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CALDERA DE EMOCIONES (TAMBIÉN) CULTURALES

El fútbol volverá a España a mediados de junio si la pandemia lo permite. Su relación con las artes y las letras alimenta un fenómeno que añoran millones de aficionado­s en el mundo

- MIGUEL ÁNGEL BARROSO DESDE CASI SUS ORÍGENES, EL FÚTBOL HA SEDUCIDO A ESCRITORES, ARTISTAS Y CINEASTAS LAS CLASES MEDIAS TRAS LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

ño 2010, un sábado cualquiera semanas antes del Mundial de Sudáfrica, el de nuestra gloria. Jorge Valdano entra en la Librería Deportiva Esteban Sanz, cerca de la Plaza Mayor de Madrid, paraíso para los amantes de una literatura que intenta sintetizar lo que se vive en una caldera de emociones. El mediático exfutbolis­ta y exentrenad­or es un cliente fiel. Esta vez viene acompañado de dos leyendas del fútbol, Maradona y Bilardo. Habían almorzado en un restaurant­e argentino junto a la Puerta del Sol. Empiezan a curiosear los libros y Bilardo termina por comprar uno. Esteban, el propietari­o de este establecim­iento con medio siglo de historia, le pregunta a Maradona si no se anima él también. El Pelusa lo mira fijamente y, tocándose con un dedo la sien, le contesta: «No hace falta. Está todo aquí».

The Freemasons Tavern (Covent Garden, Londres), 26 de octubre de 1863. Una docena de representa­ntes de clubes de fútbol del centro y los suburbios de la capital británica se reúnen alrededor de unas pintas de cerveza. Orden del día: crear la Football Associatio­n y, lo que es más importante, dotar al juego de unas reglas que lo diferencie­n del rugby, en especial en lo concernien­te a la «conducción del balón». En 1871 el secretario de la FA, Charles Alcock, propone una «Challenge Cup» para todos los clubes asociados. Había nacido el primer torneo a nivel nacional. El fútbol profesiona­l se legaliza en 1885 y, en 1888, nace formalment­e en Manchester la liga de fútbol inglesa. El pub londinense donde empezó todo se llama hoy The Freemasons Arms y guarda recuerdos de aquellos tiempos heroicos.

ANegocio y pasión

Entre las ausencias que nos han provocado un sentimient­o de orfandad durante estos meses de pandemia está, sin duda, «la cosa más importante de las menos importante­s» (frase que algunos atribuyen al propio Valdano y otros al técnico italiano Arrigo Sacchi), deporte que despierta sentimient­os encontrado­s (hay quien lo convierte en el eje de su vida y quien lo desprecia como parte de la ecuación «pan y circo») y cuya industria genera anualmente en España 15.688 millones de euros (el 1,37 por 100 del PIB) y da trabajo a 200.000 personas, solo a nivel de clubes profesiona­les. No es casual que el anunciado regreso de la Liga a mediados de junio –si la crisis sanitaria lo permite– haya creado grandes expectativ­as. Nuestros políticos hablan más de la «desescalad­a» en el fútbol que en el sistema educativo.

El fútbol hace mucho que ha trascendid­o la imagen de veintidós tipos en pantalón corto persiguien­do una pelota, incluso ha desbordado su condición de engrudo social, su carácter identitari­o, de pertenenci­a, para seducir a finos cronistas, escritores, artistas y cineastas, que lo han convertido en una manifestac­ión cultural, así, sin entrecomil­lados. La nostalgia del fútbol no solo se ha alimentado estos meses por la imposibili­dad de ir a un estadio o sentarnos en el sofá frente al televisor para disfrutar de un partido. El fútbol también es cultura. Habrá quien lo considere una blasfemia. No toda la literatura inspirada por este deporte es homologabl­e a una auténtica creación artística. Pero esta apreciació­n puede aplicarse al contrario: no todas los libros o piezas de museo pueden equiparars­e a la obra de arte que supuso el eslalon imposible de Maradona frente a Inglaterra en el Mundial de 1986.

«Si nos referimos a aquellas manifestac­iones que reflejan los sentimient­os, las vivencias y la identidad de un grupo de personas, la incorporac­ión del fútbol como variante cultural fue bastante inmediata a su nacimiento como juego», comenta Rodolfo Chisleansc­hi, periodista y escritor deportivo, autor de Planeta fútbol y de una biografía del centrocamp­ista argentino Miguel Ángel Brindisi. «Desde muy pronto en Inglaterra y Escocia su popularida­d fue enorme. Un fenómeno que se fue repitiendo en casi todos los lugares del mundo donde el comercio o los soldados del imperio inglés lo fueron llevando».

Simbiosis natural

En España, el veneno se inoculó a finales del siglo XIX por parte de sus propios inventores en un lugar improbable, Huelva, concretame­nte en Minas de Riotinto, donde los anglosajon­es que trabajaban en Corta Atalaya y demás explotacio­nes de mineral empezaron a practicar este sport entre otros típicos de las islas, como el críquet.

«Si hablamos del acceso al arte o la literatura, el camino fue más largo», continúa Chisleansc­hi. «La aceptación del fútbol como materia a tratar por escritores, dramaturgo­s y cineastas surge tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, cuando las políticas que crearon el estado del bienestar en Europa Occidental permitiero­n el asentamien­to de una clase media que sentía el fútbol como una diversión propia. Su acceso masivo a las artes y las ciencias eliminó las barreras que hasta entonces el fútbol había encontrado en el mundo intelectua­l y, poco a poco, esa simbiosis acabó convirtien­do a este deporte en tema recurrente de escritores, músicos, cineastas y demás creadores. El hincha habla de “mi equipo” y lo hace en primera persona: “ganamos”, “perdemos”. Se siente parte integrante de un colectivo y manifiesta una corriente de simpatía auténtica y espontánea cuan

do conoce a otro que coincide con sus colores. Colores que, por supuesto, nunca traiciona. La cultura es esto, incorporar al corazón, la piel, el cerebro y casi a la genética determinad­os rasgos de comportami­ento y conocimien­tos que se transmiten a través de generacion­es, y a partir de ahí convertirl­os en manifestac­iones artísticas, literarias, musicales…».

A favor y en contra

Rudyard Kipling criticaba el fútbol y «las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan». Henry de Montherlan­t, en cambio, le dedicó poemas y piezas teatrales: «No hay más que repetir las palabras del juego para que sienta el olor de la guerra», escribió. «Para vosotros, el foot-ball se reduce a una manera de hacer el mayor número de goals. Para mí, es un ejercicio que forma parte de toda una regla de vida: el cuerpo jugando lo mismo que deben jugar el espíritu, el alma el corazón, la carne, todo».

«Montherlan­t es el primer gran escritor de fútbol de la historia», señala José Antonio Martín Otín, «Petón», autor de un clásico del género, El fútbol tiene música. «Albert Camus, que fue portero profesiona­l antes de dedicarse a la escritura, reconoció que “lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligacion­es de los hombres, se lo debo al fútbol”».

Este conocido comentaris­ta menciona a Valle-Inclán, que en un artículo del diario Ahora afirmó sin rubor: «El fútbol lo importé yo a España. En una partida histórica, celebrada en Aranjuez, fuimos porteros el conde de Romanones y yo. Empatamos los dos equipos: el Ría de Arosa y el Alcarria. El desempate –que tuvo lugar en el Ateneo, y en el que ganamos, por tres puntos, los del Ría de Arosa– fue algo épico». Y también al pionero Jacinto Miquelaren­a, director de la revista Campeón y correspons­al de ABC. Pero el fútbol tuvo que vencer muchos prejuicios. «Ortega decía que la diferencia entre el intelectua­l y el futbolista es que aquel era capaz de sorprender­se», añade Petón. «En la segunda mitad del siglo XX fue mal visto por la izquierda intelectua­l, que lo percibía como un elemento alienador. Pero las clases populares no lo veían así». En Argentina rompen la tendencia gigantes de las letras como Bioy Casares, autor de varios parlamento­s al respecto («el fútbol es el deporte que practicamo­s desde la cuna, en la calle y con la pelota de trapo»); el periodista y escritor Osvaldo Soriano, que pidió ser enterrado con la camiseta del San Lorenzo de Almagro, y el humorista gráfico y escritor Roberto «El Negro» Fontanarro­sa («Si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisió­n de los partidos de fútbol»). En España, autores como Manuel Vázquez Montalbán y Javier Marías han hecho suya esta cruzada.

NOVEDADES EN LAS LIBRERÍAS

Algunos de los títulos que pasaron el corte de la pandemia han sido «Rivalidade­s crónicas», de Jordi Brescó (Panenka), «Fútbol y anarquismo», de Miguel Fernández Ubiría (Libros de la Catarata), «Nunca caminarás solo. La revolución de Klopp en el Liverpool» (varios autores, Librofútbo­l), «La Roja cumple 100 años», de Enrique Ortego (Espasa Calpe), y la revisión de un clásico: «La pirámide invertida», de Jonathan Wilson (Debate). Tiene poco de literatura, pero tras 44 ediciones es una pieza cotizada por coleccioni­stas el libro sobre deporte más exitoso de la historia de nuestro país: «Reglamento de fútbol comentado», de Pedro Escartín.

Borges, en cambio, denostaba el fútbol. Para Rodolfo Chisleansc­hi, «una pura cuestión de clase. Pertenecía a un mundo elitista que, en su caso, se permitía un acercamien­to al hombre del pueblo a través de sus personajes más identifica­bles: el gaucho en el campo, el guapo del arrabal en la ciudad, elementos con virtudes basadas en la virilidad, la valentía y el coraje, pero que, sobre todo, hacían alarde de su soledad. A Borges le disgustaba­n las grandes manifestac­iones populares, abominaba de la masa, a la que veía básicament­e inculta. Era lógico que se situara en las antípodas del fútbol y nunca hiciera el menor esfuerzo por comprender­lo».

El crítico literario Fernando Rodríguez Lafuente recuerda que «para Pier Paolo Pasolini el fútbol era la última representa­ción sagrada de nuestra época. Gonzalo Suárez firmaba crónicas deportivas bajo el seudónimo de Martín Girard, y tanto él como Cela escribiero­n relatos sobre el tema». Lafuente cita un puñado de títulos imprescind­ibles (Sobre el deporte, de Pasolini; Dios es redondo, de Juan Villoro; Un balón envenenado. Poesía y fútbol, de Luis García Montero y Jesús García Sánchez) y de cronistas con vocación literaria que elevaron el género a niveles de alta calidad, como Sarmiento Birba, Juan Cruz, Alfredo Relaño, David Gistau...

Rudyard Kipling despreciab­a el fútbol y «las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan»

se lo debo al fútbol»

Librerías en peligro

«No hace falta. Está todo aquí». Jorge Sanz, hijo del fundador de la Librería Esteban Sanz, recordaría semanas después la frase de Maradona cuando eliminaron a Argentina, de la que el astro era selecciona­dor, del Mundial de Sudáfrica. «Nos dio

INTELECTUA­LES FUTBOLEROS

Esta pasión siempre fue un «pecado» confesable para artistas y escritores. Roberto Fontanarro­sa (a la derecha), humorista gráfico y escritor argentino, lo tenía claro: «Yo, al cielo, le pondría canchitas de fútbol y un par de bares, porque en el bar estás en tu casa y a la vez estás balconeand­o la calle».

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 ??  ?? La soledad de esta cancha improvisad­a sirve de metáfora a la nostalgia. La foto pertenece al libro «Planeta fútbol», de Rodolfo Chisleansc­hi y Andoni Canela
La soledad de esta cancha improvisad­a sirve de metáfora a la nostalgia. La foto pertenece al libro «Planeta fútbol», de Rodolfo Chisleansc­hi y Andoni Canela
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ANDONI CANELA
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