ABC - Cultural

REIVINDICA­CIÓN DE LA ÉTICA Y ESTÉTICA «CHANA»

Miki Leal, Juan del Junco y Fernando Clemente fueron, con el cambio de siglo, The Richard Channin Foundation. Su irreverenc­ia de entonces es ya material de museo

- IVÁN DE LA TORRE AMERIGHI

l CAAC recupera, con buen criterio, uno de los momentos más interesant­es del arte andaluz y –nos atreveríam­os a decir– que también del panorama nacional del ya no tan reciente cambio de milenio. Unos procesos que han merecido ser revisitado­s ahora, casi dos décadas después, para estimarlos en todo su sentido, ya que no fueron bien ponderados entonces.

Recordamos haber visitado en 2000 el estudio de la sevillana calle Macasta con motivo del ciclo PaseARTE, organizado por Lorna Scott y Esther Regueira. Entrar, salir; todo parecía confuso, abigarrado, lleno de gente, en todo alejado de los paradigmas de lo que nos habían enseñado a los historiado­res del arte que debía ser un estudio de artista: cerveza, comida, diversión, humo, ajetreo.

E¡Cómo nos reímos!

Apenas un año después, en un artículo en estas páginas, señalaba un exceso de improvisac­ión y contingenc­ia y el peligro que corrían de caer en una patética vorágine e, incluso, de hacer carrera de ello. Cuánto se debieron reír, pues precisamen­te era eso lo que pretendían hacer y así lo hacían, como el buen prestidigi­tador, delante de nuestros ojos, sin que fuésemos capaces de percibirlo.

Tardamos en comprender que la importanci­a de The Richard Channin Foundation (1999-2004) no radicaba en la dimensión artística de las obras, acciones o iniciativa­s que produjeron o impulsaron; la producción posterior de los tres componente­s del colectivo –Miki Leal (Sevilla, 1974), Juan del Junco ( Jerez de la Frontera, 1972) y Fernando Clemente ( Jerez de la Frontera, 1975), cada uno siguiendo unas líneas, unos tiempos y unas pautas de actuación diferencia­das– posee una trascenden­cia mayor. Pero he ahí la paradoja que la cuestión entraña. Por un lado, resulta imposible justificar la trayectori­a actual de los tres creadores sin ese interesant­e viaje iniciático, del que son deudores. Por otro, sin la aparición del colectivo sería imposible explicar con la misma fuerza la eclosión de una generación de artistas jóvenes que encontraro­n en las inauguraci­ones y actividade­s lúdico-sociales de la RCHF, y en su actitud desacomple­jada y heterodoxa para con el arte y el mercado, una coartada para encontrars­e, reconocers­e, mostrarse y reivindica­rse.

Miki, Juan y Fernando – la Channin– hicieron de la necesidad virtud; del evento arte, un contexto y un espacio de agitación e interacció­n relacional con la sociedad; de la ascensión de lo hortera y popular a los predios de una supuesta alta cultura, un credo estético –lo chano–, y de la auto-reverencia a la personalid­ad autoral, un intenso leitmotiv. Este alto nivel de exposición pudo producir un desgaste prematuro, pero permitió un eco que fue oído más allá de las fronteras de lo local. Bajo un mínimo análisis, el dibujo –con materiales muy precarios– les permitía trascender lo pictórico que tanto peso había tenido en la escena hispalense sin traicionar una herencia. Con juegos muy serios, recombinar­on todo el bagaje histórico recogido y lo proyectaro­n hacia el futuro. Y no todo se limitó a chanza, hermandad e irreverenc­ia. Piezas como Directo al estrellato (2002), Cola de caballo (2002) o La custodia del cubata ( 2002-2008) –recienteme­nte censurada en una muestra colectiva– revelan una conciencia crítica, una profundida­d ética y un conocimien­to contextual que siguen resultando incisivas y reveladora­s. The Richard Channin Foundation CAAC. Sevilla. Avda. Américo Vespucio, 2. Comisario: Sema D’Acosta. Hasta el 20 de octubre

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«Pixeladas», uno de los dibujos del colectivo, de 2002
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«Me gusta este ritmo» (Sala de eStar, 2004)

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