ABC - Cultural

Gaarder, para pedantes y políticos

«Simplement­e perfecto» es la nueva novela de corte filosófico del autor noruego

- LAURA REVUELTA

A Jostein Gaarder le he escuchado en más de una ocasión afirmar que la filosofía y sus enseñanzas más puras resultan fundamenta­les para que la sociedad acabe siendo más humana, para que el hombre se comporte conforme a criterios más sabios y también más justos. Pero, cuando Gaarder se refiere al conocimien­to de la filosofía no lo hace bajo el estricto precepto académico (a modo de una aburrida asignatura) para saber de cabo a rabo todas aquellas inquietude­s que pasaron y se pasearon por la cabeza de los grandes pensadores de la civilizaci­ón occidental, cuyo legado quedó en sus eternos escritos. No, él se refiere a algo mucho más profundo que recitar como un papagayo a Platón o a

Nietzsche... al estilo de quienes ambicionan ganar un concurso de la tele o epatar a un colega de tertulia. Gaarder aboga porque la filosofía fluya por nuestra sangre (al menos por la de aquellos que llevan las riendas del devenir cotidiano), riegue nuestro cerebro, conforme nuestro ADN para moldearnos como individuos más sensibles y capacitado­s para tomar decisiones a favor del bien común. En resumen, debemos movernos por la filosofía con la misma agilidad con la que montamos en bicicleta y una persona sabia es la que mejor ha procesado esa sabiduría. He aquí un buen tirón de orejas para políticos iletrados y amantes de la pedantería resultona.

Este precepto es el que Gaarder ha llevado hasta las últimas consecuenc­ias en sus numerosos novelas desde que escribió aquel éxito mundial de «El mundo

CON ÉL NOS MOVEMOS POR LA FILOSOFÍA CON LA MISMA AGILIDAD CON LA QUE MONTAMOS EN BICICLETA

de Sofía». En el año 1991 apareció en su Noruega natal y se publicó tres años más tarde en España, donde ya lleva más de un millón y medio de copias vendidas, y cada temporada suma miles y miles de nuevos seguidores. Yo leí «El mundo de Sofía» no recuerdo con cuantos años (pero joven) y ahora he vuelto a coger entre mis manos un nuevo libro de Gaarder, «Simplement­e perfecto», con la certeza de antaño: me iba a hablar de asuntos difíciles (las eternas preguntas sobre el hombre, la vida y la muerte) pero con la sencillez de siempre. Por cierto, entre medias de uno y otro título, me entretuve, y mucho, con la historia amorosa de San Agustín (en su juventud, antes de tener un puesto fijo en el santoral y en la historia del pensamient­o de Occidente como padre de la Iglesia, tuvo una amante que le dio un amado hijo) que narra en «Vita Brevis».

Los libros Gaarder, que siempre se catalogan como novelas, bien se pueden abrir y repasar como catálogos de filosofía, de pensamient­o impregnado de cotidianid­ad, porque por sus

Sobre estas líneas, cartel de la versión cinematogr­áfica de «El mundo de Sofía» páginas fluyen todas las dudas existencia­les desde que el hombre es hombre y habita en el planeta Tierra. En este caso, el protagonis­mo recae en un profesor al que le diagnostic­an ELA y toda la trama discurre alrededor de algo tan complejo como repasar una vida y despedirse de este mundo (mujer, hijo, nietos...) a orillas de un lago que funciona cual laguna Estigia. Gaarder lo cuenta con tanta sencillez, con tanta naturalida­d, que ni se nos cae una lastimera lágrima ni nos suena a discurso barato de autoyuda. No, en absoluto, nos repite algo que ya sabíamos pero que parece que habíamos olvidado en estas décadas en las que el hombre ha estado ebrio de inmortalid­ad para medirse con la Naturaleza: nunca fuimos inmortales, y no somos más que un organismo en la inmensidad del universo. Está claro que la realidad y sus pandemias nos han dado un toque de atención sobre lo que nos espera de ahora en adelante, y Gaarder nos ayuda a comprender este presente y mirar al futuro con las armas de la sabiduría del pasado.

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EN LA PANTALLA.

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