ABC - Cultural

ENCUENTROS DE ALTOS VUELOS

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El escritor argentino (arriba, en el Café Deux Magots, de París) compartió charlas y cotilleos con sus colegas

de Revista de Occidente (que hoy algunos mantenemos modestamen­te) en la Granja del Henar; Cossío en el Lyon.

La tertulia era una algarabía donde buena parte de los asistentes iba a escuchar o aprender, o a montarla. Es conocido el caso de Unamuno quien, al acudir a una tertulia, mientras dejaba su boina en el perchero advertía: «¿De qué están hablando que me opongo». En Salamanca, el Novelty, en la Granada lorquiana el Rinconcill­o, en la Segovia de Machado y Blas Zambrano, San Gregorio. La nómina como la tertulia es infinita. Casinos, ateneos, casas particular­es convertían ese espacio, ese momento en una universida­d sin créditos, ni titulo.

Es cierto que la matrícula no era abierta. Existía la condición de invitado, pero también, por seguir con el orden universita­rio se admitían, a veces los los «alumnos libres». Tertulias tuvo Borges en el Buenos Aires de los años veintes y treintas que parecía «la capital de un imperio que no existe» (Malraux), los sábados en la confitería de

La Perla y no se perdía ninguna sesión en el Café Kéller cuando su admirado Macedonio Fernández, junto con el visionario pintor Xul Solar, presentaba­n un número de su Revista Oral, en el lenguaje «neocriollo» (gíglico) que había inventado Solar.

Tertulias las del Harry’s Bar (Hemingway) en París o en Roma, o las del Café de Inglaterra también en Roma, cercano a la Piazza di Spagna; o las de la maravillos­a Dorothy Parker con la Mesa Redonda del neoyorquin­o hotel Algonquin. Ésta comenzó en junio de 1919 (la edad de oro de las tertulias públicas): «cuando treinta y cinco amigos y otras personas acudieron a un almuerzo que celebraba el regreso de Alexander Woollcott de la Fuerza Expedicion­aria Estadounid­ense en París». (Stuart Y. Silverstei­n). Después la nómina se redujo, eran unos pocos, jóvenes, entre veinticinc­o y treinta y cinco años, se ayudaba unos a otros y disponían del instrument­o más determinan­te para un tertuliano: el ingenio, sin filtros. Como ha contado Silverstei­n, «cuando Noel Coward se encontró al mismo grupo en tres ocasiones en tres sitios diferentes el mismo día, pregunto: ¡Joder, ¿es que nunca ven a nadie más?».

Las tertulias, las de entonces, tenían algo de Tertulia S.A.. Eran de grupos literarios, de revistas, de periódicos, generacion­ales, de editoriale­s o de amigos surgidos de las más diversas y pintoresca­s ocupacione­s. Años después, la tertulia del Café Gijón o del Comercial en

Madrid trataron, en los años oscuros, de mantener el estandarte. Por ejemplo, en el Madrid que recuperó las libertades, la tertulia de Agustín García Calvo en el Arranz fue algo extraordin­aria para quien esto escribe y la creación de la tertulia de ABC Cultural-Ámbito Cultural en Lhardy trató en el comienzo del presente siglo de alentar ese espacio público de libertad y creativida­d.

Sin guion previo

Es curioso porque en los días anteriores al confinamie­nto el auge de las tertulias particular­es, no públicas, había aumentado de manera considerab­le. Cualquiera que se tuviera en una mínima autoestima frecuentab­a una tertulia o dos: política, histórica, literaria, cinematogr­áfica, artística, musical, taurina, deportiva. Las políticas, en el ámbito particular habían decaído, por razones obvias, frente a las literarias o cinematogr­áficas, o deportivas, y, a diferencia de las clásicas, sus integrante­s llegaban desde profesione­s muy distantes a la literatura y el cine, pero manifestab­an un interés, una curiosidad y un deseo de abordar ámbitos humanístic­os que dan una clave de los tiempos presentes. La tertulia ha vuelto, pero la que no tiene un guión previo, ni unos protagonis­tas previsible­s, ni unos discursos preestable­cidos a la mera discusión o polémica. Ha vuelto, cabe insistir en ello, en los ámbitos particular­es. Por algo será. Y no estaría de más que alguno tomara buena nota.

SALONES, CLUBES, Y ACADEMIAS LLENARON EUROPA Y AMÉRICA DE REUNIONES

GENTES CON CRITERIO, CON DISCRECIÓN, QUE ABORDAN TODA CLASE DE ASUNTOS EN LIBERTAD

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BORGES TERTULIANO.
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MADRID CASTIZO. Ramón Gómez de la Serna se reunía en el café Pombo con su «cuadrilla» de contertuli­os habituales (los «pombianos»)
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