«Barcelona a finales de los 70 era una ciudad libre. Representaba la felicidad»
Sin Beatriz de Moura no se puede entender la historia editorial de España, con sede en una Barcelona que hablaba todas las lenguas. A sus ochenta años, celebra los cincuenta de la editorial que funda en un pequeño despacho en 1969, Tusquets
n el año 1969 arranca la editorial Tusquets y lo celebran con una fiesta en la sala barcelonesa Price, un «antro» de la época que ya no existe. 50 años de aquello y Beatriz de Moura para contarlo: la gran editora de España (y alrededores), aunque nació en Río de Janeiro en 1939. Me reúno en un restaurante de Barcelona con ella y con su «heredero», Juan Cerezo. A sus ochenta años, no para de contar mientras repasamos fotos y la memoria literaria de este país que ha pasado por sus manos. Es una pena que a estas palabras no se le pueda «añadir» ese tono, entre socarrón e irónico, de Beatriz de Moura en el que se atisba un deje del brasileño. –
E–El primero que está en la colección « Marginales » es deBeckett. Esta es la colección más intelectual, más literaria, donde cabía arte, arquitectura... Y luego la plateada, «Cuadernos ínfimos», era más como de batalla, y la dirigía Sergio Pitol. Pero, en aquella época, todos sufríamos la censura.
Había que viajar a Madrid varias veces. Nos enseñaban lo que habían tachado, y entonces entablábamos una conversación con el autor. Por teléfono era más rápido, al menos nos ahorraba el tiempo de la carta va y la carta viene. Había que resistir, ponerse duros con el texto. No entendían nada de Beckett, pero bueno, había que resistir. –No personalmente, pero por teléfono tuve muchas conversaciones y muy raras. –Perduran si tienes dinero. Si no tienes dinero, no perduran, que es lo que pasaba en las pequeñas editoriales. Yo tuve una suerte extraordinaria, fuera de lo común, porque empecé en la sala de estar de mi casa, y así me pasé años. Luego, mi primer marido cambiaba de piso –ya estaba casado con otra persona–, y me ofrecía ese sitio que dejaba. Mis despachos se resumían en una mesa, estanterías y para de contar. –El primero estaba en mi sala de estar, muy pequeñita, pero esta sala ya era un lugar donde se reunía bastante gente. Y entonces, regularmente, venían extranjeros. Yo sabía que cuanta más gente de fuera viniera, hablara y me contara, mejor. Este ambiente en el que vivía era pobre pero muy ilustrado. –García Márquez, sin duda. Publicar su Relato de un náufrago. Ese colombiano que andaba por Barcelona era un chico que decía que era escritor. Entonces le hicimos caso, sobre todo porque la curiosidad hacia América siempre fue muy grande en mí. Cuando lo leí me maravillé. El había publicado ya dos libros en Buenos Aires, pero de los que no se oyó hablar aquí, simplemente porque en aquella época no había los contactos ni la comunicación de ahora. Yo se lo presenté a Carmen Balcells. –A Groucho ya lo conocía, porque había sido parte de mi infancia. Ese fue otro pequeño gran éxito, pero el que para mí fue una conquista fue el norteamericano. –Lo leí ( Cómo acabar de una vez por todas con la cultura) volviendo de París. Ya me habían recomendado sus películas. Sus películas eran geniales, hay que ser muy cretino para no darse cuenta. Y publicamos también sus guiones.
¿Esto que me enseña son los primeros libros que publicaron con cubiertas doradas y plateadas?
–¿Y cómo se esquivaba? –
–¿Conoció a Beckett?
–¿La satisfacción última de un editor(a) es comprobar que sus
–¿Se refiere a Woody Allen?
Beatriz de Moura (a la derecha de la imagen) con Ana María Moix en agosto del año 1974
–Alguno se pasaba con el alcohol, y volvía a mediodía a ver si le daban algo de comer. Yo estaba trabajando. El hablar unos con otros convirtió a Barcelona en una ciudad muy activa, porque aparecieron fotógrafos interesantísimos, cineastas... Todo el mundo estaba probando algo. –Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral… Eran amigos. Colita… Ella era fotógrafa. Esto es una larga historia que se fue cosiendo a medida con la aportación
–Dígame algunos nombres de los que pasaban por allí...