LA REINVENCIÓN DE LA ALEGRE INGLATERRA
Los historiadores afirman que la influencia dickensiana tuvo tanto impacto en su país que ocupa un lugar entre las causas de orden moral que han ahorrado a Inglaterra una revolución
y terminar en esa lucha por la vida que es el periodismo parlamentario. El propio Dickens dejaría dicho que «gastó las rodillas» en su oficio de cronista en los Comunes, y otros han dicho de él que ha sido el más rápido taquígrafo que pasó nunca por Westminster.
Por tipos y caracteres, por experiencia vital, esa educación sentimental era la mejor formación posible para un novelista, y también la mejor fragua para la «dureza atómica» que Henry James atribuye a Dickens a la hora de trabajar. Como fuere, en las páginas de Oliver Twist y en las de David Copperfield está ese hombre «que ha visto mucho, y todo lo ha visto con ojos de niño». Es la conexión tan natural de Dickens con los débiles y olvidados de este mundo. Quizá hoy esta sensibilidad podría medirse en términos de marca-país: pocos han hecho más para popularizar un aprecio de lo inglés y su sentimentalidad como esa cara amable que siempre presentó Carlos Dickens. Cuando, peregrino dickensiano, Galdós viaja a Inglaterra, busca en cada británico las polainas del buen Pickwick. Y Josep Pla afirma no tener mejor mapa de Londres que sus páginas.