ABC - Cultural

«Necesito ficción. Adentrarme en la mente de otros»

- CARMEN R. SANTOS

¿Qué libro / libros tiene entre manos o acaba de leer? Últimament­e he leído Daniela Astor y la caja negra, de Marta Sanz, y La vergüenza, de Annie Ernaux. Y varias de las piezas de Harold Pinter.

¿Qué le llevó a elegirlos? ¿Qué le están pareciendo? Las dos novelas son libros que hablan del pasado. De cómo reinterpre­tamos ese pasado desde la perspectiv­a del paso del tiempo. Me calma en estos momentos observar cómo el tiempo avanza y lo transforma todo. En cuanto al dramaturgo británico lo releo con cierta frecuencia porque adoro su capacidad para crear atmósferas y su facilidad para jugar con los diálogos. Da igual la pieza y la trama, siempre parece que está hablando del presente más inmediato.

¿Se inclina por el libro en papel o electrónic­o? Si hay opción siempre prefiero el papel. Mi padre tenía una imprenta y el papel, su olor y su tacto, para mí es un placer atávico. Es un ritual que acompaña a la acción misma. Lo electrónic­o solo lo utilizo para cosas de trabajo.

¿Narrativa, ensayo, poesía, teatro...? ¿Tiene algún género preferido? Depende mucho del momento. Diariament­e, teatro y artículos de prensa. No hace mucho leía más ensayo, pero ahora estoy con novela. Necesito ficción. Adentrarme en la mente de otros.

¿Autor/es de cabecera? Perec, Chirbes, Carrère, Ernaux, Foster Wallace, Pinter, Sarah Kane, Shakespear­e y muchos más.

¿Cuenta con algún rincón de lectura?

El sofá del salón. A veces, el dormitorio.

¿Dedica a la lectura un tiempo específico?

Leo todos los días. Es un placer, pero también es parte de mi oficio.

tiene ya mucho que ver con la performanc­e, de momento, ejecutada solo con la mano.

Dejar la zona de confort

A su regreso a Brasil, el Arte Concreto estalla en ese país. Eso la vincula a grupos referentes como Frente y a autores como Hélio Oiticica o Lygia Pape. Son años de experiment­ación, de abandonar el óleo por la pintura industrial, el lienzo por la madera, de cuestionar la bidimensio­nalidad: de «descubrir la línea orgánica» y de «romper el marco de la pintura»; de dejar de hacer «pintura para arquitectu­ras» y «convertir la arquitectu­ra en la pintura».

Y el cromatismo vibrante de estos años, representa­do en la segunda sala, se convierte en bicromía en la última, donde planos positivos y negativos (algunos de los recogidos en el museo la representa­ron en Venecia en 1968) son ya esculturas en sí, como Contrarrel­ieve, de 1958, una obra icónica con la que se cierra esta sección.

DEJÓ DE HACER PINTURA PARA ARQUITECTU­RAS PARA CONVERTIR LA ARQUITECTU­RA EN PINTURA

Y de ese deseo por convertir la vida en arte, el arte en vida, de abrazar el Neoconcret­ismo, y, por tanto, de abjurar de la impersonal­ización de la abstacción, llegaría todo lo que vendría después, lo que no comparece en Bilbao: sus obras se transforma­ban en organismos vivos, y de ahí sus famosísimo­s Bichos (esculturas con planchas de metal ensamblada­s que adoptan las formas que el espectador quiera); Caminando (un obra que le lleva a dar el salto a lo performánt­ico), sus Trepadores... O aquel accidente automovilí­stico en 1965 que aporta al arte la condición de sanador, con conceptos como los de cuerpo, trauma o placer pululando por doquier. ¿No les suena a Ernesto Neto? Lógico: él es uno de sus herederos. Hasta llegar al psicoanáli­sis, junto a Pierre Fédida, y la exploració­n de la experienci­a corporal, que le iría robando cada vez más protagonis­mo al arte.

Lygia Clark La pintura como campo experiment­al (1948-1958)

Museo Guggenheim. Bilbao. Avda. Abandoibar­ra, 2. Comisaria: Geaninne GutiérrezG­uimaraes. Hasta otoño

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