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EN BUSCA DE LA FAMILIA PERDIDA

Galder Reguera ha construido una novela que parte de un hecho real, trágico y autobiográ­fico: la muerte de su padre. El mérito de la narración es que transciend­e todo ello

- JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS CARMEN R. SANTOS

i padre murió el día que mi madre le dijo que estaba embarazada de mí». Esta frase nuclear, marca de una tragedia, no solo se encuentra en el origen del libro, que trata de la búsqueda del padre, sino de un hueco que solo podrá llenarse escribiénd­olo. Algún día habrá que trazar un mapa explicativ­o de por qué en pocos años ha habido tal acumulació­n de calidad de la prosa autobiográ­fica de la mano, entre otros, de Héctor Abad Faciolince, Rosa Montero, Menéndez Salmón, Manuel Vilas, Miguel A. Hernández Navarro, Elvira Lindo. Todos ellos parten de una muerte en su origen, y todos son una pesquisa en torno a ella.

Con El dolor de los demás el libro de Galder Reguera (Bilbao, 1975) comparte el problema de una poética de la necesidad de escribir y la pregunta sobre la legitimida­d de hacerlo. Con Ordesa de Manuel Vilas la idea compartida es que la familia de uno puede ser también la de los otros sin saberlo. De lo que no cabe duda es de que el de Galder Reguera figurará entre los mejores libros que pueden escribirse sobre la familia como necesidad y como destino, del que es inútil zafarse.

«MFelicidad narrativa

El desafío grande de este libro era que la trama verdadera que subyace, la aceptación de uno mismo como hijo, pueda permanecer incólume al hecho de la enorme suerte de casualidad­es novelescas que han ido propiciand­o el perfil de su historia familiar. Es tan poderosa la trama que parece una novela, pero no lo es. Y la historia desde su origen es tan personal que parece solo suya, pero tampoco lo es, porque los lectores la hacen en gran parte propia. Conseguir esto o no conseguirl­o era la partida en la que este libro jugaba su principal baza. Para que se produzca este fenómeno de universali­zación de lo particular, de tal manera que la emoción personal de alguien sea compartida como si fuese propia, hay que ser muy buen escritor. Es lo que Galder Reguera logra en este libro, que juega toda su suerte en que las decisiones del narrador, que son la de la búsqueda de su identidad familiar, finalmente le exceden y felizmente le sobrepasan.

Otro quicio fundamenta­l del estilo del libro radica en haber equilibrad­o muy bien el foco. Podría haber sido una elegía, un planto, centrado solamente en una desgracia personal y no lo es. Resulta que finalmente el libro transpira felicidad narrativa, por ser la historia de un encuentro con su otro padre, Javi, y con su madre, Carmen, que construyen una de las historias de amor más emocionant­es que puedan leerse hoy. Pero no de modo tonto, porque no se oculta la intransige­ncia de una burguesía pequeña, no faltan las monjas que no comprenden, o la intransige­nte familia paterna. En realidad, Galder Reguera ha huido de la idealizana­lmente

Mi pasión por el

me viene de mi abuelo materno, que tiene mucho protagonis­mo en la novela» ción familiar como filiación de sangre, puesto que las más lacerantes condenas y reservas hacia Carmen han venido tanto de la familia política como de la propia.

Elipsis

Aunque por un momento, hacia la mitad del libro, la trama corre cierto peligro de perderse en menudencia­s familiares, logra salvarse al permitir que se muestre la importanci­a que tuvo en la historia de la sociedad española de la Transición la lucha de una generación que creíamos simplement­e hippies y que supieron señalar la fundamenta­l lección del libro: la familia es el lugar donde residen aquellos a quienes amas y te aman. Las demás son paginas de otro libro, no del libro de familia que Carmen y Javi escriben y que Galder fitransmit­e. Merece comentario la opción segurament­e deliberada de una elipsis sobre los contextos políticos de la sociedad vasca del momento, limitada al control batasuno de la comunidad en la escena del lugareño del hacha.

El deslizamie­nto del foco en el tercio final del libro hacia la nueva familia proporcion­a magníficas páginas en las que emerge una sociedad como la española de los años setenta y ochenta, cuando todo comenzaba a ser distinto, pero porque gente con nombre concreto, Carmen y Javi, lucharon para que así fuera. Parecía que era el libro de Galder y su padre, y termino siendo el de la familia, por momentos feliz y por momentos desdichada, como decía el gran escritor ruso que eran.

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No por mí, sino por las noticias que vienen de fuera»

Libro de familia Galder Reguera

–¿Qué desencaden­ó su deseo de escribir «Libro de familia»?

–El haber sido padre me ha obligado a repensar mis orígenes, porque los niños comienzan a hacerte preguntas del tipo de por qué no se apellidan igual que sus primas paternas.

–¿Es autoficció­n?

–Sería más adecuado hablar de una novela de no ficción. Mi idea era hacer literatura a partir de hechos que sucedieron. El relato tiene su propia lógica y ésta es la misma si los hechos narrados acontecier­on o no.

–¿Cómo ha trabajado los recuerdos?

–Los míos tomándolos como tales, y contrastán­dolos con los testimonio­s de quienes vivieron aquellos años. Hay un par de momentos en la novela en los que reflexiono sobre la validez de lo que recordamos.

–¿Homenaje a su padre, pero quizá más a su madre?

–Totalmente. Y también a mi padastro, Javi. Cuando empecé a escribir tenía muy claro que no quería hacer trampas, no dar a entender que la mía es la historia de un huérfano. –¿Qué opina su madre de la novela?

–Fue la primera persona que leyó el manuscrito. Le di un bolígrafo rojo y le pedí que quitara lo que quisiera. Me ha dicho que fue muy curioso ver su vida narrada como una historia. También que le sirvió para darse cuenta de las razones de su comportami­ento en algunos episodios de su vida.

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ARANTZA GÓMEZ
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