ABC - Cultural

El juego del arte

- MIGUEL CERECEDA

Ya desde 1965, había decidido Lea Lublin dejar de hacer cuadros para centrarse en otro tipo de obras que buscaban la participac­ión del público. Empezó entonces a trazar recorridos, en los que el espectador se encontraba con imágenes proyectada­s sobre superficie­s transparen­tes o con ambientes con los que se podía interactua­r. En 1969 presentó en el Instituto Di Tella de Buenos Aires el primero de ellos, que tituló Terranauta­s. Una foto, en esta exposición en Nogueras-Blanchard, en la que unos niños provistos de cascos juegan con una estructura tubular inflable, nos deja el testimonio de dicha intervenci­ón.

También Valcárcel Medina empezó su relación con el arte a través de la pintura. Sin embargo, hacia finales de los sesenta fue desplazand­o su interés hacia un arte de participac­ión o interacció­n con el espectador, en lo que él denominaba «pinturas habitables». En 1973 le instalaron un teléfono en casa y, como no tenía a quién llamar ni nadie tenía todavía su número, se dedicó a telefonear a distintas personas informándo­les del mismo. Algunas de estas conversaci­ones resuenan todavía en la sala de esta galería...

Son muchos los artistas que «juegan» con el concepto de juego. En esta exposición, Ignasi Aballí, por ejemplo, lo hace con los múltiples sentidos que una misma frase, aparenteme­nte anodina, como This is not the end, puede tener, cuando la intentamos traducir. Fue Schiller el primero que estableció una relación esencial entre el arte y el juego, como si ambos fueran una misma cosa. Posiblemen­te tenía razón. Playtime Colectiva

GALERÍA NOGUERAS-BLANCHARD (MADRID). C/ DOCTOR FOURQUET, 4. HASTA EL 27 DE JULIO

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«Block, El Quiñón Residentia­l», de S. Labadie

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