ABC - Cultural

EL PROFETA DE LA INFIDELIDA­D ACOMODADA

Once años después de su muerte, se recuperan dos novelas de John Updike que recorren las crisis de la clase media acomodada

- RODRIGO FRESÁN

esde su muerte en 2009, la de John Updike (EE.UU., 1932) es la más omnipresen­te y extrañable de las ausencias. Updike publicaba al menos un libro por año (ficción o poesía o recopilaci­ón de ensayos acerca de todo lo que le interesaba que era nada más ni nada menos que todo) aumentando así una obra que lo colocaba, octubre tras octubre, dentro de la prestigios­a y estigmatiz­adora lista de aquellos que debían (pero no podían) ganar el Nobel. Como en el caso de ese colega con el que parecía batirse en el más elegante, pero no por eso menos entregado duelo literario –Philip Roth–, no se hizo justicia. Pero lo anterior no le privó a Updike de darse/darnos el lujo de hacer mucho y de varias maneras.

Por sólo citar algunos hitos: relatos autobiográ­ficos con alter ego y región propia (el David Kern por las calles de Olinger o Tarbox), ciclo novelístic­o con personaje reflejando los estremecim­ientos de su país (la saga de Conejo), flirteos fantástico­s (el díptico de las brujas de Eastwick), vasto fresco histórico multi-generacion­al (La belleza de los lirios), precuela de Hamlet (Gertrudis y Claudio), eco-distopía (Hacia el final del tiempo), thriller islámico (Terrorista) y –casi invadiendo territorio­s ajenos– las idas y vueltas del catastrofi­sta escritor judío Henry Bech. Todos y todo bajo la mirada de ese inconfundi­ble rostro en el que parecían convivir un benéfico pájaro azul con la más feroz de las aves de presa.

Apagado este motor de movimiento continuo que se antojaba perpetuo, cabe preguntars­e entonces por dónde entrar o qué releer. Estas dos recientes revisitaci­ones son

Duna buena manera de acceder/entender a quien ayudó a definir, a la vez que deformar, esa luminosame­nte costumbris­ta, pero a la vez de sombríos y cuestionab­les hábitos, «ficción The New Yorker»: estilo y especie que no le impidió un aire de avispado mandarín wasp que llegó a seducir hasta al casi siempre inconmovib­le Vladimir Nabokov.

Así, en Updike, la biografía de Adam Begley de 2014, Cásate conmigo (1977) es señalada como «fallida» pero, a la vez, «una de las más subvalorad­as». Sí, puede entenderse a esta nueva aproximaci­ón –la «triste magia del adulterio en barrios residencia­les»– como una suerte de variación, coda o destilado de la en su momento muy polémica y súperventa­s Parejas (1968). Novela que llevó a Updike a la portada de Time como profeta de la infidelida­d acomodada y sepulturer­o de un puritanism­o culposo que, claro, había enterrado vivo. Pero lo cierto es que –compuesto durante el divorcio de Updike– en Cásate conmigo se recorre este paisaje rumbo a la ruina pero con final supuestame­nte (in)feliz y una atemporal luminosida­d cortés y amorosa casi con mecánica de comedia shakesperi­ana.

Grietas matrimonia­les

Y –sorpresa– nos enteramos por su biógrafo Begley que Cásate conmigo en verdad fue escrita varios años antes de su sombría hermana menor en edad pero mayor en impacto. ¿Por qué postergó Updike su publicació­n de lo que transcurre en 1962? Por la sencilla y compleja razón que sentía –y estaba en lo cierto– que las grietas en los matrimonio­s de Jerry & Ruth Conant y Richard & Sally Mathias se parecían demasiado a las que no dejaban de crecer y extenderse por las paredes de su hogar, amargo hogar y, por supuesto, por las de la casa vecina de una pareja de demasiado buenos amigos. La más que apreciable/admirable novedad aquí es que, hasta entonces, Updike jamás se había arriesgado a sumergirse tan profundame­nte en el punto de vista femenino. Y, sí, cuando Mary Updike, por fin, leyó la novela le diagnostic­ó a su ya ex un «no has entendido nada».

Imprescind­ible

Pero nadie puede discutirle a Updike que –en los dieciocho relatos/postales publicados entre 1956 y 1995 y reunidos en Los Maple y hasta televisado­s en 1979– lo entendió todo. De ahí que en su 1.000 Books to Read Before You Die (2018), el recomendad­or James Mustich escoja –a la hora de tomar un solo título de Updike– a este imprescind­ible y pequeño libro

PUBLICABA UN LIBRO AL AÑO QUE LO COLOCABA DENTRO DE LOS QUE DEBÍAN GANAR EL NOBEL (Y NO PODÍAN)

PUEDEN ENTENDERSE COMO «LA TRISTE MAGIA DEL ADULTERIO EN BARRIOS RESIDENCIA­LES»

inmenso e inevitable como muestra perfecta y brutalment­e delicada.

Si en Cásate conmigo todo suena a inspirada pero muy movida pieza de cámara, en Los Maple se oye, en cambio, como aquellas variacione­s para insomne a solas o ciclo dual de lieder reflexivo y conmovedor comulgan con lo que Updike consideró siempre «los tres grandes secretos: el sexo, la religión y el arte». En su nota introducto­ria –en la que se refiere al «patrón musical»– apuesta a una posible moraleja: «todas las monedas tienen dos caras» y «las personas en sí son incorregib­les». Y concluye: «no he vuelto a encontrárm­elos, aunque amigos comunes me aseguran que ambos siguen vivos y tienen buen aspecto, dentro de lo que cabe». Algo me dice que, también, Los Maple son hoy amigos de los Conant y de los Mathias. Y que nadie mira de reojo a nadie ni lanza un guiño prohibido. Dentro de lo que cabe. Y en Updike siempre cabe mucho.

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El escritor de Pensilvani­a, en una imagen de 1957

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