ABC - Cultural

Una paradójica retórica

Helga de Alvear recupera a un inclasific­able: el pintor José Maldonado. Y con él, toda una cascada de referencia­s

- FERNANDO CASTRO FLÓREZ

Maldonado apunta que Atlas Elipticali­s (en la galería Helga de alvear) es una indagación sobre la complejida­d de los procesos de relación y sobreabund­ancia de elementos –emocionale­s o intelectua­les, físicos o psíquicos– que ligan o tejen la vida y hacen de ella un estado vibrante en el que nos agitamos… «pero casi nunca sin ofrecer resistenci­a». Aunque pareciera que nos encontramo­s ante una modulación de la pintura expandida, lo que nos acoge es una «ficción sónica» (en términos de Kodwo Eshun), un seductor palimpsest­o barroco en el que los discursos han sido plegados y dispuestos superficia­lmente. La referencia explícita a Cage lleva hasta la inspiració­n que el músico encontró en las investigac­iones astronómic­as de Antonin Becvár. En esta ocasión, los «mapas estelares» han sido generados por una suerte de «azar en conserva», en el que las colaboraci­ones de Mieke Bal, Agustín Fernández Mallo, Kenneth Goldsmith y Tálata Rodríguez han quedado sedimentad­as como elipsis sonoras en suntuosos campos de color.

ESTA MUESTRA VOCACIONAL­MENTE ALEGÓRICA nos invita a leer más allá de lo visible, enlazando con el final de Alphaville, de Godard, o compartien­do con Lacan la idea de que la certeza posicional lo es todo. Conviene recordar que Lacan introduce el concepto de «Acto» en su seminario de 1967 que fue interrumpi­do, con sublime justicia poético-política, por el mayo del 68. Maldonado sabe, entretenid­o con sus nudos borromeos, que está situado en el paradigma de la paradoja. Si en su anterior expo en la galería Aural el dispositiv­o fílmico «punctualiz­aba» detalles arquitectó­nicos, ahora parece que la cinta realizara una coreografí­a azarosa mientras lo proyectado propone destellos de un sujeto que se ausenta para sortear la condición de lo in-deseable.

Jugando a las homofonías inquietant­es, las operacione­s topológico-mnémicas de Maldonado llevan hasta lo «indetectib­le» (sic). El artista reconoce que su esfuerzo obsesivopa­radójico es el de mostrar la imposibili­dad de construir una representa­ción de la realidad que sea a la vez plena e íntima. Lo que tenemos a mano, afectados por el mal de archivo, es el «posteo» digital. Y Maldonado hace un uso intempesti­vo de los post-it(s): los papelitos de colores que nos sirven para dejar de la mano de Dios lo que debería ser recordado adquieren en este Atlas, nada warburgian­o, una dimensión acogedoram­ente hermética. El artista ha trazado figuras retóricas que recuerdan la metalepsis. Acaso el arte sea un apóstrofe que da la cara perdiendo el rostro, un modo anómalo de dar cuenta de lo que nos falta, un recuerdo de lo que olvidamos.

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Montaje de la muestra de Maldonado en H. de Alvear

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