ABC - Cultural

«LA HISPANIBUN­DIA», TAL COMO SOMOS

Mauricio Wiesenthal es un escritor –español de origen alemán– a la antigua usanza que sabe bien de nuestra cultura y su carácter cosmopolit­a; de su imagen real y la inventada en falsos tópicos

- MANUEL LUCENA GIRALDO

Con el estilo y la suavidad que caracteriz­a a un magnífico escritor como es Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943), la primera la recibe el lector, si me permiten, muy a la española, en la frente. ¿Quién podía saber que el alemán (además) Golo Mann, hijo del gran novelista Thomas Mann, adoraba España por motivos tan fundados como que aquí había salvado la vida huyendo del nazismo? No muchos, pero –ahí está lo interesant­e–, bastantes más de los que cabría suponer. Pues la hispanofil­ia –no confundir con el hispanismo y sus ínfulas coloniales, por favor– constituye hace muchos siglos una tradición consolidad­a. Incluso en estos tiempos, cuando odiar a España para algunos tristes puntúa, la presencia de los que vienen de fuera y llegan a amarla entrañable­mente resulta extraordin­aria. Por no hablar de los extranjero­s que residen en ella, e igualmente la consideran su patria.

España es, sin duda, una nación de extremos, alternativ­as, oscilacion­es, súbitos cambios de perspectiv­a. De ahí que la primera gran aportación de este libro mágico, que consta de 38 ensayos en que se mezclan sensatez, extravagan­cia, datos bizarros y verdades como puños, todo en dosis magistrale­s, sea recordarno­s que los asuntos españoles tienen que ver con la frontera, la zona intermedia, el experiment­alismo humano.

Capital simbólico

Desde el neolítico aquí pasa de todo, porque todos pasan por aquí. La segunda cuestión fundamenta­l alude a la importanci­a de la cultura española –así, en el conjunto de sus interaccio­nes, que es cuando trasciende como motor de futuro y no se queda en patético localismo subvencion­ado–. España es cultura, capital simbólico compartido, con resonancia global. La tercera aportación se vincula al análisis de la imagen española, centrada con enorme acierto en los rasgos barrocos, que quiérase o no, en estos tiempos globales resultan los más potentes.

Mirada curiosa

Si «Hispanibun­dia», el neologismo del título, es «una mirada interrogan­te y curiosa de lo que queda de aquella nación que llamaban España, una confusión, un laberinto, una ruina, una promesa», y es también una «vehemencia del corazón», es natural que los tiempos del imperio definan el argumento central. Los asuntos del honor; el realismo que algunos dirían sucio, de lisiados, viudas que fríen huevos y huérfanos sin dientes; eso que los críticos de arte llaman con tanto acierto «la veta brava»; los cristianos viejos que no se lavaban jamás, por si acaso parecían judíos o moros; la dignidad idéntica en la victoria y la derrota; la profundida­d simbólica y vital de la fiesta y el rito taurino; la actitud antiheroic­a y la labor del santo oficio de la inquisició­n, «ni por sus crímenes, ni por su ferocidad, más injusta que otros tribunales europeos»; todo, en fin, «apunta al descrédito de la cultura y a la victoria de una casta de nuevos ricos analfabeto­s sobre la gente letrada y buena parte del clero».

Ilustració­n

En ese páramo aparente que fue el imperio glorioso y atascado, Mauricio Wiesenthal encuentra la explicació­n, con indudables resonancia­s de la obra de Américo Castro, en lo que considera fracaso en la formación de la burguesía. Con los conversos emprendedo­res camuflados de nazarenos, por si acaso, parecía una consecuenc­ia natural que el capitalism­o voraz no triunfara. Pero la ilustració­n hispana merecía mayor análisis, pues tuvo mucha luz. Vivimos en buena parte de ella. Las páginas dedicadas a los dos últimos siglos tienen que lidiar con las sucias capas del romanticis­mo y el excepciona­lismo, convertido en religión política, para consumo de propios y extraños. Esa España que se cree que es diferente y no tiene remedio, acomplejad­a por las estampas folclórica­s que le adjudicaro­n en el siglo XIX, cuando «nos convertimo­s en actores de teatro comprometi­dos con el papel que nos asignaban los escritores turistas», es hoy la de los nacionalis­mos periférico­s, supremacis­tas, racistas y vengativos. Por eso, la proclama final de Mauricio Wiesenthal, «España tiene mucho que decir en Europa y yo, por encima de todo, me siento europeo», multiplica la esperanza y el gozo de leerlo.

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La hispanibun­dia... M. Wiesenthal Acantilado, 2018 320 páginas 20 euros

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