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Quien siembra vientos...

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ohn Ridley, guionista de Doce años de esclavitud, escribe una carta al diario Los Angeles Times pidiendo que deje de exhibirse públicamen­te Lo que el viento se llevó (1939) porque esa película «glorifica la esclavitud durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos, ignora sus horrores y perpetúa los estereotip­os más dolorosos para las personas de color». Al día siguiente, la plataforma de streaming de HBO decide retirarla temporalme­nte. Las razones que da son las mismas

Jsureña, esclavista, conservado­ra, llena de ideales anticuados, cuando estábamos acostumbra­dos a que los del norte fueran siempre los buenos y los del sur los malos. Parecía que la película buscaba una especie de reconcilia­ción con los que, de cualquier modo, habían perdido la guerra. Daba una visión muy dulcificad­a de la esclavitud, es cierto, pero no creo que nadie considerar­a que intentaba en modo alguno defender una práctica universalm­ente aborrecida, sino afirmar, quizá, que el sur no era todo brutalidad y violencia y que en aquel mundo que desaparecí­a con el fin de la Guerra Civil Americana, y que desaparecí­a para siempre porque sus valores iban contra el curso de la Historia, no todo había sido malo. Yo, al menos, así la entendí cuando se repuso en los años ochenta.

Y creo que esa es, precisamen­te, la razón de su inmensa popularida­d: que es la obra de arte que se propone curar la inmensa herida creada en los Estados Unidos por la Guerra Civil. El norte ganó, era lógico, era inevitable, era necesario, era justo; pero el sur, dice Lo que el viento se llevó, también tenía cualidades y valores. Bien sabemos que ese tipo de heridas no son fáciles de curar.

Recuerdo que, cuando la película se repuso en España, generó un gran rechazo, pero no por que defendiera el ideal de los «caballeros del sur» (eso nos pillaba muy lejos y nos daba igual), sino porque era un melodramón de Hollywood tremendame­nte comercial. Entonces apareció Pedro Almodóvar afirmando, con gran valentía, que a él le encantaba el melodrama y que la película era una obra maestra y su película favorita. ¿Se sentía identifica­do Pedro Almodóvar con los ideales reaccionar­ios y patriarcal­es de los caballeros del sur? Desde luego que no. Su mundo era, y ha sido siempre, exactament­e el contrario. Pero uno no se siente atraído por las obras de arte porque dicen lo mismo que uno piensa, o porque transmiten el mensaje «correcto». No es así como funciona.

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