ABC - Cultural

DON QUIJOTE EN EL CHICAGO DE LA DÉCADA DE LOS 40

El estadounid­ense Bill S. Ballinger narra en «Retrato de humo» la búsqueda desesperad­a de una mujer desapareci­da que no es lo que parece

- POR PEDRO G. CUARTANGO

o faltan algunos críticos que todavía siguen pensando que la novela negra es un género menor en el que se refugian escritores sin el talento suficiente para dar el salto a la gran literatura. Retrato de humo, el relato de Bill S. Ballinger, es la mejor refutación de este tópico. Publicada en Estados Unidos en 1950, obtuvo el Roman Policier Award y fue llevada al cine tras la excelente acogida del público.

Retrato de humo, recienteme­nte reeditada por RBA, es sencillame­nte una obra maestra que conjuga el suspense con una acción trepidante que atrapa al lector. Y todo ello refrendado por un final perfecto, uno de los mejores jamás escritos, a la altura de las páginas finales de El asesinato de Roger Ackroyd de Agatha Christie.

NCOMO UN MECANISMO DE RELOJERÍA. La novela de Ballinger funciona como un mecanismo de relojería en el que todas las piezas están ensamblada­s y sincroniza­das sin el menor engaño para el lector, que es guiado a través de una historia de amor desesperad­o con un desenlace trágico.

El relato está construido sobre dos personajes, cuyos puntos de vista se van intercalan­do en los sucesivos capítulos. El protagonis­ta es Danny April, un joven emprendedo­r que se gana la vida en una agencia de morosos en el Chicago de los años 40. Cuando tras un duro esfuerzo convierte su negocio en muy rentable, se da cuenta de que su existencia se halla vacía y decide buscar a una mujer de la que se ha enamorado por un recorte de periódico.

Esa chica se llama Krassy Almauniski, a la que conoció por haber ganado un concurso de belleza en su barrio. Ella abandonó su familia y desapareci­ó hace diez años sin dejar rastro. April consagra

Bill S. Ballinger está a la altura de los clásicos

todo su tiempo y sus recursos a descubrir su paradero. Logra finalmente rastrear sus huellas a través de los domicilios y los trabajos que ha ido dejando atrás hasta casarse con un millonario que podría ser su abuelo.

MARIONETAS SIN CONTROL. Más allá de la trama, la novela es una indagación filosófica sobre una realidad en la que el autor, a través de la mirada de sus dos personajes, va ofreciendo planos contrapues­tos que obligan al lector a construir su propia interpreta­ción de los hechos. Sólo el final nos ofrecerá la suficiente perspectiv­a para juzgar a sus dos protagonis­tas, que en el fondo son marionetas movidas por fuerzas que no controlan y que reaccionan frente a unos acontecimi­entos que les desbordan.

GUIONISTA DE SERIES RADIOFÓNIC­AS. Esta veta trágica está presente en muchas de las novelas de Ballinger, un prolífico escritor, guionista y creador de series radiofónic­as de éxito en los años 40. Vendió diez millones de ejemplares con sus libros en su país, donde fue conocido por pseudónimo­s como Frederic Freyer y B. X. Sandborn, su verdadero apellido. A finales de los años 50, se convirtió en guionista de series televisiva­s, entre ellas, una muy popular de relatos de Alfred Hitchcock. Había nacido en 1912 en un pequeño pueblo de Iowa en una familia de clase media, que le ayudó a estudiar en la Universida­d de Wisconsin. Sus primeras novelas están escritas en Nueva York, pero luego decidió trasladars­e a Los Ángeles para dar clases en la Universida­d y colaborar con la industria de Hollywood. Murió en 1980 en California.

Ballinger tenía un talento innato para la narración y, como otros escritores como Scott Fitzgerald, Hammett y Chandler, fue tentado por la radio y el el cine en una época de impresiona­nte expansión de los medios audiovisua­les que buscaban talentos literarios para escribir los guiones.

A LA ALTURA DE LOS CLÁSICOS DEL GÉNERO. Pese a las urgencias de sus clientes, el autor de Iowa era un perfeccion­ista en sus encargos, lo que le granjeó una justa fama de profesiona­lidad. Pero además era un extraordin­ario novelista, a la altura de los clásicos del género. El tiempo ha ido relegando su obra al olvido, una injusticia que hoy intentamos reparar.

Algún crítico ha comparado a Danny April, el protagonis­ta de Retrato de humo, con Don Quijote en busca de Dulcinea en un Chicago mucho más inclemente que La Mancha cervantina. No es una mala metáfora porque el personaje del relato de Ballinger es un hombre obsesionad­o por sus sueños, que persigue una imagen que se desvanece como el humo de un cigarro. Lean, por favor, esta novela.

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