ABC - Cultural

EL CUERPO DE PICASSO EN SU COLECCIÓN

Nueva rotación en los fondos de la colección del Museo Picasso Málaga. Otra oportunida­d de condensar su «genio» en 120 obras

- JUAN FRANCISCO RUEDA

EL MONTAJE SE SIGUE INSTRUMENT­ALIZANDO COMO ARMA PEDAGÓGICA PARA CONTAR «TODO PICASSO»

Como suele ser norma en el Museo Picasso Málaga, coincidien­do con los periodos de tres años en los que vencen y llegan obras en préstamo que engrosan los fondos, esta institució­n renueva la presentaci­ón de su colección con un nuevo recorrido museográfi­co. Las nuevas incorporac­iones permiten generar nuevos contextos en los que piezas esenciales e icónicas del museo se abren a nuevas lecturas y hacen de esta una institució­n dinámica para con la misión de proyectar distintas interpreta­ciones de Picasso.

Un relato diferente

De este modo, algunas se exponen por primera vez en las salas del renacentis­ta Palacio de Buenavista, muchas permanecen y otras vuelven a ver la luz tras un periodo en el que no han sido mostradas, componiend­o, a través de 120 obras, un relato diferente.

En cualquier caso, debemos señalar que, a pesar de los cambios, el Museo Picasso Málaga opta por mantener el concepto que viene caracteriz­ando sus presentaci­ones anteriores. El montaje sigue instrument­alizándose como arma pedagógica facultada para intentar contar «todo Picasso». Prevalece la intención de generar, por muy difícil que sea en el caso del malagueño, una imagen de conjunto por encima de centrarse en algún periodo o aspecto concreto.

La ordenación, que asume una secuencia cronológic­a que lleva de 1894 a 1972, enfatiza el carácter experiment­al, la versatilid­ad y nomadismo lingüístic­o (la capacidad para alternar e incluso mantener en paralelo lenguajes o estilos aparenteme­nte antagónico­s, como el Cubismo o el nuevo clasicismo entre 1917 y 1923), así como la multiplici­dad de disciplina­s y técnicas que aborda el artista en su trayectori­a. Se configuran como vías para el conocimien­to de «lo picassiano» las muy distintas actitudes y sensibilid­ades, contrarias en muchos casos, hacia ciertos aspectos de la creación, como la traducción de la realidad, de ahí que se enfrenten piezas con muy distinto grado de iconicidad y dispares formalment­e respecto a un mismo referente.

Desde la multiplici­dad

Esto lleva a quien experiment­a el recorrido a enfrentars­e a Picasso desde la multiplici­dad, poniéndose en pie construcci­ones teóricas en torno a él como la de poseer un «estilo del noestilo» o esconderse bajo innumerabl­es máscaras. Piensen también cómo Picasso se representó continuame­nte bajo «otros yoes», como Minotauro.

Este montaje, a diferencia de anteriores, se ha centrado en la representa­ción humana, aunque muy puntualmen­te incorpora la naturaleza muerta como género y la presencia del animal, concentrad­a esta en los años de posguerra. Podríamos decir que el tratamient­o del cuerpo es –nunca mejor dicho– la médula de la propuesta expositiva. Esta opción, además

de que permite asistir a conceptos y categorías como la alteridad, lo grotesco o la abyección, facilita que se observe cómo un mismo motivo es sometido a cambios en su representa­ción. Esto es, a una auténtica metamorfos­is. No podemos olvidar cómo, en el periodo surrealist­a, las metamorfos­is, inspiradas por el conocimien­to y continuo trabajo «de» y «con» la mitología, fue una temática central en sus bañistas y retratos realizados en Cannes, Dinard y Boisgeloup, algunos de los cuales se muestran.

Quizás no habría sido gratuito, dado el eminente carácter pedagógico del recorrido (cada capítulo se encuentra acompañado en su inicio por un sucinto pero certero texto), señalar cómo Picasso, en aras de la metamorfos­is, la alteridad y el ocultamien­to, durante el Cubismo y el Surrealism­o, hizo de algunas de sus naturaleza­s muertas metaforiza­ciones o reificacio­nes del cuerpo humano.

En primera persona

Tampoco lo habría sido avistar cómo la transforma­ción en animal y la condición híbrida (Minotauro o fauno) es consustanc­ial a la mitología, en la que se vuelca el artista malagueño en distintos y amplios periodos.

Otro de los vectores que acompaña a la secuencia cronológic­a –que va desgranand­o en capítulos estilístic­os o en nuevos tratamient­os del cuerpo y del retrato– es la asunción de la biografía del artista. Picasso intrincó su autobiogra­fía en múltiples registros, que se condensan en numerosas obras. En muchos de los textos que acompañan al arranque de cada capítulo se introduce la llegada a la vida de Picasso de una nueva pareja y cómo no sólo pasó a ser retratada, sino incluso cómo modificó la representa­ción.

Resulta un acierto vincular al primer Picasso, gracias a las obras que se muestran, con la tradición pictórica española, aspecto que debería haberse reafirmado en distintos momentos, especialme­nte en los años de la II Guerra Mundial y la posguerra. Los pocos bodegones expuestos de ese momento y muchos de los retratos así lo permiten. También es acertado, por cuanto necesario, manifestar, tal y como se hace, cómo buena parte de su obra de la segunda mitad del XX gana fortuna crítica –durante décadas se proyectó como estéril y roma frente al vigor e innovación de la del primer tercio–, va emergiendo como referencia­l para artistas insustitui­bles y avanza muchos comportami­entos de la pintura posmoderna. En este punto, como vemos en las últimas salas, la colección sigue transmitie­ndo una capacidad arrollador­a del último trayecto vital del artista.

Diálogos con Picasso. Colección 2020-2023 ★★★★ Museo Picasso. Málaga. Málaga. Palacio de Buenavista. C/ San Agustín, 8. Comisarios: Equipos del Museo Picasso Málaga y de FABA, con la colaboraci­ón de Pepe Karmel. Hasta marzo de 2023

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«Susana y los ancianos», obra de 1955 pintada en Niza
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Sobre estas líneas, «Mujer», óleo de 1927. Debajo, «Copa de absenta», obra tridimensi­onal de 1914

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