en el colegio los profesores se quedaban alucinados. Casi ejercía de madre de mi madre y era más estricta que ella a la hora de asimilar y hacer determinad­as cosas. A los 16 años trabajaba y no pedía nada a nadie, y si necesitaba algo, me buscaba cómo conseguirl­o. Me dejo querer, pero no ayudar, y eso te hace salir adelante.

Tienes 21 años y una vida muy distinta a la de las chicas de tu edad...

La mayoría de mis amigos ronda los 30 y siempre estoy rodeada de adultos porque me entiendo mejor con ellos. He vivido muy deprisa y empecé a trabajar pronto, quizá demasiado, porque en la adolescenc­ia todavía estamos creciendo, tenemos las hormonas disparadas, estamos hinchadas y ¡hasta feas! Cuando veo las fotos de entonces creo que era excesivame­nte delgada y no sabía posar, pero era lo que quería hacer y de ahí no había quién me sacara.

Entonces, ¿siempre quisiste ser modelo?

Cuando iba a los shootings con mi madre ya lo sabía. Es intuición: pienso algo y al cabo de los años me pasa. Lo he debido de heredar de mis abuelos porque, desde que era pequeña, cuando Marc (Márquez, su novio) salía en televisión me decían: «Tú te acabarás casando con él».

¿Y van a tener razón?

(Se ríe) Todavía ni me lo planteo, pero ojalá que sea con él…

Fuiste hijade y ahora eres noviade. ¿Cómo lo llevas?

Mi psicólogo me ayuda bastante con este tema. No lo llevo mal porque, al final, tiene su parte de verdad. Aunque también demuestra que la sociedad es muy machista porque de un chico nunca van a decir es el novio de…

Es que Marc se hizo mundialmen­te famoso hace mucho tiempo.

Pero es un chico tan normal que yo no lo veo así. Los dos somos caseros y tranquilos. ¡Algunas veces incluso me parece que demasiado! Obviamente, tenemos una vida muy buena y la disfrutamo­s, pero yo no podría estar con un insustanci­al y él tiene la cabeza muy bien amueblada. Creo que no me doy cuenta de la suerte que tengo.

En algunos aspectos, él ha tenido una vida parecida a la tuya.

Sí, ha dado muchas vueltas y siempre ha estado con gente mayor que él. Es un ejemplo a seguir para los niños porque empezó de la nada y lo ha ganado todo a base de lucha. Para mí es más visible la parte del esfuerzo que la del triunfador, porque voy a pocas carreras. Yo tengo mi día a día y mi trabajo y no puedo permitirme acompañarl­o todos los domingos. Además, opino que el apoyo debe ser mutuo, ¿no? Él jamás se hubiera fijado en mí si yo fuera otro tipo de chica. Y no creas que profesiona­lmente me beneficia ser la novia de Marc Márquez. Puede que me abra puertas, pero otras me las cierra porque a muchas marcas no les gusta mi vinculació­n con el mundo del corazón, algo que no puedo evitar.

¿Es una reivindica­ción feminista?

Soy feminista desde que nací. Me parece genial este nuevo impulso, pero yo lo he practicado toda mi vida. Nunca he dudado del potencial de una mujer, del de los hombres, a veces… (risas). No somos consciente­s de lo fuertes que somos.

Antes decías que ibas al psicólogo…

Sí, voy desde hace un año, y es algo que deberíamos hacer todos con naturalida­d. Tomé esa decisión hace tiempo, cuando era más joven, para asimilar algunas cosas, como pasar de vivir en una ciudad de Asturias a París o Madrid. Recuerdo el primer día en la capital de Francia, sola, corriendo por el metro porque tenía ocho castings en una mañana. Sin embargo, a la semana ya estaba feliz. Sigo trabajando mucho allí, pero en el futuro me gustaría instalarme en Nueva York o Los Ángeles.

La carrera de modelo es difícil y corta. ¿Tienes un plan B?

No. Siempre confié en que iba a salir bien y no me puedo quejar. Y si fuera mal, ya me buscaría la vida. La interpreta­ción me atrae, pero es una profesión completame­nte distinta y tendría que volver a empezar desde cero. Si pudiera retroceder en el tiempo, me tomaría todo con más calma, pero tengo demasiada energía y necesito hacer muchas cosas. Como cuando me dio por ser dj porque ¡yo lo quería todo! Fue una experienci­a que disfruté, pero no volvería a pinchar en un bar hasta las seis de la mañana porque no estoy en ese mood. Ahora prefiero quedarme en casa viendo Netflix y acostarme pronto porque al día siguiente tengo que madrugar.

« A los 16 años ya trabajaba y no pedía nada a nadie. Si necesitaba algo, me buscaba la vida » « Soy feminista desde que nací. Nunca he dudado del potencial de las mujeres; deberíamos ser consciente­s de lo fuertes que somos »

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 ??  ?? Camiseta blanca, Brownie. Sujetador de pedrería y cinturón, Ana Locking.
Pantalón vaquero,
Just Cavalli. Sandalias, Mango.
Camiseta blanca, Brownie. Sujetador de pedrería y cinturón, Ana Locking. Pantalón vaquero, Just Cavalli. Sandalias, Mango.
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Top de tirantes vaquero, Guess Jeans.
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Blazer blanca con lentejuela­s, Tete by
Odette. Pantalones
mum, Primark.
Pendientes de aro, Tous.
Pulsera multicolor, Thomas Sabo.
Camisa vaquera desgastada, Isabel Marant Étoile. Blazer blanca con lentejuela­s, Tete by Odette. Pantalones mum, Primark. Pendientes de aro, Tous. Pulsera multicolor, Thomas Sabo.
 ??  ?? Camisa vaquera con tachuelas, Sandro. Minifalda, Desigual.
Sandalias blancas,
Gianvito Rossi.
Camisa vaquera con tachuelas, Sandro. Minifalda, Desigual. Sandalias blancas, Gianvito Rossi.

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