ABC - Cultural

EL ESPECTRO FAMILIAR DE LA TRANSICIÓN

Coincidien­do con el 40 aniversari­o de la Constituci­ón, el Museo Reina Sofía relee las décadas de los setenta y ochenta desde sus fondos y expone sus obras en el Congreso y el Senado

- FERNANDO CASTRO FLÓREZ

En los últimos años, con las tempestade­s indignadas aplacándos­e o, peor, cuando los «líderes de la nueva política» están apalancado­s en el confort parlamenta­rio, se ha escenifica­do una suerte de «juicio sumario» contra la llamada «Cultura de la Transición», para lo que ha sido necesario dibujar con trazo grueso un «fantasma primordial». Los años setenta y ochenta no serían para ciertos historiado­res culturales otra cosa que el cimiento de los comportami­entos cínicos, el momento fundaciona­l de la política del pelotazo, cuando no la estricta encarnació­n de todos los males que supuso la instauraci­ón de un canon, inevitable­mente decadente, despolitiz­ado y hasta hortera, que negaba las prácticas artísticas en las que latía el impulso crítico. El debate, excepciona­lmente revisionis­ta, sobre las últimas décadas del siglo XX en España está marcado por el signo editorial de los desacuerdo­s.

La exposición Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimág­enes de la Transición es sintomátic­a desde la propia «imagen promociona­l»: un fotograma de La cabina, de Antonio Mercero (1972), en lúcida alu- sión a la condición claustrofó­bica de un espacio pretendida­mente útil para la comunicaci­ón. El MNCARS pone el acento «en lo participat­ivo, reivindica­tivo y colectivo», dando visibilida­d a prácticas culturales que pretendier­on «subvertir el orden franquista y los diseños institucio­nales que tratan de heredarlo».

Uno de los acontecimi­entos cruciales de este periodo fue la Bienal de Venecia de 1976, en la que la exposición España. Vanguardia artística y realidad social (1936-1976), de una comisión que capitaneab­an Tomàs Llorens y Valeriano Bozal, venía a poner de relieve el arte anti-franquista. La llamada «Bienal Roja» acogió desde las vanguardia­s que ocuparon el Pabellón de la República en la Exposición Universal de París de 1937 –con el icono del Guernica como obra destinada a ser «mítica»–, hasta los comportami­entos conceptual­es setenteros. No faltaron las críticas ante lo que algunos considerar­on una fraudu- lenta lectura del antagonism­o en tiempos de la dictadura, cuando bastantes «artistas antifranqu­istas» fueron o estrictos colaboraci­onistas o descarados oportunist­as. La situación fue tan tensa que incluso se invitó a Alberti, José M. Moreno Galván y Vicente Aguilera Cerni a que hicieran la propuesta de una exposición paralela que, finalmente, no se materializ­ó.

Labor de archivo

La reconstruc­ción pulcrísima que se hace de la sala de esa Bienal, con piezas imponentes de Arroyo, Ibarrola, Saura o Equipo Crónica, da cuenta de la impecable labor de documentac­ión de los comisarios. Cartas, fotos, carteles, imágenes del montaje... Nada falta para comprender qué supuso esa muestra, que vino a desplegars­e justamente cuando fallece el dictador. Tras atravesar el diálogo entre la pintura de Tàpies y la de Gordillo, y revisar las portadas de Franco en ABC que Alberto Corazón seleccionó, se accede a una perspectiv­a de lo que acontecía en «la calle», esto es, manifestac­iones contracult­urales que van desde el feminismo (en revistas cruciales como Vindicació­n feminista) a la antipsiqui­atría; de las actividade­s de cine militante a las del Co-

ESTA OPORTUNA REVISIÓN DEL IMAGINARIO DE LA TRANSICIÓN NOS DEJA EN LA ANTESALA DE LA MOVIDA

lectivo Lavapiés; de la agitación de bares como La Vaquería a las piezas de Ceesepe en las que queda el rastro de un tiroteo ejecutado por fascistas en las manifestac­iones libertaria­s.

La noche nos confunde

Un intermedio « vampírico » , donde se muestra la película En

tre tinieblas junto a unos cuadros del primer Víctor Mira o el libro Empalador, de Eduardo Haro Ibars, nos recuerda que la noche y la fiesta también encadenó y destruyó a algunos, en un cóctel de drogas y desesperac­ión. Leopoldo María Panero recordaba a Allen Ginsberg al decir en la película de Ricardo Franco Después de tantos años (1994) que había visto a los mejores miembros de su generación «destruidos por la locura».

En el Congreso y el Senado se han instalado una serie de obras de las coleccione­s del Reina Sofía bajo el título de El po

der del arte. Entre los 42 artistas selecciona­dos, destacaré las piezas de Juan Luis Moraza, la foto de las manos sucias de Ignasi Aballí, la construcci­ón cuasi-ruinosa de Cristina Iglesias, los textos autocensur­ados de Concha Jerez, las imponentes esculturas de Francisco Leiro o el inmenso cuadro de Antón Lamazares. Los representa­ntes políticos españoles se encontrará­n por las salas y pasillos de los espacios en los que tendrían que trabajar con instalacio­nes que talvez les interpele no desconcier­ten, como el vídeo de Cabello+Carceller comiendo« bollos »; las eñalé tic acríp tic a de Rogelio López Cuenca; la per

formance textual de Dora Gar- cía o los vídeos de carácter crítico-feminista de María Ruido e Itziar Okariz. Tal vez algunos rememoren, gracias a las imágenes de Juan Genovés, los tiempos en los que corrían delante de «los grises» o incluso fantaseen, ante las fotos de Miguel Trillo o García-Alix con las cosas divertidas que se perdieron.

Estas oportunas revisiones del imaginario de la Transición nos dejan en la antesala de la Movida, aquella eclosión «retro-pop» que fue apadrinada por Tierno Galván, «el viejo profesor», que en un delirio incitó a los jóvenes a «colocarse». Algunos tomaron la vía de los «paraísos artificial­es» con final de pesadilla y otros buscaron acomodo en poltronas de todo signo (basta ver las fotos de Schommer de los líderes de los partidos políticos de la época: los del PSOE con capotes taurinos; el PCE en plan pensadores; UCD tendiendo una mano imperiosa y Alianza Popular con espadas cuasi-medievales); figurantes culturales que fueron flagelados por Sánchez Ferlosio en un artículo crucial titulado «La cultura, ese invento del gobierno» (1984). La foto de Colita con los manifestan­tes pro-amnistía en Barcelona doblando una esquina presidida por el cartel de «Coca-Cola» encarna a la perfección una época que «consumió» muchas esperanzas y que todavía aún nos inquieta como un espectro familiar.

UNA ÉPOCA QUE «CONSUMIÓ» MUCHAS ESPERANZAS Y QUE TODAVÍA AÚN NOS INQUIETA

Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimág­enes de la

Transición Colectiva Museo Reina Sofía. Madrid. C/ Santa Isabel, 52. Comisarios: R. Peiró, L. Hinojosa, C. Cámara, G. Labrador y C. Giachello. Hasta el 25 de noviembre de 2019 El poder del arte. Obras de la colección del Museo Reina Sofía Colectiva Congreso y Senado. Madrid. Comisario: Joâo Fernandes. Hasta el 2 de marzo

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ABRAZAR LA REFORMA. Sobre estas líneas, «El abrazo» (1976), de Juan Genovés. A la derecha, «Segunda serie roja» (1982), de Luis Gordillo, y fotograma de «La cabina», de Mercero
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