La frontera del reino
Los mapas son mucho más que un dibujo a escala
ontra lo que piensa casi todo el mundo sobre los mapas – no solo los antiguos–: que son dibujos, representaciones a escala de un objeto geográfico, pinturas o paisajes a vista de pájaro, la ciencia que los estudia ha llegado a una conclusión muy diferente. Los cartógrafos creen que no hemos comprendido bien. Ellos han aprendido a mirar los mapas de mil formas distintas: como dibujos, como espejos que reflejan la mentalidad de sus autores, como nudos de información que durante siglos no podía guardarse en una nube, pero quedaba más allá de los márgenes tintados, dando carta de naturaleza a nuestra Terra Ignota. Detrás de cada mapa hay una biblioteca al completo. Un panteón de dioses y constelaciones. Fantasmas culturales, ausencias y miedos inconfesables. Incluso ahora está el miedo en los mapas «exactos» del siglo XXI.
Tienen capas cognitivas muy diferentes. Los unicornios y monstruos marinos son casi autorretratos –nosotros los de entonces, que decía el poeta–, de lo que creíamos o aún creemos. El pavor de una civilización ante la memoria imposible de todos los fracasos (o naufragios) se pintaba de modo familiar, con forma de rape gigante. La inquietud ante las magias evidentes o ante las deformidades nunca del todo exploradas, al acecho entre malezas o hielos exóticos, también eran un cardiograma del vértigo de saber, la sed de un conocimiento cada vez más alto.
¿Y hoy? Buscamos con la certidumbre de los que «sabían» que la Tierra era plana un lugar para los calamares gigantes de las profundidades y para las tribus perdidas en los últimos bosques que jamás tuvieron un mapa «exacto» en el que caerse muertos. Porque de eso se trata: las fronteras siguen siendo un acto de fe, líneas imaginarias donde se ahogan los sueños, en el Río Bravo, en el Estrecho de Gibraltar o en islas del Egeo donde ubicamos mejor antiguos mitos que dramas contemporáneos. Los mapas exactos no dejan de ser una ficción, la palma de la mano de la vida en la frontera del reino de la muerte.
CEn las líneas imaginarias se ahogan los sueños, en el Río Bravo, en el Estrecho de Gibraltar o en el Egeo