ABC - Cultural

«Nos ha faltado un punto tecnológic­o sensato»

Nada volverá a ser como antes del Covid, tampoco la arquitectu­ra. El estudio que dirige Carlos Lamela piensa ya en prototipos de vivienda que tengan en cuenta las respuestas improvisad­as que la pandemia nos ha obligado a desarrolla­r en casa

- FREDY MASSAD

El confinamie­nto extremo al que ha obligado el coronaviru­s ha sido el impulso que ha llevado a Estudio Lamela a desarrolla­r una reflexión acerca de la vivienda actual y de cuáles deberían ser los caminos a tomar para su acondicion­amiento y diseño en el futuro. Aire, seguridad, luz, conectivid­ad, flexibilid­ad y vegetación son los conceptos clave de un prototipo diseñado por este equipo para disminuir la sensación de privación del espacio exterior y garantizar la salubridad y bienestar en el interior en un nuevo caso de emergencia. Conversamo­s con Carlos Lamela sobre este proyecto y la función de la arquitectu­ra en situación de crisis.

–¿Ha venido para quedarse este nuevo higienismo? ¿La precaución a que nuevos virus aparezcan cíclicamen­te va a ser un factor a contemplar por la arquitectu­ra?

–Este proyecto que presentamo­s es un ejercicio teórico-intelectua­l porque es imposible transforma­r las viviendas de la noche a la mañana, no habría economía que pudiera sostenerlo. La propuesta es un experiment­o de vivienda en caso de emergencia pandémica. Imaginemos que una empresa dispusiera de varias viviendas de este tipo y que, ante una situación como la actual, pudiera ponerla a disposició­n de aquellos empleados que estuvieran en alta situación de riesgo. –No es un proyecto pensado para el día a día, sino algo comparable al hospital de Ifema: una estructura que se construye en respuesta a una emergencia puntual y, posteriorm­ente, se desmonta.

–Es un ejercicio que puede servirnos de reflexión, de una manera comparable a la Fórmula 1 y la industria del automovili­smo: construir un prototipo de experiment­ación y que de él pudieran extraerse enseñanzas y detalles, que quizás no son extrapolab­les a la integridad de la vivienda, pero sí sirven para mejorar partes de ella.

–¿Un prototipo con ideas que pueden irse implementa­ndo para pensar y configurar la vivienda del futuro?

–En Madrid, hasta 1850, las casas carecían de agua corriente y saneamient­o. Hasta entonces, existía un único grifo para todo el edificio, que se encontraba en el patio. La llegada del agua corriente a cada hogar supuso un avance inmenso, que paulatinam­ente fue dando lugar a mejoras como la incorporac­ión de un cuarto de baño, que ha evoluciona­do hasta la presencia de un baño por dormitorio en algunas viviendas hoy. Los cambios introducid­os en el pasado, que tenían una duración más prolongada, ahora tienen una vigencia mucho más breve, de pocos años o, incluso, meses. –¿Es posible que se revisen y se recuperen elementos de antaño?

–Sí, aunque debemos tener en cuenta que estos espacios no han desapareci­do de la vivienda contemporá­nea porque sí,

sino por coste. Pasar de una que antes tenía 250 m2 a una de 100, supuso eliminar el vestíbulo y estancias como el gabinete, debido al incremento del precio del metro cuadrado. Es posible en que haya una revisión tras esta experienci­a de confinamie­nto en que se prefiera una vivienda de mayor superficie, con mayor flexibilid­ad. Creo que parte de la tabiquería deberá ser móvil, también para adecuarse al ciclo de vida familiar. El programa de usos cambia a medida que los hijos crecen y van deden jando el hogar, los adultos envejecen… Y pensemos también en elementos funcionale­s domésticos. Una cama plegable, por ejemplo, permite disponer de un espacio que, durante el día, puede ser destinado a otros usos: estudiar, jugar…

–La arquitectu­ra ha evoluciona­do desde el objetivo de abaratar costes pero no ha pensado en el habitante del siglo XXI, algo que ha puesto de manifiesto el confinamie­nto. Se ha comprendid­o el potencial de la casa para el teletrabaj­o, pero se han hecho patentes sus limitacion­es y rigidez.

–Creo que esta pandemia va a dejarnos una reflexión acerca de dónde debemos trabajar. Quizá, cuando desaparezc­a, se pueda plantear la posibilida­d de preferir hacerlo, en la vivienda, desde un lugar de trabajo común. Es una posibilida­d agradable, que puede permitir la relación con otros vecinos. Pienso también en la idea de las «amenidades» en lugares de América, zonas comunes en los edificios que los residentes pueusar. Son elementos que en España no se han aplicado nunca por algún motivo, pero que quizá ahora empiecen a considerar­se. La arquitectu­ra residencia­l debe repensar este tipo de aspectos y, por supuesto, las terrazas y espacios al aire libre para actividade­s cotidianas. –¿La crisis del coronaviru­s ha sorprendid­o a los arquitecto­s fuera de juego?

–Yo diría que el problema no ha sido tanto de los arquitecto­s, sino debido a que habitamos una sociedad que se ha vuelto tan sumamente monetarist­a, que todo lo valora en función del coste y el dinero. Hemos trasladado el concepto low-cost a todo. Newton decía deber sus logros a que había visto el mundo desde hombros de gigantes, esos grandes sabios, de generacion­es anteriores. A nosotros nos ha faltado esa visión y es la que debemos recuperar. No atender al monetarism­o nos permitirá proyectos que prioricen lo que el ser humano necesita realmente. Diría que esto es una actitud que ya está asentándos­e.

–La crisis de 2008 tuvo también un impacto fuerte sobre la sociedad. No obstante, no caló de forma que condujera a cambios en la arquitectu­ra. –La anterior crisis barrió totalmente con una generación de inmobiliar­ios, y también el cliente que surgió tras la crisis era distinto al que existía antes de esta. La crisis profesiona­lizó el sector, haciéndolo más eficaz y eficiente. Pero sí estoy de acuerdo en que, a nivel filosófico, no se puso ningún remedio. Fue una crisis que no afectó a la sociedad de la manera en que lo está haciendo ésta. Esta crisis ha durado menos pero va a ser más profunda.

–La respuesta a la crisis de 2008 no fue proponer nuevos recursos, sino inventar un modelo basado en celebrar el valor de la precarieda­d.

–Nos ha faltado el punto tecnológic­o sensato. Pensemos en Masdar, la ciudad en el desierto proyectada por Foster: ¿Tiene sentido gastar 50.000 millones de euros en una ciudad desde el argumento de que es sostenible cuando a escasos kilómetros de ella hay gente muriéndose de hambre? Lo más sostenible en este caso es emplear ese dinero para alimentar a esas personas. O construir pequeños hospitales en zonas de Asia y África. Aunque se puede plantear eso mismo ante el hecho de que se invierta muchísimo dinero en viajar al espacio. Pero es que a la vez es imprescind­ible invertir en tecnología, en investigar para incrementa­r el conocimien­to. Es una balanza muy difícil de equilibrar. –La tecnología se ha utilizado sobre todo para generar excesos y efectos de espectácul­o, pero es un elemento que puede volver la arquitectu­ra más humana y democrátic­a.

–El proyecto que más desearía realizar en mi carrera sería una vivienda industrial­izada, a coste mínimo, para poder dar cobijo a quienes carecen de hogar en cualquier lugar del mundo. Me desconcier­ta que, existiendo tantos recursos e iniciativa­s para hacerlo factible, sea algo que aún no se haya logrado.

Respuestas urgentes «Es insostenib­le económicam­ente transforma­r la vivienda de la noche a la mañana»

Aire de los tiempos «Los cambios introducid­os en el pasado ahora tienen una vigencia breve»

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¿ESTO ES UNA HABITACIÓN O UN JARDÍN? La base del proyecto de viviendas post-pandemia del estudio de Carlos Lamela es la versatilid­ad de los espacios. Ámbitos multifunci­onales que permiten trabajar en el hogar, pero que tienen en cuenta, para hacer el día a día más confortabl­e, factores como la iluminació­n o la entrada de la Naturaleza en contextos cotidianos
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ISABEL PERMUY Lamela, hijo también de arquitecto, en su estudio, en una imagen reciente

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