La mirada más triste del cine europeo
La vida trágicamente corta de Kieslowski (murió con 55 años en 1996) tiene su correlato en el hecho de que su trayectoria como luminaria del cine de autor duró muy pocos años: desde que ganó el premio del jurado en Cannes en 1988 hasta que anunció su retirada del cine en ese mismo certamen en el año 1994. Por supuesto, desarrolló una larga carrera anterior en la televisión y en la práctica documental. Los problemas de censura (y de otro tipo) que tuvo con algunas de estas obras que retrataban el mundo real le llevaron a concentrarse en la ficción.
(1979), una sátira de la censura polaca, precisamente, y El azar (1981) le proporcionaron sus primeros éxitos. Pero su obra magna llegaría en 1989 con el exhaustivo rodaje de la miniserie Dekalog. Diez episodios ambientados en un severo bloque de edificios en Varsovia, inspirados cada uno, de forma más o menos específica, en los diez mandamientos, y que expresan tanto sus inquietudes espirituales como la vigencia de los principios cristianos en la sociedad occidental. Dos de esos episodios, el quinto y el sexto, serían ampliados al formato de largometraje. Con el primero, No matarás, dio el mazazo en Cannes en 1988. Y después… Kieslowski se afrancesó. La doble vida de Verónica (1991), con su relato especular entre Varsovia y París, era como un compendio emblemático de las dos Europas a un año de la caída del Muro. Y su célebre trilogía Azul, Blanco y Rojo, que rueda en un nuevo maratón entre 1993 y 1994, culmina su carrera con tres fascinantes retratos femeninos.