« Si bebo vino por la noche, luego no logro dormirme »
El alcohol afecta al descanso nocturno, afirma el doctor Campbell. ¿El motivo? Tiene un efecto diurético, por lo que irás al baño con frecuencia, favoreciendo que te deshidrates. Y no mejora la calidad del sueño, ya que es un supresor de la fase REM, de recuperación física. Esta anomalía provoca somnolencia, dificultad para concentrarse y que te despiertes antes. ¿La solución? Reducir la ingesta. «La vitalidad con la que abrirás los ojos será todo un incentivo». Y lo que es mejor, «si dejas de beber o reduces la cantidad considerablemente, tus patrones de sueño mejorarán en tan solo una semana».
Ansiedad, fobia, agobio… La llames
como la llames, esa sensación de culpabilidad después de una borrachera es inconfundible. «El córtex prefrontal (responsable de la toma de decisiones) se apaga y la parte infantil toma el control –explica Nick Davies, psicólogo e hipnoterapeuta–. Hay tonterías, risas, lágrimas… Es como volver a tener dos años». Pero al día siguiente todo cambia. «Nuestro cerebro comienza a reunir las partes que puede recordar y desencadena una respuesta en forma de ansiedad, exagerando lo que ha ocurrido». Jarvis añade: «El alcohol es psicoactivo y cambia la manera en la que pensamos y sentimos. Libera dopamina, lo cual hace que queramos seguir bebiendo para mantener esa sensación de euforia». Pero el subidón es puntual y luego llegan la confusión, las náuseas y la torpeza, que pueden conducir a un aumento de la ansiedad. Reflexiona sobre ello y busca alguno de estos patrones en tu comportamiento.