Bloß nicht in die Almudena No a la Almudena
Man stelle sich mal vor, Francos Gebeine kämen vom Valle de los Caídos in die Almudena-Kathedrale, mitten in Madrid. Salopp ausgedrückt könnten morgens Rechtsradikale ihm zu Ehren aufmarschieren und die Hymne „Cara al sol“anstimmen, und mittags würden Linksradikale ihm wahrscheinlich aufs Grab pinkeln wollen. Der Staat würde einen potentiellen Unruheherd aus dem Niemandsland direkt neben den Königspalast verlegen. Nur, weil die Kirche der Familie Franco die Bestattungsrechte in der Kathedrale nicht verwehren will, mit der mehr als dämlichen Begründung, die politische Zugehörigkeit erlösche mit dem Tod. Hier geht es nicht um die letzte Ruhestätte eines Christen. Hier geht es um eine Kultstätte für eine historische Persönlichkeit, die von der Mehrheit verachtet wird. Ein Monument dieser Art hat in einer Kathedrale und auf keinem anderen öffentlichen Platz etwas verloren. Die Regierung hat in dieser Frage das Gesetz auf ihrer Seite. Wenn sie vor der Familie Franco einknickt, kann sie einpacken. Und auch der Vatikan täte gut daran, diese unsägliche Diskussion mit einem diskreten Machtwort zu beenden. Imagínense que los restos mortales de Franco son trasladados del Valle de los Caídos a la catedral de la Almudena en el pleno centro de Madrid. Por decirlo así, podrían aparecer por las mañanas grupos de extrema derecha para cantarle el "Cara al sol", y al mediodía seguir los de la extrema izquierda para intentar mear encima de su tumba. En fin, significaría trasladar un potencial nido de discordias desde tierra de nadie a un foco de atención junto al Palacio Real. Y eso con la más que pésima excusa de que la Iglesia presuntamente no puede denegar los derechos de entierro a la familia de Franco, porque las atribuciones políticas expiran con la muerte. Aquí no se trata de dar su última morada a un cristiano. Se trata de un lugar de culto de un personaje histórico despreciado por una gran mayoría. Un monumento de este tipo no debería estar en una catedral o en cualquier otro lugar de interés público. En esta cuestión el gobierno tiene la ley de su parte. Si cede ante la familia del dictador, puede apagar e irse. Y al Vaticano también le convendría hacer valer su autoridad para acabar con la discusión de una vez por todas.