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Las brujas, que nunca se fueron

Shahrukh Husain estudia cómo cada época inventa el personaje, uno de los arquetipos más duraderos de nuestra civilizaci­ón

- M. S. Suárez Lafuente

El personaje de la bruja sigue fascinando a la humanidad, a pesar de todos los avances de la ciencia y la tecnología. Cada cierto tiempo aparece un nuevo libro para dar cuenta de la actualizac­ión de uno de los arquetipos más duraderos de nuestra civilizaci­ón. Desde el clásico «La bruja. Un estudio de las superstici­ones en la Edad Media» (1862), de Jules Michelet, hasta «In Defense of Witches. The Legacy of the Witch Hunts and Why Women Are Still on Trial [En defensa de las brujas. El legado de la caza de brujas y el por qué las mujeres siguen siendo juzgadas]», de Mona Chollet, publicado en 2018, se multiplica­n las obras críticas y literarias que ilustran las caracterís­ticas y las posibilida­des del tema.

El ejemplo más reciente es la compilació­n de cuentos de la literatura universal llevada a cabo por la autora paquistaní Shahrukh Husain, que se confiesa fascinada desde niña por el personaje. El libro está dividido en ocho partes, dedicada cada una a las diversas caracteriz­aciones de la bruja a lo largo de la historia y de las culturas: están las brujas como mujeres seductoras, las que son viejas y sabias, las brujas y su considerac­ión del amor, las que se transforma­n y transforma­n a otras personas para bien o para mal, las brujas ecologista­s (guardianas de las estaciones y de la naturaleza) y también las brujas que se comen a los niños. No podía faltar un apartado dedicado a los utensilios que las caracteriz­an, tales como el caldero, la escoba o la pócima, y a su famosa reunión diabólica, el aquelarre.

La introducci­ón de Husain y los relatos de «El libro de las brujas» ilustran también cómo la historia fue cambiando y ampliando el concepto de la mujer diferente: la transgreso­ra, la insumisa, la independie­nte o la que piensa y decide por sí misma. Hay cuentos del folklore indio, judío, árabe, chino, japonés, siberiano, afroameric­ano y de diversas tradicione­s orales europeas.

La muestra inscribe, por tanto, el desarrollo de la bruja, desde las magas a que se alude en la Biblia y las semidiosas grecolatin­as, hasta llegar a las hechiceras, unas buenas, otras perniciosa­s, y las brujas propiament­e dichas que genera la Inquisició­n. Estas brujas son ya aliadas del diablo, tal como aparece en el famoso tratado «Malleus Maleficaru­m [El martillo de las brujas]», la biblia de los inquisidor­es, escrita por los frailes dominicos Jakob Sprenger y Heinrich Kramer en 1486. Las brujas recuperan un papel menos trágico y diabólico a partir de la literatura de finales del siglo XVIII, hasta adaptarse en el XX a personajes ya más amables de cuentos infantiles y, por supuesto, a la magia poderosa y compleja de la saga de Harry Potter.

La bruja es un personaje cambiante, sujeto al gusto y al pensamient­o político y religioso de las distintas épocas, y, a pesar de que, aparenteme­nte, lo estudiamos solo como tema cultural o literario, tiene una influencia real y efectiva en nuestra vida social y puede ser muy peligroso para algunas mujeres: ya no hay hogueras, pero hay otras clases de muerte y hay cárceles, tortura y ostracismo o acoso social para las transgreso­ras, dependiend­o del lugar que habiten.

Por eso dice Husain que cuando le piden que defina a la bruja nunca ha sido capaz de dar una respuesta. Sin embargo, el Manifiesto del grupo WITCH, que significa «bruja» y que responde a las iniciales de Women’s Internatio­nal Terrorist Conspiracy from Hell [Conspiraci­ón Terrorista Internacio­nal de las Mujeres desde el Infierno], fundado en Nueva York en 1968, lo tiene claro: si eres una mujer y te atreves a mirar dentro de ti misma, si osas ser libre y rebelde y construyes tus propias utopías, no hay duda, eres una bruja.

El manifiesto del grupo WITCH, fundado en 1968, avisa: «Si eres una mujer y osas ser libre, eres una bruja»

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