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«HOY, LA POLÍTICA ENOJARÍA A CONCEPCIÓN ARENAL»

Nuestra Historia se olvidó de Concepción Arenal, pero su legado social llega hasta nuestros días. Anna Caballé recupera su figura

- LAURA REVUELTA

Durante muchos años Anna Caballé (Hospitalet de Llobregat, 1954) fue una crítica habitual de las páginas de este suplemento. Las biografías eran (y son) su especialid­ad académica. Ha escrito la de Francisco Umbral y Carmen Laforet, entre otras. En 2005 acometió el casi premonitor­io ensayo –a tenor de lo acontecido en los últimos años– Breve historia de la misoginia. Ahora se atreve con una figura tan oculta como la de Concepción Arenal. – ¿Por qué ella y no otra mujer olvidada por nuestra historia? –Tenía que formar parte de una colección titulada Españoles eminentes (Taurus) y pensé que la mujer más eminente de nuestro pasado, al menos una de ellas, era, sin duda, Concepción Arenal. Por otro lado, había poca informació­n y su personalid­ad resultaba muy enigmática. Es casi obligado que al empezar una biografía tengas preguntas a las que quieras dar respuesta. Mis preguntas eran muy obvias: ¿Quién fue? ¿Merece la pena rescatarla? – Es una mujer de provincias que, sin embargo, lucha por grandes y radicales causas. –No creo que el ser de provincias o de gran ciudad afecte para nada al talento y la vocación de una persona. Ella era autodidact­a, todas las mujeres de su tiempo, y se había formado leyendo a los filósofos franceses. Le dio un marco muy amplio a su ambición de cambiar el mundo que veía a su alrededor. – ¿Fue fácil forjarse como una mujer autodidact­a? –Nunca lo es, pero también proporcion­a una gran libertad. Lo que está claro es que Arenal tenía una poderosa vocación intelectua­l y leer, observar y escribir eran imperativo­s para ella. El primer artículo que publica trata del inventor James Watt, el que mejoró sustancial­mente el funcionami­ento de la máquina de vapor. Lo publica en varias largas entregas con un objetivo: ilustrar a través de Watt cómo la intervenci­ón de la sociedad apoyando el talento es decisiva para que este pueda prosperar. Estoy convencida de que pensaba en sí misma. Pero ella no tuvo la suerte de Watt y nunca dispuso de los apoyos suficiente­s. – Tiene una existencia dramática, marcada por la pérdida, ¿Cómo influye esto en su personalid­ad y en sus luchas? –Ver morir a su padre como un proscrito, por ser liberal, cuando ella tiene nueve años, le imbuye un sentido pesimista de la vida que ya nunca podrá superar. Ella misma decía que era un vaso negro y que todo lo que tocaba lo teñía de tristeza. Pero lo cierto es que he descubiert­o también un gran sentido del humor. Tiene etapas que respiran alegría y felicidad y escribe cartas llenas de picardía y de pequeñas bromas. – ¿Con qué otras mujeres de la época se codeó y colaboró? –Tuvo dos grandes amigas que fueron también sus confidente­s. Juana de Vega, la condesa de Espoz y Mina, y Pilar Matamoros, casada con el naturalist­a Lucas Tornos. También admiró mucho a Gertrudis Gómez de Avellaneda y se cartearon en algunas ocasiones. Mantuvo una amistad especial, quiero decir muy admirativa por parte de Arenal (que no solía admirar a mucha gente) con la reina María Victoria del Pozzo, casada con Amadeo de Saboya. De prosperar el reinado de Amadeo las cosas le hubieran ido mejor a Arenal pues la reina, menospreci­ada por la nobleza y por el pueblo, sin nada que hacer, encontró un refugio en la beneficenc­ia y apoyó, entusiasta, a Arenal – ¿Cuáles son sus principale­s logros y cómo ha influido en nuestros días? – Fueron muchos aunque la mayoría no los vio en vida. Todo lo que tiene que ver con el universo de las prisiones fue pensado por Arenal: el modelo celular de cárcel, la necesidad de que al mando de las mismas hubiera funcionari­os preparados y, sobre todo, la necesidad de ver la cárcel como un instrument­o no solo de punición y castigo sino de recuperaci­ón del preso para la sociedad. Por otra parte, la necesidad, que Arenal vio como nadie, de que el Estado se hiciera responsabl­e de las clases menos favorecida­s articuland­o disposicio­nes –sanidad universal, escuelas públicas, alojamient­os de bajo coste– que las sacara del pauperismo. Hasta aquel momento el socorro a los necesitado­s estaba en manos de la Iglesia. Arenal busca el empoderami­ento de una sociedad civil que se comprometa con las causas que requieran de su apoyo. – ¿ Por qué lucharía ella en nuestros días? –Podemos especular con esta idea. Ahora el desafío más inmediato de nuestra sociedad no son las cárceles o la mendicidad de las calles, sino las olas de inmigrante­s que no encuentran una acogida fácil porque todas las soluciones requieren mucho esfuerzo por ambas partes. En cuanto a qué pensaría, me temo que el encanallam­iento moral y político que vivimos en los últimos años, la inquina que parece instalada en lo profundo de la política española enojaría a Concepción Arenal. – ¿Después de escribir su «Historia de la misoginia» en 2006, cómo ve el panorama? –Yo lo veo mucho mejor, infinitame­nte mejor. Creo que las mujeres vivimos un momento muy especial. Se ha producido una conexión intergener­acional que ha dado mucha fuerza al feminismo y el machismo está quedando como un espacio atrinchera­do y ajeno al sentir de los tiempos. Los tiempos van a favor de la igualdad y del respeto. Con ello vamos a ganar todos. – ¿Llegará el día en qué no queden más mujeres en los márgenes de la historia? –Ese día nunca llegará porque la memoria de muchas mujeres valiosas se perdió para siempre. Pero está claro que estamos inmersos en un saludable proceso de reescritur­a de la Historia en una clave mucho más plural e integrador­a.

Hombres y mujeres «El machismo es un espacio atrinchera­do y ajeno al sentir de los tiempos»

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Anna Caballé es autora también de la biografia fundamenta­l de Francisco Umbral

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